domingo, diciembre 11, 2005

Hoy dia salieron buenos articulos en Radar, este el primero de ellos.



Una inmensa historia de amor

¿Qué podía hacer Peter Jackson después de la trilogía de El señor de los anillos, esa obra titánica en su realización (un año de filmación ininterrumpida en escenarios naturales) y descomunal en sus resultados (17 Oscar, más de diez horas de épica como hacía décadas no se veía)? Sentarse sobre los laureles y descansar un poco. Pero no: apenas dos años después estrena una remake de King Kong. Y con un extra: está filmada en los estudios de Jackson en Nueva Zelanda, con los que aspira a erigirse en un serio contrincante de Hollywood por el título de La Nueva Meca. A la espera del estreno, José Pablo Feinmann reconstruye el nacimiento de la triste historia de amor entre el mono enamorado y la rubia californiana truncada por esa bestia civilizada que es el capitalismo. Además, una guía de personajes y diferencias entre la original y la remake.

Por José Pablo Feinmann
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Hay amistades con futuro. La que establecieron –una vez terminada la llamada Primera Guerra Mundial– un teniente coronel y un capitán de la Cruz Roja norteamericana fue una de ellas. El teniente coronel era Merian C. Cooper y había sido un héroe de la aviación en Francia, algo que tal vez no sea fácil. El capitán era Ernst B. Schoedsack y era fotógrafo de la Cruz Roja de los Estados Unidos, algo tal vez más sencillo. Lo dicho: se hacen amigos. Y en lugar de emborracharse, ir a burdeles de baja o alta categoría –en busca de lo que fuere– y comer platos exquisitos hasta saciarse, como suelen hacer los amigos, deciden ir a países exóticos y hacer documentales. Ya estamos cerca del nacimiento de King Kong.

Cooper y Schoedsack deambulan, creativamente, por Asia Central, por Siam, por Sumatra y sus selvas con frecuencia impenetrables y siempre amenazantes. Se trata, para ellos, de incursionar en el corazón de lo exótico, lo extravagante. Son occidentales y el occidental es un ser urdido por la curiosidad, por el conocimiento –que siempre deriva en dominio y en falsificación– de lo Otro. Chateaubriand y Nerval, poseídos por la pasión romántica de lo exótico, supieron recorrer Oriente. Encontraban ahí lo que no encontraban en Europa: la diferencia, la exaltación de lo distinto, el motor de lo imaginario. “Oriente (escribe alguien que sabe mucho de todo esto) era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había sido escenario de romances, seres extravagantes, recuerdos y paisajes inolvidables y experiencias extraordinarias” (Edward W. Said, Orientalismo). Cooper y Schoedsack, entre tanta exaltación, compran los derechos de una famosa novela: Las cuatro plumas, una típica historia colonialista del británico A.E.W. Mason, que muchos, alguna vez, han leído. Sobre todo porque la publicó la mítica Colección Robin Hood. Era la historia de un oficial despreciado por sus compañeros de armas por resistirse a ir a ese revoltoso territorio del Imperio Británico llamado India, donde Rudyard Kipling se vestía de frac y tomaba el té a las cinco de la tarde para no dejar de ser un hombre civilizado. No fue casual que Las cuatro plumas sedujera a nuestros dos amigos: unía el concepto del honor típico del hombre blanco con el de la rebelión irracional y barbárica de los nativos de las colonias. También King Kong sabrá rebelarse y tal vez sea ése uno de sus temas axiales: la historia de una rebelión impulsada por el amor.

Cooper y Schoedsack llegan a una cumbre claramente más elevada que los afanes colonialistas de Las cuatro plumas: en 1932 filman El malvado Zaroff, cuyo título en inglés roza la intriga poética: The Most Dangerous Game. Este film (que vi en casa de Diego Curubeto porque, conjeturo, era uno de los pocos que podía tenerlo y en DVD) se extiende a sólo 63 minutos y tiene mucho de lo que habrá de tener King Kong, que Cooper y Schoedsack harán un año más tarde. Aquí está Fay Wray (la rubia que Kong amará) y también Robert Amstrong (el productor de Hollywood que trasladará a Kong de su, para él, idílica isla a la jungla de asfalto neoyorquina). También está Joel McCrea (el héroe) y está Leslie Banks, que se mete en la piel de ese ruso loco y malvadísimo que es el Conde Zaroff. El Conde los recibe en su isla y les muestra, luego de algunas frías señales de bienvenida, una cicatriz que tiene en el cuello: se la ha propinado un león. ¿Por qué?, preguntan sus huéspedes, ajenos a lo que les espera. Zaroff explica: él sale a cazar fieras entre la maleza de la isla y un león enfurecido le infirió ese tajo que lo humilla y, a la vez, testimonia su valentía. Brevemente: Zaroff arroja a sus invitados a la selva y sale tras ellos para darles caza, tal como acostumbra a hacer con sus fieras. El film tuvo una notable remake en la que Trevor Howard, un nazi escondido en la maleza amazónica, persigue a Jane Greer (la heroína infame de Retorno al pasado) y a Richard Widmark (Tommy Udo, entre otros setenta y cuatro films). La peli de Cooper y Schoedsack exhibía cabezas tronchadas por Zarkoff y otras escabrosidades que la censura mutiló. Como fuere, nuestros amigos utilizaron gran parte del material de Zarkoff para la inminente King Kong, film que los llevaría a la gloria definitiva y a una eternidad que sería arduo negarles, dado que Kong vivirá en tanto viva este planeta. Acaso poco.

King Kong es un film de monstruos, presumiblemente uno de terror, pero es, antes que nada, una historia de otro tipo, algo que no podía esperarse de un gorila. Es una historia de amor. La historia de un gorila enamorado de un objeto nuevo que se le aparece en una esfera de lo real que, para él, se limita a la geografía de una isla remota, perdida en el tiempo. Ese objeto es una rubia. Kong había visto muchas cosas en su vida tediosa y lenta, prehistórica: dinosaurios, nativos y nativas del lugar, hogueras y sacrificios en su honor. Nada que pudiera interesarle demasiado a nadie, nada a lo que ya no estuviera acostumbrado, algo que sólo podía despertar la curiosidad de Cooper y Schoedsack y, por supuesto, la de Claude Lévi-Strauss, que aún perseveraba en no asomar por este mundo. La historia es simple y en su simpleza está su poderío: un film-maker de Hollywood (Robert Amstrong) viaja a una isla remota con una starlet toda ella rubia (Fay Wray). Algo buscan, algo sospechan: habita en esa isla prehistórica un enorme monstruo al que se le llama King Kong. Los nativos lo consideran un dios y le ofrecen sacrificios. Amstrong sabe que su arma no puede fallar. ¡Kong no conoce el poder de una rubia californiana!

Los nativos atacan a los recién llegados. Pero nada sucede que merezca nuestra extasiada atención hasta que el gran mono encuentra a Fay y la deposita sobre su enorme mano, la mira, le suelta los breteles de su escasísima vestimenta, mira sus piernas que se agitan algo locamente, la baña en una tierna cascada y ni por asomo piensa en comérsela como no sea con los ojos. Ignora que Wray es la carnada que Amstrong le sirve para atraparlo. Lo atrapa y lo lleva a la ciudad de Nueva York. Antes, todavía en la isla, vemos a Kong vencer a un dinosaurio, uno que se había salvado del meteoro que liquidó a todos, uno que venía de las páginas morosas de Un mundo perdido de Arthur Conan Doyle, donde no trabaja Sherlock Holmes, o uno que se reservaba para hacer lo suyo en Jurassic Park y al que Kong salvó de Spielberg. Como fuere, Kong lo despanzurra en un alarde de fiereza. Sabemos que este gorila lo puede todo.

Una vez en Nueva York sabemos de qué trata tanto alboroto. Se trata de la pérfida civilización monetarista que se ensaña con este supuesto monstruo de la prehistoria y le impide amar a su rubia. De donde vemos que Kong, lejos de ser un victimario, es una víctima. La historia (basada en un bosquejo de Edgar Wallace, autor de malas novelas policiales que salían en la Serie Amarilla de Tor, algo que sólo Juan Sasturain sabrá a esta altura de los tiempos) se interna en vericuetos psicoanalíticos y arroja significantes por todos sus poros. Kong es exhibido, encadenado, en un teatro inmenso y obscenamente lleno de millonarios curiosos. La gula capitalista lo transforma en una mercancía circense. El espectáculo deviene catástrofe: el Mago (Amstrong) no puede contener a su criatura. El monstruo, tal como el de Frankenstein, rompe sus cadenas y sale a las calles. Los espectadores, los ávidos impuros, los mirones repugnantes que habían pagado sus localidades para ver la humillación de ese inmenso, descomedido mono, huyen como ratas. Kong va en busca de su amor. Fay Wray es una rubia bella y frágil. También ella, contradictoriamente, teme las dimensiones del mono, teme a Kong. Se sabe: lo teme y lo desea. Es este me doy y me niego de la rubia lo que despierta la libido, prehistórica o no, de Kong. Se trata de una relación imposible. Ni Fay podrá satisfacer a Kong ni Kong a Fay. Ella es muy pequeña para él. El es demasiado grande para ella. El amor de Kong, sin embargo, no tiene ni conoce límites. Tal vez él sólo pretenda bañar otra vez a su pequeño objeto de deseo en la cascada de la isla prehistórica, sólo eso. De modo que la busca hasta que la encuentra. Que ella grite aterrada no lo altera. En un film de terror las chicas que los monstruos se procuran siempre gritan. Pero la estridencia es una cara del amor, con frecuencia su punto más alto, orgásmico. Cuando Kharis, la momia, alza en sus brazos a la heroína, a quien él siempre confunde con la princesa Ananka, su amor imposible, la chica grita con ineludible estridencia. Nada de esto pareciera detener a los monstruos. Ni Kong, ni Kharis, ni menos aún el refinado Conde Drácula (un verdadero acosador sexual) se detienen por los gritos de sus víctimas. Saben que ellas les temen y eso los excita. O más aún: los desquicia sexualmente. Las chicas no temen lo que ellos creen que temen. Los monstruos creen que las heroínas gritan porque actúan una resistencia no verdadera que cederá no bien estén juntos, y solos, y el amor se exprese sublime y expansivo. Las heroínas gritan por miedo. A dos cosas: 1) a perder el mundo que conocen; 2) a la potencia sexual del monstruo. Kong ofrece su gigantismo, su rusticidad prehistórica desde la que anuncia algo siempre barbárico: el tamaño sí importa. Kharis ofrece el ritual de una muerte que los hará eternos y sagrados. Drácula ofrece una inmortalidad demoníaca, abiertamente crepuscular y romántica.

Kong abandona su destino de mercancía del eterno circo capitalista y huye con su amor. Trepa, con ella, a las cumbres del art déco, al Empire State. Ahí, en lo alto, tiene lugar el momento más sublime de la historia: unos aviones artillados, unos aviones insidiosos con metralletas que tabletean y erosionan la piel del héroe solitario, giran locamente alrededor de Kong, que sujeta a su amada. Kong les arroja zarpazos letales (algunos, no todos) a esas artefactos de guerra, expresión perfecta, cifra esencial de la tecnología de la modernidad, acostumbrada a hacer la historia con la guerra, pariéndola. Fay grita y sacude sus piernitas. Kong sabe, de pronto, que está perdido, que sus fuerzas sobrenaturales lo abandonan, que no es un dios o, al menos, no un dios imbatible. Deja, con infinita ternura, a Fay en la cumbre del edificio déco y cae al abismo. Muere y Amstrong dice una de las frases más perdurables del cine. Tanto como “el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos” o “vamos a casa, Debbie” o “¡top of the World, Mom!”. Dice: “Fue la bella la que mató al Monstruo”. Todo, ahora, está claro: King Kong murió por amor en un mundo de canallas.

jueves, diciembre 08, 2005

Vicentico y mi decepción

Ayer en la noche fui al concierto que dio Vicentico (ex Fabulosos Cadillacs) en Sonilum.  Si bien no me esperaba encontrar con un show al estilo de los Fabulosos, por lo menos tenía la esperanza de escuchar varias canciones clásicas, sobre todo los viejos éxitos.  Nada de eso se dio, a excepción de “Vasos Vacíos” y una pequeña versión acústica de “Desapariciones”, Vicentico no toco casi temas de los Fabulosos (tocó algunos que la gente no conocía mucho) y se dedicó a cantar temas de su flamante carrera como solista, de la cual la gente conoce pocas canciones.  Por lo menos yo me sentí muy decepcionado, pero creo que la culpa ha sido tanto del público como de Vicentico, del público porque fue a ver un concierto de Vicentico esperando escuchar canciones de los Fabulosos, y fue también culpa de Vicentico porque vino a tocar a una ciudad donde se lo conoce por su carrera en los Fabulosos.  Incluso con todo esto, el marcador queda a favor del público que pacientemente espero que tocaran temas de los Fabulosos hasta el final (nos regaló una versión acústica de un tema conocido, pero sonó más a favor que a compromiso).  Resumiendo, me arrepentí de ir, el concierto me dejó sabor a poco.

miércoles, diciembre 07, 2005

Nuevas Fotos de Danielito


Foto 11
Originally uploaded by Alvaro Mendez.

Este Sabado le hicieron una ecografía en 4D a Claudia, y le sacaron varias fotos a Danielito, ahora ya se lo puede distinguir muy bien. Pueden ver mas fotos en el Flickr.

martes, noviembre 29, 2005

1.000 Visitas

Acabamos de pasar las 1.000 visitas en este blog, un agradecimiento inmenso a todos los que se han molestado en entrar y leer las cosas que publicó (no siempre las escribo yo). Trataré de ser más regular. Sobre el review del Ipod, hubieron algunos pequeños percances y recién podré hacerlo la semana que viene. Pasando a otro tema, hoy en la noche Clauda se hará una ecografía en 3D así que mañana les estaré mostrando las últimas fotos de Danielito.

viernes, noviembre 25, 2005

Llego el Ipod Nano!!!


El día de ayer recogí mi hermoso, asombroso, increíblemente pequeño, super cool, impactante Ipod Nano Blanco. Cuando me entregaron la caja me sorprendió lo pequeña que era, pero mi sorpresa fue mayor aún cuando la abrí y me encontré con un Ipod Nano mucho más pequeño de lo que yo había imaginado. Mi primera impresión fue de asombro-decepción porque pensé que era muy pequeño y frágil, pero rápidamente me dí cuenta de lo poderoso que era. Lo primero que llama la atención es lo increíblemente delgado que es ( más o menos 1 cm de grosor), asombra que pueda almacenar cientos de canciones y fotografías, después llama la atención su pequeñez, menor que la de una tarjeta de crédito. El sonido es muy bueno (casi normal), aunque mejora mucho cuando utilizas los equalizadores del propio Ipod. A pesar de que era su primera carga necesito solamente alrededor de 2 horas para cargar completamente y para que pueda ser usado en exteriores. Lo que me gustó muchísimo es la velocidad de transmisión de archivos, lo que normalmente me tomaría varios minutos copiar unos 50 megas, pude copiar casi 1 GB de canciones en el mismo lapso de tiempo, sencillamente asombroso. Del diseño ni hablemos, super elegante, todo siguiendo el estilo Apple. Este fin de semana voy a hacer un reseña más completa incluyendo fotos.

domingo, noviembre 20, 2005

El guardián de las palabras

Radar, Pagina 12.

La controversia lleva ya un par de años y no parece que vaya a resolverse pronto. Mientras que amazon.com debió levantar los extractos de los libros a los que servía de vidriera virtual para la venta, Google intenta adelantarse a Yahoo y sus otros competidores en la creación de una biblioteca virtual universal, escaneando todos los libros existentes y ofreciendo online y completos aquellos que pertenecen al dominio público, y sólo algunas líneas, portada e información de aquellos otros que tienen un copyright vigente.

Una de las primeras discusiones que provocó la iniciativa de la Google Library se ubicó en el campo de las políticas culturales. El asunto se trató en estas páginas en su momento: el presidente de la Biblioteca Nacional Francesa puso el grito en el cielo; se habló de la “aplastante dominación norteamericana”; la Comisión Europea contraatacó anunciando que destinaría 96 millones de euros a digitalizar todos los libros de las veinte bibliotecas más preeminentes del viejo continente.

Pero el debate principal en este momento es de otra índole: Google está llevando adelante su proyecto de biblioteca virtual a través de Print.Google.com, en asociación con cuatro universidades norteamericanas (Michigan, Harvard, Stanford y Oxford) y con la Biblioteca Pública de la Ciudad de Nueva York, que le proporcionan su material para escanear y así pasarlo a formato digital. Los que se quejan ahora son algunos escritores y la mayoría de las casas editoriales, que avizoran una amenaza a sus intereses comerciales que podría hacerse efectiva en un plazo mediano. Como para tranquilizarlos –y, fundamentalmente, para detener el aluvión de demandas legales que ya ha comenzado con el objetivo de ponerle un freno a Print.Google, entre ellas una integrada por Simon & Schuster, una de la Asociación de Editores Norteamericanos, y otra del sindicato de autores– Google emitió varios comunicados en los que se asegura que de los libros escaneados que no pertenezcan al “dominio público” (una categoría que en muchos casos sólo puede determinarse mediante engorrosos procedimientos legales) el buscador apenas ofrecerá un extracto de unas cuantas líneas, de una extensión “menor a una página”, excepto en los casos en los que el editor que posea el copyright ofrezca y autorice una mayor extensión. Los voceros de Google aseguran que la publicación de un extracto favorecerá enormemente el negocio, ya que, dicen, a mayor información disponible sobre un libro, mayor será la cantidad de lectores que se interesarán en adquirirlo, y el mismo sitio les proveerá el link hacia la librería en la que pueden comprarlo o la biblioteca (tradicional, no virtual) en la que pueden consultarlo. También aseguran que no lucrarán directamente con las ventas de los libros; es decir, que Google no buscará un porcentaje de lo que amasen librerías y editoriales. Y suena creíble, ya que, de hecho, su apuesta a largo plazo ni siquiera parece estar basada en el mercado publicitario, sino en obtener un lugar de poder en el reino de los medios de información del futuro.

En la red circulan todo tipo de comentarios sobre la controversia: algunos escritores poco conocidos y editores independientes expresan su acuerdo con Google (Internet, sostienen, podría potenciar sus ventas, o al menos la lectura de sus libros); otros señalan que, si es cierto que con algunas palabras clave cualquiera podrá buscar un extracto de un libro con copyright, el usuario paciente e ingenioso se las arreglará para bajarse un libro entero gratis. Eso es algo que resulta más bien difícil de comprobar, ya que el sitio Print.Google.com todavía se encuentra en una etapa muy rudimentaria. Según apareció publicado en la revista Forbes unas semanas atrás, las demandas obligaron a Google a detener el escaneado compulsivo al que se habían abocado. Por ahora, la gran G dice haber parado las rotativas y aprovecha el momento para mostrarse ante el mundo como un gran democratizador de la cultura letrada: según uno de sus abogados y voceros, “el mundo sería un lugar mucho peor si el catálogo de una biblioteca sólo incluyera los libros que los editores pasaron y depositaron en ella”.


Articulo Publicado en Radar, Pagina 12.

viernes, noviembre 18, 2005

Mi regalo de Navidad

No quiero hacer mucha alaraca de esto pero el día martes 22 me está llegando mi regalo de Navidad, un hermoso Ipod Nano color blanco, mi esposa me debe amar mucho para soportar tantos gustos de niño.

Cuando lo tenga los cuento como es.

lunes, noviembre 07, 2005

Al fin en nuestra casa

Después de varios días de ajetreos, Claudia y yo nos instalamos en nuestra nueva casa. He sacado algunas fotos de la mudanza y de como quedo la casa, las cuales las voy a ir subiendo de a poco al flickr.

lunes, octubre 31, 2005

Mudanza

Después de varios meses de espera, este día Jueves nos estamos mudando a nuestra nueva casa. Ya les contaré el sin fin de los ajetreos. Le hicieron una ultima ecografía a Danielito y todo está bien.

domingo, octubre 23, 2005

Adolescer

Con su debut Nadar solo, Ezequiel Acuña le dio al cine argentino una película en la que la adolescencia era la única protagonista: los tiempos muertos, la amistad inquebrantable que se resquebraja, el amor desde lejos, los hermanos mayores y esa sensación irrepetible de adolescer sin saber de qué. Ahora, vuelve a sumergirse en esa atmósfera con su segunda película: Como un avión estrellado. El escritor chileno Alberto Fuguet presenta el mundo según Acuña.

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Vi Como un avión estrellado a fines de febrero de este año, con Ezequiel a mi lado, en el living de su casa (de la casa de sus padres, lo que sube los bonos de Acuña: retrato de artista adolescente notan-adolescente), frente a un hospital gótico por la avenida Las Heras. El film de Ezequiel está ambientado en Valdivia (aunque filmado en Mar del Plata). Fue en Valdivia donde me tocó presentar, como uno de mis últimos gestos como crítico de cine, Nadar solo. El año antes, me tocó hacer lo mismo con 25 Watts, luego de quedar severamente impactado y entusiasmado con La ciénaga, de Lucrecia Martel. Me acuerdo que a la salida de Nadar solo, mirando el río Calle-Calle, en medio de una llovizna (siempre asocio a Acuña con lluvia y sus películas son de aquellas que uno tiene que ir a ver con bufanda y chaleco) y como se me acercaron un par de personas para felicitarme por Nadar solo (como si yo la hubiera dirigido) y otros, que de inmediato los puse en mi lista negra, me insultaron como si el film hubiera sido mío.

“Cómo te pueden gustar estas huevadas donde no pasa nada.”

En el mundo de Acuña llueve, no pasa nada y todo el mundo, incluso los grandes, tienen 17. El mundo de Acuña es adolescente pero no en el sentido teenage y colorido de los avisos publicitarios, sino que es un mundo donde todos adolescen de lo primordial. En las películas de Acuña, y sobre todo en esta nueva, todos son tristes, distímicos, incompletos y nadie la pasa del todo bien. Esto, por cierto, convierte a Acuña en un verdadero héroe para cierto tipo de adolescentes. Sobre todo para los adolescentes que no viven como supuestamente deberían vivir los adolescentes. El mundo de Acuña es quizá demasiado adolescente, pero ésa es su gracia. En esta supuesta debilidad, la del chico ostra, el chico flaco y melancólico que siente demasiado, está la fortaleza de su cine. Acuña en el fondo es un músico a lo Jeff Buckley (obsesión en Como un avión estrellado) que, para no sucumbir al suicidio, filma películas cortas y unplugged que conforman un álbum extremadamente triste, ideal para escuchar en un día nublado, donde cada película es un track que tiene títulos insuperables. ¿Cómo no quedar intrigado por películas que se llamen Nadar solo o Como un avión estrellado?

Llegué al mundo según Acuña por un afiche azuloso donde un adolescente está sumergido bajo el agua, a lo Nirvana, aguantando la respiración. El afiche no lo vi en un cine sino que me lo pasó el botones de mi hotel. Yo estaba invitado como periodista-crítico al Bafici y andaba con un guión bajo el brazo. Acuña quería conocerme porque, según él, es fan de Martín Rejtman (al igual que yo) y porque había leído todos mis libros y sentía que yo debía ver su película.

“Tenés que verla porque, en el fondo, es culpa tuya: tu libro Mala onda es una de las inspiraciones.”

La nota casi me hizo tomar la decisión de no asistir. Mala onda es mi libro adolescente y si bien sé que le gusta a cierto tipo de adolescentes, adolescentes que adolescen, lo cierto que a estas alturas es uno de esos libros que uno desea olvidar porque siente que ya no es el mismo ni tiene esa edad aunque quizá sigue adolesciendo de ciertas cosas.

Nadar solo me pareció ese tipo de debut con que uno sueña. El tipo de debut de un tipo que prefiere más Los 400 golpes que Snatch, que sabe quién es Rohmer y Kitano y Téchiné. Pero Acuña también ha leído a pesar de lo poco que hablan sus autistas personajes. La cercanía del autor con sus protagonistas es casi impúdica. Piensan tan fuerte –y piensan tanto– que podemos escucharlos sin tener la necesidad de escuchar la voz en off.

Me gusta el cine de Acuña y me gusta su mirada adolescente del mundo, una mirada donde los protagonistas no caben en su cuerpo, donde más que andar buscando amor se andan buscando a sí mismos. Vi Como un avión estrellado en su casa en una pasada por Buenos Aires luego de aislarme, post rodaje, en el salteño hotel de La niña santa. Necesitaba estar solo, aislado, lejos de la adrenalina de mi rodaje. Me encontré con Acuña y ahí me dijo que quería mostrarme su nueva película. Tenía dudas del título. Quería que la viera porque quería que se la comentara antes que hiciera su corte final y porque deseaba que le recomendara títulos. Los hice. Le envié diez. No utilizó ninguno, lo que habla bien de él. Como un avión estrellado es el mejor de los títulos para un film sobre un tipo tan perdido y desangelado como Nico.

Yo aproveché de desahogarme ante un tipo mucho más joven que yo, pero con más rodajes en el cuerpo, de lo que recién me había tocado: Se arrienda, mi debut cinematográfico (ópera prima como le dicen). Acuña me escuchó y, de una manera muy poco adolescente y totalmente madura, me calmó y me dejó más centrado. Aproveché para mostrarle imágenes que tenía en mi portátil. A veces uno necesita alguien que te diga algo preciso en el momento preciso. Lo que me dijo fue lo preciso. Lo que necesitaba escuchar para regresar a Santiago a montar la película. Ahí capté que quizá los cineastas son más generosos que los escritores. Por eso le doy las gracias al final de mi película. El dice que me da las gracias al final de la suya.

(Extraido de Radar)

miércoles, octubre 19, 2005

A Lot Like Love

A pesar de tener un reparto de actores mediocres (Ashton Kutcher y Amanda Peet), A Lot Like Love logra robar la atención del  público con una historia refrescante y bien contada.  Sinceramente me gusto mucho, y además quede muy a gusto con su banda sonora (les recomiendo escuchar “Brighter than the sunshine” de Aqualung).  Me gustó mucho el manejo de los tiempos de las películas ya que la historia se desarrolla prácticamente en un par de días, pero bien distanciados entre sí que hacen un largo período de 7 años.  Su paso por los cines ha sido relativamente aceptable y logra consolidar a Kutcher como un actor de comedias romáticas aunque Amanda Peet ya está un poco mayorcita para hacer ese tipo de papeles.  A todos los que se arrepienten de no haber avanzado más en alguna relación, les aseguro que esta película les tocará los sentimientos.

jueves, octubre 13, 2005

Trabajo a Full

Las últimas 2 semanas han sido bien fuertes en el trabajo, no he tenido tiempo para ir a ningún lado (ni siquiera al cine), pero ahora las cosas están más tranquilas.  Con Claudia esperamos mudarnos los primeros días de Noviembre a nuestra nueva casa, ya que están terminando de construir algunas obras menores.  Tras que tenga algunas fotos de la casa las estaré colocando.
Les recomiendo a todos pasarse por www.apple.com y ver los nuevos Ipod’s que han sacado al mercado.  A pesar de no tener una Mac considero que es un mucho mejor que cualquier PC con Windows.  Claudia, ya sabes cual puede ser mi regalo de Navidad (Ipod Nano), te ganarías mi amor eterno!!!.

Una foto de mi trabajo


Una foto de mi trabajo
Originally uploaded by Alvaro Mendez.

Despues de mucho tiempo sin poner una foto, aqui les muestro una foto reciente en mi estacion de trabajo.

jueves, septiembre 22, 2005

Foto de Danielito


Foto de Danielito
Originally uploaded by Alvaro Mendez.

Esta es una foto de Daniel, mi hijo. El proximo mes Claudia se hará una ecografía a colores y en 3D donde se podra apreciar mejor. Espero les guste.

miércoles, septiembre 21, 2005

Va a ser NIÑO!!!

Ayer nos dijeron que nuestro bebé va a ser niño, posiblemente se llame Daniel, ya que es el nombre que le gusta a Claudia. Todos estamos muy felices con la noticia.

lunes, septiembre 19, 2005

Volvió Pablo S.

Después de unos meses de aventura por Japón, mi amigo Pablo Salvatierra volvió a nuestro país, aunque esta vez para irse a radicar a La Paz. Es muy bonito tener a los amigos de vuelta.
A Sesis Grados de Kevin Bacon

Hace mucho tiempo que no leía una nota tan curiosa. Les recomiendo practicar este juego, es muy entretenido cuando estén un poco ociosos.



Todos los caminos conducen a el juego
Por Kevin Bacon

Oí hablar del juego por primera vez hace varios años. De hecho, recuerdo haber pensado: “Esto no va a durar, va a desaparecer como el hula-hula y los sea monkeys”. Recuerdo que los chicos se me acercaban y me decían que tenían resaca por haber estado jugando en un bar la noche anterior, tomándose un trago por cada grado de separación. Pensé que me iban a acusar de contribuir al alcoholismo rampante que arrasa los campus universitarios de Norteamérica.
Y también estaban los que difundían la leyenda urbana. “Ey, el primo de un amigo mío inventó un juego sobre vos.” Internet explotaba y el juego se esparció como un reguero de pólvora, hasta que en 1994 me pidieron que apareciera en el Show de John Stewart junto a los creadores del juego, tres chicos del Albright College. A esta altura ya me irritaba la idea. Sentía que era el blanco de alguna broma masiva: “¿Podés creer que este perdedor puede ser conectado con Marlon Brando y Katharine Hepburn?”.
Pero a través de los años aprendí a tolerar y a veces incluso a abrazar la idea. La gente me ha preguntado si lo considero un honor. Bueno, todo indica que he estado en un montón de películas con un montón de gente. Y además, que hay muchos otros actores que funcionarían: Seis grados de Kevin Spacey o de Kevin Kline. Pero lo que he aprendido a apreciar es que es tan sólo un concepto. No es algo que se puede comprar ni vender. Nadie se está volviendo rico con esto (ni siquiera yo, aunque eso lo lamento). Nadie puede ponerlo sobre su chimenea ni legárselo a sus hijos. Simplemente es. Y si lo sacamos de la ecuación, es un concepto hermoso. Si pudiéramos recordar que cada uno de nosotros sobre este planeta está conectado a través de seis grados de separación, que todos salimos del mismo pantano, tal vez no nos apuraríamos tanto para ir a la guerra ni les daríamos la espalda a nuestros hermanos más necesitados.
¿Yo lo juego? Honestamente, no, pero como un agradecimiento a Andy Gotts (y usando únicamente a actores involucrados en su libro) me conectaré a mí mismo a seis grados de Sir Alan Bates, quien escribió el prefacio. Ahí va: yo (Kevin Bacon) estuve en Línea mortal con Julia Roberts, que estuvo en Closer con Jude Law, quien estuvo en El talentoso Sr. Ripley con Gwyneth Paltrow, quien estuvo en Seven (Pecados Capitales) con Morgan Freeman, que estuvo en La suma de todos los miedos ¡con Sir Alan Bates!
EL JUEGO
El juego Six degrees to Kevin Bacon (“A seis grados de Kevin Bacon”) ya tiene once años. Ideado por un grupo de universitarios de Pennsylvania, su desafío consiste en conectar a Kevin Bacon con cualquier otro actor del mundo del cine en no más de seis asociaciones. Con el tiempo, el juego tuvo su propio sitio web, su versión de tablero y hasta un libro: así de popular se volvió. Pero hubo alguien que lo llevó todavía más lejos, convirtiéndolo en el centro de sus obsesiones: el fotógrafo Andy Gotts, que dedicó ocho años de su vida a plasmar una versión fotográfica. Tras unas cuantas dificultades iniciales (sus primeras trescientas convocatorias obtuvieron 299 rechazos), finalmente consiguió retratar a más de cien estrellas, incluyendo a Anthony Hopkins, Gwyneth Paltrow, Brad Pitt y George Clooney. El resultado de tremendo trabajo es el libro Degrees (Grados), que será presentado en las próximas semanas a través de una muestra en una importante galería londinense y para el cual el mismísimo Kevin Bacon escribió estas líneas.

lunes, septiembre 12, 2005

iPod Nano


iPod Nano
Originally uploaded by Alvaro Mendez.

Cada vez que veo una foto de este hermoso gadget quedo enamorado. La elegancia me impresiona y sus características me sorprender, bueno mejor me callo porque falta mucho para que pueda tener uno. De todas maneras si alguien en Navidad desea quedar bien conmigo ya sabe que regalarme. Pueden encontrarlo en http://www.apple.com/ipodnano/

viernes, septiembre 09, 2005

Blogger for Word

Como habrán podido notar, últimamente he estado escribiendo mis propios post’s y no poniendo artículos que encuentro por ahí.  La razón de todo esto es que estoy usando Blogger for Word, una excelente herramienta que me permite escribir mis post’s directamente en el Word u publicarlos desde ahí con un par de clicks.  Esto me gusta mucho ya que me libera de estar conectándome a Internet cada vez que quiero escribir algo.  Ahora puedo escribir los post’s, guardarlos y publicarlos cuando tenga tiempo sin necesidad de estar abriendo el IE.  Excelente herramienta para todos aquellos que quieran escribir en sus blog’s de una manera cómoda.

jueves, septiembre 08, 2005

Elecciones Generales 2005

Un tema que creo no haber tocado nunca en este blog ha sido la política, y no porque no me parezca interesante, sino porque no era el perfil que quería darle al blog.  Pero los últimos sucesos que están ocurriendo en Bolivia me obligan a emitir algunas opiniones.

Ha sido impresionante la cantidad de políticos que se han pasado de un partido a otro, cometiendo lo que todos conocemos como transfugio.  Aunque esto ha sido normal en casi todos nuestros procesos electorales, lo que pasó el día Lunes no tiene rango de comparación.

Sinceramente sentí vergüenza al ver la gran cantidad de candidatos a los que no les tembló la mano a la hora de pasarse al otro bando.  De todos los casos el que más desprecio me ha generado es el de Ernesto Justiniano del MIR.  Este “tipo”, porque no merece ser calificado con otros términos, con una actitud hipócrita y traicionera, se inscribió como cantidad uninominal con UN después de haber dicho que iba como cantidad con el MIR.  A “Ernestito” se lo pudo ver claramente en la proclamación de Hormando Vaca Díez como candidato a la presidencia en días pasados, y cuando vio que las papas quemaban no dudo en pasarse a las filas de Tuto Quiroga.  Este fue un acto totalmente asqueroso y digno de gente que no vale nada.  Ernesto Justiniano se olvidó de todo el apoyo que recibió de Hormando Vaca Díez cuando entro a la política siendo “nadie”.  Así es la política, cuando menos lo esperas alguien te clava un puñal por la espalda.

miércoles, septiembre 07, 2005

Apple Rock's

Novedades Apple

Apple, una de mis compañías favoritas, ha sacado al mercado hoy día 3 nuevos productos.

1. El Ipod Nano, realmente unos de los mejores dieseños que ha sacado Apple en los últimos tiempos.  Este reproductor es el más delgado de todo y viene en tamaños desde 2 GB hasta 4 GB, el el IpodNano tiene un diseño increíblemente elegante, pantalla a colores que permiten ver fotografías, y una batería de 14 horas de duración.  Su precio?, desde 199 $us.  Si tuviera que elegir un Ipod, seguramente sería el IpodNano de 4GB, se lo pueden estar anotando para mi navidad o mi cumpleaños.

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2. El Motorota ROKR E1, que en realidad es un producto en conjunto entre Motorota y Apple, este celular viene diseñado especialmente para funcionar con Itunes y aunque no colmó las expectativas de los aficionados a los Ipod’s, se puede decir que es un bonito modelo aunque con un precio un poco caro ( 249 $us en planes postpago).  Siento que mi Motorola MPX200 todavía le sigue dando pelea a muchos reproductores híbridos con celulares.

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3. La nueva versión de Itunes 5.0, dicen que es muy buena pero todavía no la he probado.



Como siempre, Apple generó un mar de rumores acerca del lanzamiento de sus productos (el del celular empezó hace 1 año), pero eso nos demuestra que esta compañía siempre está un paso delante de sus competidores, ojo Microsoft, preparate porque el ROKR E1 es segura competencia para los otros dispositivos basados en plataformas Windows.

domingo, agosto 21, 2005

¿Y ahora...

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Claudio Sánchez –ingeniero industrial de la Universidad de Buenos Aires y profesor de física e informática de la Universidad de Flores–

Por Pablo Wainschenker

Dueños de visión infrarroja, brazos nucleares, fuerza titánica y encantos de otro planeta, héroes y heroínas protegen al mundo frente a las amenazas de los villanos y llenan las salas cinematográficas durante las vacaciones. Los superhéroes están en todas partes y parecen ser invencibles, o casi. Al fin y al cabo, estas figuras con rasgos humanos y atributos hiperbolizados son los depositarios de los deseos de una sociedad, elementos nacionales de propaganda, alegría de los niños y pasatiempo (secreto, a veces) de las personas mayores. Pero, ¿qué hay detrás de los megapoderes de Superman, el Hombre Invisible o Flash? ¿Podría la Liga de la Justicia resistir el ataque del rigor científico?

Organizado por el Planetario Galileo Galilei, el pasado martes 16 de agosto se realizó el sexto Café científico del año en La Casona del Teatro (Av. Corrientes 1979). El título de la reunión fue “La Ciencia de los Superhéroes”. Claudio Sánchez –ingeniero industrial de la Universidad de Buenos Aires y profesor de física e informática de la Universidad de Flores– y Leonardo Moledo –editor de Futuro– repasaron las bases y los baches detrás de los más variados personajes, desde Pi Pío hasta Los Increíbles. El próximo Café tendrá lugar en el mismo sitio el martes 20 de septiembre con el tema “Teoría del todo: camino a la unificación final”. La entrada es libre y gratuita.

La osteoporosis de Superman

Claudio Sánchez: Usaremos el comportamiento de los superhéroes como excusa para conocer qué principios físicos hay detrás de un superpoder. Tomemos, por ejemplo, la fuerza sobrenatural de Superman, del Hombre Nuclear o del Increíble Hulk. Uno puede concebir que un organismo sea más fuerte de lo normal, como un elefante es más fuerte que una persona, pero hay sutilezas que invitan a reflexionar hasta qué punto es esto posible. Cuando el Hombre Nuclear levanta un auto, lo puede hacer porque tiene un brazo biónico. Si un gato neumático –que es algo que uno puede sostener en la mano– es capaz de levantar un auto, no debería ser demasiado raro que un brazo ortopédico con un mecanismo similar implantado en el cuerpo sea capaz de esa proeza. El problema es que, tal como se muestra en la serie, el brazo está agarrado a un cuerpo normal. ¿Cómo es que al Hombre Nuclear no se le desengancha el brazo? Podemos imaginar que esto es posible si el hombre nuclear tiene un tronco biónico, o sea, tiene alguna especie de jaula que una sus súper miembros.

En cambio, ¿qué pasa cuando Superman se para en medio de la vía y frena una locomotora con la mano? Por más fuerza que tenga, cuando el tren lo golpee lo va a revolear por el aire. Superman debería poseer, además de fuerza para aguantar el golpe, una masa muy grande. ¿Es Superman más pesado que lo normal? Tenemos que suponer que no, porque si no, la silla que ocupa en el diario El Planeta se rompería cuando él se sienta. Una explicación para la superfuerza de Superman es que el planeta de donde proviene, Krypton, tenía una gravedad mucho mayor que la terrestre. Si suponemos, como se menciona en algún lugar en la historia, que Krypton tenía el tamaño de Júpiter, la gravedad de un planeta así sería aproximadamente 10 veces superior a la de la Tierra. Entonces Superman, acostumbrado a la gravedad de Krypton, podría levantar objetos en la Tierra porque los sentiría diez veces más livianos; le pasaría lo mismo que a los astronautas en la Luna, que pegaban saltos sin esfuerzo porque la gravedad lunar es mucho menor a la terrestre. La respuesta es ingeniosa, pero sin embargo no alcanza. Si uno analiza las historietas encuentra que Superman es más de diez veces más fuerte porque si no, un auto le parecería que pesa cien kilos, demasiado peso. Además hay otro problema: Superman se crió en la Tierra y por lo tanto tiene su cuerpo adaptado a la gravedad terrestre.

El Chapulin Congelado

C. S. (continúa): ¿Qué pasa cuando un superhéroe cambia de tamaño? Recordemos al Chapulín Colorado que se tomaba su pastilla de chiquitolina y se reducía 15 veces respecto del tamaño normal. Ese tema, que es un clásico no solamente de los superhéroes sino también de las películas y la literatura –pensemos en Viaje fantástico o Alicia en el País de las Maravillas–, plantea inconvenientes muy sutiles y muy interesantes. Trataremos de ilustrar esos problemas de la siguiente manera: tomemos por ejemplo un cubo de dos centímetros de lado. Si construimos un segundo cubo de cuatro centímetros de lado podríamos decir que es el doble con respecto al primer cubo. Sin embargo, para formarlo se necesitan ocho cubos de 2 cm de lado, o sea que aunque el segundo cubo mide el doble en cuanto a longitud, en cuanto a volumen y peso es ocho veces más grande. Más aún, si uno observa la superficie lateral del cubo mayor, se verá que hay cuatro de los cubos pequeños, lo que indica que si estamos hablando de superficie, el segundo cubo es cuatro veces más grande que el primero. La “ley cuadrado cúbica” indica que cuando multiplico la altura o la longitud por un factor n, la superficie se multiplica por n al cuadrado y el volumen se multiplica por n al cubo. Uno podría decir que mientras todo sea parejo no debería tener problemas, pero los tiene porque algunas propiedades dependen de la superficie y otras del volumen. Supongamos que construimos una habitación cúbica que adentro tiene una estufa que la mantiene a temperatura adecuada. ¿Qué quiere decir temperatura adecuada? Que el calor que genera la estufa compensa al que se escapa por las paredes. Si construyéramos una segunda habitación cúbica con un volumen ocho veces mayor y con una estufa ocho veces más poderosa podríamos pensar que todo está bien, ya que en la nueva habitación hay ocho veces más aire para calefaccionar que en la primera y su estufa es ocho veces más poderosa. Sin embargo, la habitación mayor se calentará más porque pierde menos calor. Esto lo aplicamos de manera práctica cuando cortamos un churrasco en pedacitos para que se enfríe más rápido. Lo que hacemos es aumentar la superficie a través de la cual se pierde calor. Al achicarse, es al revés. Entonces, cuando el Chapulín se achica, se enfría. Como contrapartida, el Chapulín miniaturizado sería muy ágil y le sobraría fuerza para moverse a sí mismo.

El piano de Gulliver

C. S. (continúa): La ley cuadrado cúbica introduce un montón de problemas cuando un organismo se achica. Con respecto a lo que ocurre en la película Viaje fantástico, les recomiendo que busquen un artículo de Isaac Asimov que está en una recopilación que se llama El electrón es zurdo y otros ensayos científicos. La película tuvo un guionista independiente y Asimov recibió el guión para hacer con eso una novela. El, que era muy obsesivo con la cuestión de respetar las leyes físicas, chocó con una cantidad de dificultades. La reducción microscópica planteada en la película presentaba problemas irresolubles y Asimov los resolvió lo mejor que pudo. Por ejemplo: cuando el organismo se reduce, ¿cómo se achica? Si nos achicamos diez veces, ¿sacamos nueve células de cada diez o reducimos a la décima parte cada célula? Si sacamos nueve células de cada diez, tenemos el problema de que la complejidad del organismo no se respeta, ya que el cerebro no puede seguir funcionando si le quitamos células. Entonces, tenemos que pensar que las células se reducen, pero las células están formadas por átomos y se vuelve a plantear el problema: ¿sacamos nueve átomos de cada diez o reducimos los átomos? Asimov elige esta última opción porque la anterior nos deja con unos cuantos problemas, por ejemplo que si al ADN le sacamos nueve átomos de cada diez, ya no funciona. Ahora bien, una vez que tenemos el organismo reducido con átomos diez veces más chicos que lo normal, ¿cómo respira? Porque para funcionar el organismo necesita átomos de aire que también estén reducidos. Esta cuestión se menciona en la película cuando se aclara que el submarino en el que van los protagonistas tiene un miniaturizador que reduce el aire antes de que los ocupantes lo inhalen. Otra cuestión es el sonido: en un momento de la película se cae una tijera y los protagonistas escuchan el ruido. En realidad, al estar miniaturizados, sus oídos no están adaptados para percibir un sonido de esa longitud de onda. Lo mismo le ocurre a Gulliver en el país de los gigantes, cuando él se entretiene tocando un piano. Si el instrumento es como un piano normal multiplicado por doce, el sonido que emite ese piano es demasiado grave.

Otro caso de superhéroe incompatible con la realidad es Flash. ¿Cómo hace Flash, que en una fracción de segundo va a la velocidad del sonido y en la siguiente se para en seco? Suponemos que él, por más superhéroe que sea, no está libre del principio de inercia, por lo que cuando Flash se detiene, su cerebro sigue moviéndose a la velocidad del sonido y debería estrellarse contra el interior del cráneo.

Invisible y ciego

C. S. (continúa): Como último caso podemos citar a los hombres invisibles, como los que aparecen en la novela de H. G. Wells, en Los cuatro fantásticos y en Los increíbles. Habitualmente se menciona como problema físico involucrado en la invisibilidad, que un ser invisible necesariamente tiene que ser ciego. ¿Por qué uno se lleva por delante una puerta de vidrio? Porque la luz la atraviesa libremente y uno cree que no hay nada, mientras que si la puerta tiene una calcomanía pegada, ese calco intercepta la luz que viene del otro lado y uno puede ver la puerta. Si el hombre fuera perfectamente invisible, es decir que la luz lo atraviesa sin problemas, significa que la luz traspasa también sus ojos y para que uno pueda ver es necesario captar un poco de luz y que el ojo y el cerebro procesen esta información. Lo curioso es que en la novela original de H. G. Wells este problema está planteado. Cuando el protagonista describe el resultado de su experimento, dice que lo primero que hizo fue ir al espejo y dijo: “No vi nada, excepto una pequeña mancha donde debían estar mis ojos”. O sea que el hombre invisible no era completamente invisible: sus ojos eran visibles y esto sugiere que el autor sabía que eso era condición necesaria para que el protagonista no fuera, también, ciego.

Leonardo Moledo: ¿Y qué pasa con la visión de rayos X de Superman?

C. S.: Eso se parece al modelo aristotélico que decía que la luz salía de los ojos e iba hacia los cuerpos, porque uno veía que a Superman le salía algo de los ojos y gracias a eso podía ver a través de paredes y vestidos. En realidad, uno ve al revés, porque algo proviene de los objetos que vemos. Podemos suponer que de alguna zona cercana al ojo –y no del ojo mismo– de este superhéroe salía un rayo X que se reflejaba en el objeto y volvía o algo así.

El cinturón de fantasmas

L. M.: Yo una vez leí una historia muy linda de alguien que se puso a analizar las propiedades físicas de los fantasmas, que no son superhéroes pero casi. Se basaba en dos cosas: que en general estaban confinados en los castillos y que eran capaces de atravesar las paredes. El autor calculaba la longitud de onda cuántica de los fantasmas. Un electrón puede atravesar una pared si su longitud de onda cuántica es suficiente, entonces a partir de la longitud de onda cuántica calculaba la masa de los fantasmas, y la masa era pequeñísima. Así se llegaba a la conclusión de que los fantasmas no eran estables y que el mismo viento solar los arrojaba hasta el “Cinturón de Kuiper”, donde se formaba una especie de Cinturón de Fantasmas alrededor del Sistema Solar.

C. S.: Siguiendo con los fantasmas, a mí me llama la atención que el protagonista de la película Ghost atraviesa las paredes, pero no atraviesa los pisos, sino que usa escaleras para subir y se apoya en los pisos para caminar.

Sobre la capacidad de volar de Superman también sabemos muy poco. Evidentemente no vuela por una cuestión aerodinámica, primero porque puede volar por el espacio, segundo porque él no es aerodinámico ni se impulsa de ninguna manera. Tal vez habría que pensar que Superman tiene la capacidad de actuar sobre los campos gravitatorios, explicación que sería también coherente con el hecho de tener una gran masa que le permita frenar una locomotora con la mano y sentarse en una silla sin romperla. ¿No te convence?

L. M.: No porque nada puede actuar sobre los campos gravitatorios; son como la última ratio del universo.

C. S.: Hay una frase que le atribuye a Asimov aunque él rotundamente la negó: ante la pregunta de cómo es que Superman puede volar a la velocidad de la luz si eso viola la Teoría de la Relatividad, afirma que la Teoría de la Relatividad es sólo una teoría, mientras que el vuelo de Superman es un hecho.

L. M.: Con respecto al aumento de la velocidad: al acercarse a la velocidad de la luz empiezan a notarse los efectos relativistas. Es decir que el reloj de Superman debería tener una discordancia muy grande con el nuestro. ¿Ahí qué pasa?

C. S.: Superman podría hacer un viaje a supervelocidad que durara un rato para él y diez años para los demás. Ya que hablamos de la gravedad, tanto H. G. Wells como Julio Verne inventan una sustancia que controla los campos gravitatorios. En el caso de Wells, en Primeros hombres en la luna, el protagonista inventa una sustancia que es como una pantalla contra la gravedad. Verne tiene un cuento que se llama “Un descubrimiento prodigioso” en el que el protagonista inventa una sustancia que puede repeler la gravedad y con eso hace un barco volador en tiempos anteriores a la aviación. Lewis Carroll también menciona una sustancia opaca a la gravedad al estilo de la de Wells; la sustancia es llamada “el imponderable” y se utiliza para envolver encomiendas. Como los envíos se cobran por peso y las encomiendas envueltas con el imponderable no sólo no pesan sino que flotan, el correo le paga a quien las envía porque reducen la carga útil del resto de las encomiendas.

L. M.: Ahora que lo pienso, sí se puede actuar sobre los campos gravitatorios y de hecho hay una forma sencilla de experimentar uno la sensación de ingravidez, que tiene sus riesgos, pero uno la puede hacer: tomar un ascensor en un piso suficientemente alto y cortar los cables.

La rubia inteligente

Con apenas 21 años, Scarlett Johansson ya es una promesa de diva: comienzos laboriosos, leyendas negras, pequeñas joyas, películas con grandes directores, proyectos que se cuentan entre lo mejor por venir y una manera de actuar que hace de la normalidad una virtud que agradecer. El tiempo dirá, pero, hasta el momento, esto es lo que hay para decir.

Por Rodrigo Fresán
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Los insoportables mohínes de Marilyn Monroe y una tan pegadiza como pegadora canción de Sumo son dos de las principales y más contundentes evidencias que suelen presentarse ante el jurado cuando se trata de probar fehacientemente y condenar a perpetuidad aquello de la taradez de las rubias. Son, también, material un tanto manipulable porque el mundo en general –y Hollywood en particular– está lleno de rubias inteligentes como Marlene Dietrich (patentadora, junto a Greta Garbo, de la ambigüedad sexual como fantasía más o menos inconfesable), Glenn Close (polimorfa y perversa y multiuso funcionando muy bien tanto como cortesana maléfica, posesiva patológica y criminal o abnegada y feminista madre de escritor confundido), Gwyneth Paltrow (actriz mediocre pero muy astuta a la hora de elegir proyectos), Meryl Streep (o la actuación como ciencia exacta), Cameron Diaz (o la bobada muy sonriente como receta para hacerse millonaria), Sharon Stone (quien, no conforme con ser poseedora de un coeficiente intelectual de vértigo, también supo ver cuál era el mejor momento para cruzar y descruzar las piernas después de demasiados años de andar dando vueltas por el cine B). A todas ellas y a muchas más se suma ahora la neoyorquina de casi veintiún años –padre dinamarqués, madre nacida en el Bronx de ascendencia polaca, hermano mellizo tres minutos más joven que ella– Scarlett Johansson.

UNO Y la cuestión con las actrices aparentemente venidas para quedarse no es cuál fue su primera película sino cuándo fue la primera vez que la reconocimos. No hay dificultad alguna a la hora de ubicar el “descubrimiento” Scarlett Johansson: fue en ese dramón zoofílico, El hombre que susurraba a los caballos, que Robert Redford dirigió en 1998 y que le valió a la gran chica un premio Hollywood Report a la Young Star del año por su interpretación de la traumatizada Grace MacLean. Allí, en los títulos, se nos ofrecía un And introducing Scarlett Johansson. Pero no era verdad. Antes de eso había aparecido en siete películas y/o productos como Mi pobre angelito 3; pero a quién le importa eso. Después, productos varios con arañas gigantes o ponerles la voz a dibujos animados; y un papel cortito pero intenso en El hombre que nunca estuvo de los hermanos Coen; un par de actuaciones consagratorias en Ghost World y La joven de la perla y, por encima de todo, su delicada pero fuerte Charlotte en Perdidos en Tokio junto a Bill Murray conformando uno de los grandes tándem románticos de la historia del cine. Dijo Scarlett Johansson: “Esa película cambió toda mi vida. Y que Sofía Coppola pensara en mí fue una cuestión de suerte... Mientras la rodamos todos pensábamos en que nadie iría a verla. Pero Sofía creó y creyó en un proyecto y lo levantó sola. Su perseverancia ha sido un gran ejemplo para mí. Y yo he sido desde siempre una admiradora incondicional de Bill Murray. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que me he sentido inhibida frente a alguien famoso. Conocer a Bill Murray fue una de esas ocasiones”.

El presente es la elegante comedia de Paul Weitz En buena compañía y ese eficaz entretenimiento clónico que es La isla. El futuro parece pertenecerle –la desabrida Kirsten Dunst, la un tanto manoseada Brittany Murphy o la macrocefálica Reese Whiterspoon no son competencia por más que sean rubias– y ya se vienen las dos próximas películas de Woody Allen, la adaptación de La dalia negra de James Ellroy a cargo de Brian De Palma (donde conoció a su actual novio Josh Harnett), la traducción al cine del clásico teatral Panorama desde el puente de Arthur Miller y, rumor cada vez más sólido, el rol de ayudante de arqueólogo aventurero en la inminente y spielberguiana cuarta entrega de Indiana Jones.

Y, claro, pocas cosas germinan mejor y crecen más rápido en Hollywood que las leyendas urbanas de las estrellas en la tierra. Y el metro sesenta y tres de Scarlett Johansson ya se las ha arreglado para contener varios mitos sabrosos que van desde un encuentro sexual con Benicio del Toro en un ascensor de hotel hasta el haber participado de un casting ultrasecreto para ver si se convertía en la futura “mujer de mi vida” de Tom Cruise (de ahí, dicen, su decepción y abandono del rodaje de Misión Imposible 3 para irse a filmar “otra con Woody” cansada de los intentos de Tom por convertirla a la Cientología).

Chismes menos sabrosos se refieren a su compulsión enfermiza por el orden (quienes han estado cerca de ella aseguran que no puede parar de apilar cosas según tamaños y colores), a que no fue aceptada por la Tisch School of Arts, a que le interesan los hombres maduros (en más de una ocasión señaló a David “Baywatch” Hasselhoff como su amor imposible de la adolescencia), al poco aguante físico que tuvo durante las escenas más exigentes de La isla (casi pierde un ojo en una de las vertiginosas persecuciones en esa especie de motocicleta voladora), a que su partenaire Ewan McGregor “es el peor besador con el que me he cruzado frente a una cámara”, y a que es la nueva encarnación de la “actriz con cerebro” combinando en su rostro el aristocrático glamour de la edad dorada del celuloide con la inmaculada frescura de la recién llegada a una fiesta inolvidable.

DOS Y la verdad sea dicha: Scarlett Johansson es una belleza rara, una rubia diferente, un cuerpo que no es el de una sex-symbol (y al que, por algo, se encuadra poco en sus películas) y una joven de atractivos que no son ni fueron los de la típica lolita. Comparar a la primera Scarlett Johansson con la primera Natalie Portman y se entenderá mejor. Ni siquiera esa boca –que por momentos recuerda a los labios de planta carnívora de Angelina Jolie– parece dispuesta a devorarlo todo. Si hay algo que resulta fascinante en Scarlett Johansson es su verosímil normalidad. Más que una actriz adentro de un personaje parece una persona afuera de una actriz. Alguien que –en más de una escena– parece muy lejos de allí, más cerca de la butaca que de la pantalla. El gran riesgo, claro, está en que la novedad se agote, la rareza se vuelva cliché, el original se clone una y otra vez a sí mismo, y que la rubia se nos antoje cada vez más teñida y previsible y desesperada y caída del caballo.

Como Madonna.

sábado, agosto 20, 2005

Cine > El terror ya no es lo que era

No nos une el amor sino el espanto

La llamada, El grito, Agua turbia, Tierra de los muertos, La masacre de Texas, La casa de cera: ¿por qué las películas de terror son todas remakes de películas japonesas o de películas de los ‘70?

Por Mariano Kairuz
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Para quienes quieran recordar los viejos buenos tiempos, el Malba organiza un ciclo con seis películas protagonizadas por Bela Lugosi y Boris Karloff juntos. La programación, en malba.org.ar y en la agenda

Una pregunta más o menos inquietante: ¿cuándo fue la última vez que las películas de terror nos asustaron de verdad? Otra, quizá más inquietante todavía: ¿las últimas películas que verdaderamente nos asustaron, eran películas de terror? Puede que, cuando el género no satisface esa necesidad, su función recaiga en otro tipo de películas: dramas más o menos realistas, ficciones políticas, catástrofes.

Sobre una cosa, al menos, parece haber cierta coincidencia: para fines de los años ’80 ya nadie se asustaba con las enésimas resucitaciones de Michael Myers (el asesino de la saga Noche de brujas), Jason Voorhees (Martes 13) y Freddy Krueger (Pesadilla), y estaba bastante claro que tampoco se lo proponían. Lo último que pretendía el cine de terror de consumo adolescente (es decir, casi todo el cine de terror de la época) era provocar miedo; y los guionistas y directores más avispados reconvirtieron sus series a tiempo, haciendo todo lo posible por inyectarles sentido del humor y autoconciencia, para reinventarlas como parodias de lo que habían empezado siendo. En este sentido, Freddy Krueger les ganó la carrera a sus colegas, que siguieron por años su anodina secuencia de achuramientos de teenagers. Y fue precisamente Wes Craven, el creador de Freddy –y de un par de los títulos “seminales” del cine de terror de los ’70– quien en los ’90, cuando el negocio estaba agotado, reapareció “triunfalmente” con Scream. Pero si bien pareció que esta nueva saga había llegado para revivir el género, lo que hizo en realidad fue terminar de decretar su muerte por la vía de la posmodernidad. Scream era lo que John Carpenter –todo un clasicista en gustos cinematográficos– llamó “la oleada del horror posmoderno”, diseñada para gente que se cree mucho más inteligente que las películas que consume; segura de poder desentrañar los mecanismos que hacían funcionar todo ese trash de la década anterior, de enumerar todas y cada una de sus reglas y de anticipar y desarmar sus trampas.

Sólo cinco años después de la aparición de Scream el cine norteamericano pareció recuperar algo de respeto por el miedo. Entonces llegaron Sexto sentido y El proyecto Blair Witch. Ambas fueron éxitos enormes que se tomaron a pecho la misión de infundir algún temor en el público. Un retorno a los miedos primitivos, a terrores infantiles, se dijo –los fantasmas de quienes no murieron en paz, las brujas que habitan los bosques–, el miedo a la oscuridad; a cosas menos tangibles que un psicópata con un hacha; más interesadas en el suspenso, en la incertidumbre y en muchos casos en supersticiones de la vida cotidiana y leyendas urbanas (en esta exploración, muchas de las nuevas películas fracasaron, pero otras encontraron algo verdaderamente nuevo: en Destino final, la amenaza proviene de los electrodomésticos más comunes; el miedo es el miedo a subirse a un avión que en una de esas estalla en el aire).

Agotadas las diez mil maneras de despanzurrar a un adolescente, Hollywood volvió a concebir el cine de terror como un género que podía venderse a un público adulto y por el que se podían arriesgar, entonces, muchos millones de dólares y hasta firmar contratos con superestrellas. Hay una secuencia que va de cinco, seis años atrás, de films como Sexto sentido, al cine de terror del nuevo milenio, y que pasa obviamente por un caso como el de Los otros, de Alejandro Amenábar, y en el que se puede ver alguna conexión con la ola de remakes occidentales del cine de fantasmas japonés (la última de las cuales es Agua turbia, que se estrena esta semana). La otra vertiente del nuevo terror norteamericano se compone de las remakes y secuelas tardías de hitos del horror de fines de los ’60 y los ’70 (desde El exorcista: el comienzo, hasta La masacre de Texas, pasando por El amanecer de los muertos, la inminente El terror de Amityville y la flamante Tierra de los muertos), que, producidas después del 11-S, se pusieron a tiro para todo tipo de interpretaciones sociológicas y políticas.

70 años de disgustos

Axel Kuschevatzky, creador y director de la revista especializada en terror y ciencia-ficción La Cosa, suscribe, a este respecto, la tesis de lo que los académicos norteamericanos llaman estudios integrados sobre el género; “tesis que tratan de relacionar movimientos de modas y tendencias de consumo con el contexto”. Y menciona dos libros esenciales que examinan el fenómeno desde esta perspectiva: The Monster Show, una historia cultural del horror, de David Skal, y Seeing Is Believing, de Peter Biskind. “Ambos autores trazan ciclos de aparición del terror y la ciencia ficción”, explica Kuschevatzky: “Para Skal, frente a situaciones tales como temores institucionales, una guerra o alguna crisis de gobierno, en un plazo bastante inmediato se da una suerte de boom del cine de terror. Skal identifica el boom de películas de terror de principios de los ’30 de la Universal –con Drácula y Frankenstein– con la Depresión. El principio del segundo boom de la Universal, que fue en 1941, con El lobo humano, protagonizada por Lon Chaney Jr. durante la Segunda Guerra. Con el pico de la Guerra Fría, o sea desde mediados de los años ‘50, aparecen las películas de los monstruos atómicos y reaparece el terror gótico con las películas de la Hammer en Inglaterra, los films de Ricardo Freda y Mario Bava en Italia y las películas basadas en cuentos de Edgar Alan Poe hechas por Roger Corman. La derrota de Vietnam y el Watergate explicarían el boom siguiente, que iría desde El exorcista y todas sus imitaciones y continuaciones hasta La profecía”. ¿Y qué pasó en los ’70, una década tan fecunda en mitos cinematográficos originarios? Hay sucesos aún más específicos que Vietnam, señala Kuschevatzky: “Wes Craven dice que sus films Las colinas de los ojos malditos y más Last House On The Left, vienen a ser algo así como el final del hippismo; reflejan la aparición del Clan Manson: convierten el sueño de volver a lo natural de fines de los ‘60 en una pesadilla. El clan Manson era una versión sanguinaria y perversa de la fantasía de la comuna hippie. Muchas de estas películas giran alrededor de clanes familiares: es el caso de La colina... y el de El loco de la motosierra (primera versión de La masacre de Texas)”. Como estas películas, agrega Kuschevatzky, no se estrenaron en la Argentina en su época debido a la censura, sólo pudimos verlas descontextualizadas, que es un poco el problema al que se enfrentan sus remakes actuales. “Hoy, si bien la remake de Texas Chainsaw Massacre está bien, la idea de una familia de caníbales es mucho menos perturbadora que hace treinta años. Este cine fue absorbido por los estudios, y estas películas que fueron distribuidas originalmente por compañías chiquititas hoy son distribuidas en todo el mundo por grandes corporaciones.”

Como telón de fondo y tiro del final para toda una época, por supuesto, el Watergate: “Es muy significativo el descubrimiento de Nixon como un estafador”, propone Kuschevatzy. “La caída de esa imagen paterna aparece también en los padres de las películas que no logran sostener a sus familias en momentos de tensión como pasaba con el senador en La profecía o con el personaje de James Brolin en Aquí vive el horror”.

Para los ’80, al comienzo de la salvaje era Reagan, corresponde toda la serie de asesinatos de adolescentes mencionada al principio; pero Kuschevatzky rescata otro aporte específico de Skal sobre la década: “Casi a fines de los ’80 hay un nuevo boom vinculado estrictamente con lo físico, con la moda de las cirugías estéticas y con la aparición del sida. Se ejemplifica con películas como La mosca, de Cronenberg, donde el terror tiene una forma física muy concreta –un tipo que tiene una enfermedad por la cual se le caen pedazos del cuerpo–, y con El ansia, donde el vampirismo se transmite a través de la sangre”.

El miedo al miedo

Si las remakes de films de terror de los ’70 quedaron vaciadas respecto de las inquietudes que impulsaron a los films originales y no alcanzan a reflejar el tipo de locura que se respira en los nuevos tiempos, puede que esa función haya recaído en la línea que vincula películas de terror psicológico como Sexto sentido con las remakes de films japoneses de fantasmas. Películas como La llamada y El grito no terminan de occidentalizar la larga tradición de cuentos de fantasmas nipona que dio lugar a Ringu o Ju-on (sus respectivos originales), sino que parecen más bien tomar los elementos de suspenso puro, de terror psicológico, de inquietud y de miedo a lo desconocido. Es que la forma, tan específica, de representar a los espectros en el cine nipón (que proviene en parte del teatro) no termina de cuajar en el cine de terror norteamericano. Al menos esto es más claramente así en la primera de las dos, que fue, sugestivamente, la más exitosa. Podría arriesgarse que la conexión con los públicos occidentales pasa antes que nada por la idea de lo imprevisible, de un círculo infinito de desgracias que caen azarosamente y se reproducen en situaciones y ambientes cotidianos (la videocasetera, el teléfono que suena cargado de malas noticias). El miedo mayor en estas películas parece ser el miedo a vivir aterrorizados.

Pero lo más sugestivo del Hollywood que mira hacia Oriente en busca de nuevos relatos es que todavía no se haya animado a meterse con el otro cine de terror nipón, uno de ribetes apenas fantásticos y con un anclaje bien real, como son las películas de suicidios y masacres adolescentes, al estilo de Batalla real y The Suicide Club. Puede que Elefante, de Gus van Sant, venga a cumplir con esa función en el cine norteamericano, pero todavía la industria parece estar lejos de reconocer que es ahí donde se aloja el verdadero potencial del cine para provocar terror.

De Dracula a Batman

Y si se reconoce que los grandes terrores sociales pueden encontrar canales incluso más aptos que el propio cine de terror –de vuelta: cine de conspiraciones políticas o catástrofes que, a la manera de El día después de mañana, plantean grandes alertas sobre responsabilidades científicas e institucionales–, nada sería más elocuente en este sentido que Batman inicia: una película de terror envasada como cine de superhéroes. El director y coguionista Christopher Nolan decidió apostar a cierto “realismo” (al menos alejado de la artificiosidad de los films anteriores del personaje) y transformar al miedo en la médula de la historia: el miedo es el gran motivador del héroe, el componente principal del arma de sus villanos y el gran desorganizador de la vida urbana; una amenaza permanente. Para bien o para mal, la paranoia desatada por el 11 de septiembre obligó –a público, críticos y cineastas– a resignificar toda la producción del género a la luz (o la oscuridad) del nuevo estado de cosas. Al borde del infarto, mientras los trípodes gigantes vuelan todo en pedazos y asesinan terrícolas sin piedad, la nenita rubia de la Guerra de los mundos le pregunta a papá Tom Cruise: “¿Son los terroristas?”.

Ni hombres lobos, ni monstruos radiactivos, ni familias de caníbales, ni asesinos seriales; nuestros nuevos fantasmas, el verdadero miedo, es el miedo a vivir con miedo sin saber con miedo a qué.

lunes, agosto 15, 2005

Roca’n’roll


POR NIGEL WILLIAMSON

Cuando Frank Zappa la escuchó por primera vez quiso dejar la música. Para Bruce Springsteen, liberó la mente como Elvis había liberado el cuerpo. Y a Lennon y McCartney los estimuló al punto de empujarlos a grabar Rubber Soul. A cuarenta años de la grabación que cambió para siempre el rock, la historia de “Like a Rolling Stone”, lo primero que escribió Bob Dylan el día en que decidió dejar la música.

Hace cuarenta años, Bob Dylan entró al estudio A de Columbia en la 7ª Avenida de Nueva York y grabó la mejor canción en la historia de la música popular.
En las grabaciones originales, al final de la toma cuatro del segundo día –el momento en que lo lograron, y la versión que treinta y cuatro días más tarde sería lanzada como el simple de más larga duración del mundo hasta ese entonces–, se puede escuchar la voz del productor Tom Wilson diciendo: “Para mí eso suena bien”.
Dylan sabía que era más que bueno. Como dijo en una entrevista radial poco después, la canción representaba “una categoría nueva”. “Like a Rolling Stone” desbarató los parámetros de lo que era posible hacer en cuatro versos y un coro, un cambio de paradigma que significó: a) que la composición de canciones jamás volvería a ser la misma; b) que Dylan podía decir sin ironía que “nadie había escrito canciones antes, realmente”.
En seis minutos y seis segundos –o cinco minutos cincuenta y nueve segundos, como afirmó Columbia con la esperanza de que llevarla a menos de seis minutos le garantizaría difusión radial–, Dylan lanzó la Némesis de Tin Pan Alley.
Todos los demás lo sabían, también. En Los Angeles, cuando Frank Zappa escuchó por primera vez “Like a Rolling Stone”, quiso dejar el negocio musical. “Sentí que si esto ganaba, y si lograba lo que se suponía debía lograr, yo no tenía nada más que hacer”, recordó más tarde. En Nueva Jersey, el quinceañero Bruce Springsteen también se dio cuenta claramente de que algo por completo diferente había llegado a la música pop. “Elvis liberó nuestro cuerpo –observó un cuarto de siglo más tarde–, pero Dylan fue un paso más adelante e hizo un disco que liberó nuestra mente.” En Londres, contemplando el Ivor Novello que acababan de ganar por escribir “Can’t Buy Me Love” en un estilo que ahora sonaba pintoresco y anticuado, John Lennon y Paul McCartney escucharon con atención y después elevaron su vara creativa con Rubber Soul.
“Like a Rolling Stone” fue más una revolución que una canción, lo que explica por qué la editorial Faber & Faber publicó Like a Rolling Stone: Bob Dylan at the Crossroads de Greil Marcus. Una rápida investigación revela que es el tercer libro escrito sobre una sola canción (las otras son “Amazing Grace” y “Strange Fruit”, ejemplos que enfatizan la rareza de la nueva distinción).
La respuesta del propio Dylan al 40º aniversario de la más grande de sus canciones ha sido menos entusiasta. La cantó como bis en marzo del 2005 en las primeras fechas de su actual gira por Estados Unidos. Después la reemplazó por “All Along the Watchtower” y, en este momento, la canción reapareció sólo una vez durante un show en Chicago.
Junio de 1965. El astronauta Edgard White acababa de completar la primera caminata espacial de los Estados Unidos, y el ejército norteamericano desplegaba batallones de combate en Vietnam por primera vez, señalizando una escalada en su participación directa en una guerra que, para fines de ese mismo año, tendría a 190 mil soldados en Vietnam.
En algún lugar entre estos dos símbolos gemelos del optimismo de una nueva frontera y la inminente aparición de la desesperación en el sudeste asiático, el 16 de junio en un estudio de Manhattan, Dylan y un puñado de músicos sesionistas –el guitarrista Mike Bloomfield, el baterista Bobby Gregg, el pianista Paul Griffin, el bajista Paul Macho Jr, Al Kooper en órgano y Bruce Langhorne con la pandereta turca gigante que había inspirado recientemente otra gran canción de Dylan, “Mr. Tambourine Man”– hicieron su propia historia.
Dylan y Wilson habían pasado horas frustrantes el día interior con un grupo de músicos apenas diferente; grabaron media docena de tomas poco inspiradas de “Like a Rolling Stone”. También habían intentado versiones de “Phantom Engineer” (más tarde recuperada como “It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry”) y “Sitting on Barbed Wire Fence”; ninguna de estas versiones llegaría a ser parte del disco Highway 61 Revisited.
“Like a Rolling Stone” podría haber tenido el mismo destino. Son reveladoras las diez tomas que pueden encontrarse escondidas en el CD-ROM interactivo del relanzamiento de Highway 61 de 1995. Durante el primer minuto de la primera toma, el primer día, Dylan se detiene para quejarse: “Lo perdimos, amigo”. La siguiente toma encuentra a un exasperado Bloomfield jugando a ser el jefe: “Mi menor bemol suspendida cuarta - mi menor bemol sin la séptima - mi menor bemol suspendida”, les dice. “Así es”, responde Dylan, lo que provoca considerables carcajadas.
Otra toma es destruida casi antes de comenzar por el recargado Hammond del organista Frank Owen, asegurando que no fuera invitado al día siguiente.
También existe la incompleta toma en vals de 3/4 que eventualmente se escuchó en The Bootleg Series: Volumen 1-3 de 1991; Dylan canta “solías divertirte de” en vez de “reírte de”, y colapsa a los dos minutos cuando exclama: “La voz se fue. ¿Querés intentarlo otra vez?”. Aunque fue grabada sólo veinticuatro horas antes, es una canción completamente diferente de la versión definitiva (lenta, melancólica, más parecida a una balada folk que al futuro del rocanrol).
Afortunadamente, lo intentaron otra vez. Al día siguiente, Owen y el guitarrista Al Gorgona se habían ido y entró Al Kooper, de 21 años, cuya presencia fue crucial. Era guitarrista, pero fue invitado por Wilson a que presenciara la grabación porque era fan de Dylan, pero no se lo convocó para tocar en la sesión. Aunque Kooper tenía otras ideas.
“La sesión estaba programada para las dos de la tarde, pero llegué temprano, a la una y veinte, con mi guitarra. Me senté, la enchufé y precalenté”, recuerda. “A las dos menos cuarto, Dylan llegó con Mike Bloomfield, a quien yo no conocía.”
Cuando Kooper escuchó que Bloomfield empezaba a tocar, desenchufó su guitarra y se retiró hacia la consola, consciente de que no podía competir. “Me voló la cabeza, nunca había escuchado a un blanco tocar así”, dijo más tarde.
Los primeros ensayos encontraron al grupo trabajando el sonido que Dylan quería, con Griffin en el Hammond. Después Wilson lo hizo tocar el piano, en busca de una textura más cristalina. Kooper vio la oportunidad y le dijo a Wilson: “Ey, tengo una muy buena parte para este órgano”. El productor no le hizo caso, recordándole que no sabía tocar el órgano. En ese momento Wilson tuvo que irse para atender una llamada telefónica y cuando volvió Kooper estaba sentado al Hammond. “No me dijo que no, así que me arriesgué”, razona hoy.
Es una historia que por largo tiempo ha sido parte del folklore del rocanrol, con la sospecha de que probablemente el relato se fue exagerando durante todos estos años. Excepto porque la evidencia quedó grabada. Cuando Wilson volvió, se lo puede escuchar diciéndole a Kooper en tono sorprendido: “¿Qué estás haciendo ahí?”. Ambos se ríen, Wilson dice, “Bueno, ok”, y le permite a Kooper quedarse mientras la cinta gira para una nueva toma.
Es asombroso porque, aunque no conocía la canción y no tenía gran habilidad con el instrumento, la forma instintiva en que Kooper toca el Hammond inmediatamente aportó el elemento faltante que permitió que todo lo demás cayera en su lugar. Después de una tentativa incompleta y dos falsos comienzos, capturaron la canción en una toma cataclísmica en la que los acordes exultantes de Kooper mantienen la canción a flote durante seis minutos, retirándose en el momento justo para dejar sola a la guitarra de Bloomfield y surgiendo otra vez cuando termina su solo. Mientras tanto, el piano de Griffin gira alrededor de ellos y Dylan entrega su tono ácido, burlón, desdeñoso y amargo que se retuerce y enreda en los recovecos de su boca vengativa con magistral desdén.
El siempre reticente Dylan ha dado, raramente, una descripción detallada de la composición de la canción, que merece ser repetida sólo porque, como suele suceder con él, ofrece tantos interrogantes como respuestas.
Dylan volvió a Estados Unidos el 2 de junio de 1965, después de una triunfal pero emocionalmente agotadora gira por Gran Bretaña (capturada de manera brillante en toda su tensa intensidad en Don’t Look Back). Quemado, cansado, en pésima forma gracias al agotamiento y las drogas, Dylan se retiró a una cabaña en Houston que era propiedad de la madre de Peter Yarrow (de Peter, Paul & Mary).
Su futura esposa Sara Lowndes estaba con él, y Dylan aparentemente le prometió que su relación con Joan Baez estaba terminada (se puede ver el deterioro del romance en Don’t Look Back), tal como su relación con el rock’n’roll. Entonces llegó “Like a Rolling Stone”, no planeada e inicialmente no deseada.
“La escribí después de decidir abandonar todo”, afirmó Dylan en 1966. “Literalmente había dejado de tocar y cantar.” En cambio se encontró “escribiendo esta historia, este largo vómito de veinte páginas, y de ahí saqué ‘Like a Rolling Stone’ y la convertí en un simple”.
Consideraba a la canción como un salto adelante, era evidente. “De pronto me di cuenta de que esto era lo que debía hacer”, dijo poco después del lanzamiento de la canción. “Nadie lo había hecho antes. Mucha gente, cualquiera de hecho, puede escribir muchas de las cosas que yo solía escribir. Yo sólo las escribí primero porque a nadie se le ocurrió hacerlo antes. Pero eso sólo fue porque estaba hambriento. Nunca había encontrado a alguien, o escuchado nada parecido, y escucho mucho...”
En este punto su voz se perdió, como si contemplar el poder de la canción lo abrumara y le robara la capacidad de articular palabra. “No digo que sea mejor que cualquier otra cosa”, resumió. “Digo que ‘Like a Rolling Stone’ es lo que yo debo hacer. Después de escribirla, no me interesó escribir una novela o una pieza teatral. Quiero escribir canciones. Porque era una nueva categoría por completo. Quiero decir, nadie antes había escrito una canción realmente.”
Tenía razón. Lo había insinuado antes en varias canciones de Bringing it All Back Home, lanzado en marzo de ese año. Pero “Like a Rolling Stone” representaba un género nuevo de composición musical, poblado de alusiones surrealistas a personajes como “la señorita Solitaria”, la “puta misteriosa”, y un “Napoleón en harapos”, más referencias indescifrables a un “diplomático en un caballo de cromo” con un “gato siamés”.
Era más Allen Ginsberg que “Going to A Go-Go”, a pesar de que Dylan declarara que Smokey Robinson era uno de los poetas norteamericanos vivos más grandes. Era una canción que creaba su propio mundo misterioso y autosuficiente. Pero aun así era innegablemente rock’n’roll. “Hound Dog” de Elvis encontrándose con “Aullido” de Ginsberg en un feroz grito de genio poético.
Es muy probable que el largo vómito de veinte páginas fuera originalmente parte de Tarántula, la novela a medio terminar en la que había estado trabajando el año anterior. En cambio resultó ser el fin de las pretensiones de Dylan como novelista, y el libro fue dejado de lado. Ya había trascendido la forma y se había dado cuenta de que podía decir más en una canción de cuatro, cinco o seis minutos que en una novela de trescientas páginas.
La teoría de que la letra de “Like a Rolling Stone” podría haber nacido de un pasaje destinado a Tarántula fue acreditada por el propio Dylan cuando la describió como “una cosa rítmica en papel” que nunca había consideradouna canción hasta que “un día me senté al piano con el papel cantando ‘How does it feel’ en un ritmo lento”.
Le contó una historia apenas diferente a Cameron Crowe en las notas para la caja Biograph de 1985; no mencionó el retiro ni las veinte páginas de prosa: “Escribí la canción en una cabaña. Veníamos de Nueva York y yo tenía tres días ahí para completar algunas cosas. Simplemente llegó. Empezó con el riff de ‘La Bamba’...”.
Entonces, ¿el poeta laureado del rock’n’roll fue disuadido de retirarse por un disco de Richie Valens? Ciertamente, si es verdad que pensó en abandonar la música, fue el retiro más corto de la historia, porque trece días después de regresar de Inglaterra estaba de vuelta en el estudio.
En ese tiempo escribió su largo vómito, se sentó al piano, encontró una canción escondida dentro y se la enseñó a Mike Bloomfield.
“Fui a su casa y lo primero que escuché fue ‘Like a Rolling Stone’”, recordaba Bloomfield en 1968. “Quería que comprendiera el concepto de la canción y cómo tocarla. Creí que quería blues, porque es lo que yo hago. Pero dijo: ‘Hombre, no quiero nada de esas cosas estilo BB King’. Así que me desmoralicé. ¿Qué carajo quería? Jugamos con la canción. La toqué como a él le gustaba y dijo que tenía onda.”
Nada de esto, sin embargo, da cuenta de sobre qué trata la canción. Pero incluso aquí Dylan ha sido inusualmente directo sobre sus intenciones, diciendo que la canción salió de “un firme odio dirigido a un punto que era honesto. Al final, no era odio. Fue decirle a alguien algo que no sabía. Venganza. Esa es una palabra mejor. En tu mirada, ves a tu víctima nadando en lava. Colgando de una rama partida. Saltando, pateando el árbol, golpeando un clavo con tu pie. Ver alguien inmerso en el dolor que estaban destinados a encontrar”.
Entonces, ¿qué conjuró esta erupción volcánica de odio o venganza? ¿Y a quién le dirigía Dylan un par de verdades? Hay muchas teorías. ¿La pobre Joan Baez que, como se vio en Don’t Look Back, había sido blanco de desprecio y burla durante la gira por Gran Bretaña? De seguro un blanco demasiado fácil. Baez creía que estaba dirigida a Bobby Neuwirth, uno de los más cercanos aliados de Dylan en ese tour. ¿O era una pieza de auto-análisis inteligentemente disfrazada donde el que necesitaba escuchar algunas cosas que no sabía era el propio Dylan?
En su libro My Back Pages: Classic Bob Dylan 1962-69, el crítico Andy Gill se inclina por la última teoría, apuntando que el apellido de soltera de la madre de Dylan era Stone y que él de hecho había rodado un largo camino desde su casa. Gill argumenta que en el corazón de “Like a Rolling Stone” se habla de lo siguiente: “Realmente, para conocerse a uno mismo y encontrar plenitud, es necesario enfrentarse al mundo solo, amoldar el futuro y la propia filosofía desde la experiencia propia, sin la comodidad de los favores o los padrinazgos. En cambio, uno debe lanzarse lejos de la orilla y adentrarse en aguas desconocidas sin dirección de vuelta a casa”.
Es una interpretación que encuentra eco en Jan Wenner, cuya revista Rolling Stone eligió a “Like a Rolling Stone” como la mejor canción del mundo en una lista de 500. “Sos invisible, no tenés secretos..., eso es tan liberador”, le dijo a Greil Marcus para su nuevo libro. “Ya no le temés a nada. Es inútil ocultar toda esa mierda. Sos un hombre libre.” En esta lectura, la mueca desdeñosa y triunfalista de Dylan se transforma en un revelador –y liberador– instante de autoconocimiento.
Pero, por supuesto, “Like a Rolling Stone” es la mejor canción de todos los tiempos por la interpretación. Como ha señalado el compositor Michael Pisaro, la voz de Dylan es distintiva, sabedora, y su interpretación tan convincente que los niveles de significado serían igual de evidentes si Dylan “estuviera cantando en antiguo griego o ruso contemporáneo”. Al final de su libro, Greil Marcus recuerda que aunque “Like a Rolling Stone” fue un triunfo del oficio, la voluntad, la inspiración y la determinación, lo genial de la versión que conocemos es que de hecho también fue un accidente.
Desde el primer golpe de tambor similar a un disparo de Bobby Gregg hasta la armónica que se desvanece al final, la toma editada fue algo único que no podía volver a repetirse. Dylan y sus músicos intentaron una docena de tomas más, pero ninguna recapturó el espíritu de ese momento único. Y por eso, en última instancia, “Like a Rolling Stone” es más un evento que una pieza de música pop. Por definición, un evento es algo que sólo puede ocurrir una vez. Lo glorioso es que sucede una y otra vez cada vez que escuchamos la canción.

domingo, julio 31, 2005

Hardboiled 3.0

Con Sin City, la ciudad del pecado, Robert Rodríguez consiguió la adaptación más fiel de un comic a la pantalla hasta ahora. Los blancos y negros son impactantes, los efectos tienen lo suyo, y Bruce Willis, Benicio del Toro y Clive Owen están más que bien como protagonistas. Pero la perla de la película es el regreso de Mickey Rourke en la piel de un vengador bestial.

Por Hernán Ferreirós
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La nueva película de Robert Rodríguez es la adaptación más fiel a un comic jamás filmada. Esto no es necesariamente algo bueno. Si bien muchísimas de las películas llegadas de Hollywood tienden a la ligereza y a la inconsistencia de un mal comic, ésta eligió un camino distinto: transportar literalmente el lenguaje visual de la historieta o, más específicamente, el lenguaje visual de la historieta de Frank Miller, uno de los pocos auteurs del comic industrial, a la pantalla.

Miller es un semidiós para los lectores de comics, sobre todo por El regreso del Señor de la Noche, la mejor historia de Batman alguna vez publicada –que podría convertirse en la mejor película de Batman si alguien contratara a Clint Eastwood para protagonizar su adaptación antes de que se muera– y que inició una era de oscuridad y de algo así como un realismo psicológico sucio para los comics mainstream norteamericanos. Miller hizo por la historieta de superhéroes algo parecido a lo que Hammett y Chandler habían hecho por el policial cincuenta años antes. Toda su obra de los ‘80 es abiertamente noire, así trate sobre ninjas y justicieros ciegos, e influyó en todo lo que vino después.

Sin City es su incursión más literal en el género negro, acaso el intento de escribir el policial que le hubiera gustado leer. Para esta serie de comics, Miller tomó todo lo que lo fascinaba del hardboiled –los personajes brutales, los diálogos afilados como una gillette, las mujeres fatales–, lo cargó de anfetaminas y esteroides y lo puso en una historia monolítica. Las historias de Sin City no son tanto una progresión dramática sino, en términos de Roland Barthes, una acumulación de punctum –el momento en que uno detiene la lectura, en que uno levanta la vista de la página porque encontró algo que lo interpela–. Barthes se refiere a la imagen, pero en el caso de la transposición a la literatura que le interesa a Miller habría que pensar en una línea de diálogo particularmente brutal, en una escena inconcebiblemente violenta, en una reacción completamente inesperada. Todos esos momentos dispersos a lo largo de decenas de novelas –pero sorprendentemente condensados en Mickey Spillane, fuente de plagio esencial aquí– están compilados en cualquier historia de Sin City. Por eso provocan un efecto de catálogo: en vez de tener lo que tienen que tener, tienen todo: los diálogos lacerantes, las traiciones imperdonables, el sexo gratuito, la violencia extrema. Sólo están ausentes las dilaciones que en los textos originales servían para construir historias y personajes, y separaban esos momentos. Pero esto es hardboiled 3.0.

En las historietas de Miller no hay muchas vueltas: los protagonistas quieren algo, generalmente vengarse, hay alguien que se opone a ellos y uno de los dos termina hecho papilla. Aunque falta la tridimensionalidad, la densidad de una historia clásica, cuando funcionan, el resultado no podría ser mucho más gratificante.

De las muchas historias de Sin City, la película toma cuatro: una breve a modo de prólogo (The Lady Wore Red, tan ínfima que es casi un gag) y tres más: The Big Fat Kill, The Hard Goodbye y That Yellow Bastard. La mejor, tanto en el papel como en la pantalla, es The Hard Goodbye, protagonizada por un Mickey Rourke con una máscara casi tan escalofriante como su rostro real.

Si Kirk Douglas recibiera una dosis de radiación como la que convierte al doctor David Banner en Hulk, seguro quedaría idéntico a Marv (Rourke). Movido por el deseo de torturar y asesinar a los responsables de la muerte de Goldie, la prostituta que le regaló una noche de pasión, Marv, máquina humana de destrucción, se enfrasca en una lucha muy desigual contra todos los poderes de la ciudad del pecado. Desigual para ellos, claro. Marv habla un dialecto estrictamente hardboiled (“cuando lo mandé al infierno seguro que le pareció el cielo después de todo lo que le hice”) y es capaz de sobrevivir a cuatro embestidas consecutivas de un Porsche a 120 kph. En suma, combina la mentalidad de un tiranosaurio con la capacidad de recuperación del Willie T. Coyote. Este es el tono del film. Aquí no hay sutilezas. En las otras historias, Miller y Rodríguez apenas bajan un cambio y quedan en quinta.

Fuera de la animación, nunca una adaptación de un comic se acercó tanto al estilo gráfico del original. Claramente Rodríguez usó las historietas como story boards. En los comics, Miller no usó grises, sólo blanco y negro –mucho más negro que blanco– y algún color, generalmente rojo, en momentos significativos. En la pantalla, el resultado es extraordinario. La visión de Marv, con todo el cuerpo cubierto de curitas de un blanco iridiscente, permanecerá como uno de los muchos hallazgos para aquellos que no la hayan visto en el comic.

Sin embargo, este experimento no carece de problemas. Como en Capitán Sky y el mundo del mañana, todos los fondos y buena parte de la utilería son CGI. El efecto general es similar al de esa película: un mundo cerrado, que posa para beneficio de la cámara. En Sin City nunca parece haber más habitantes que las dos o tres personas que están en la pantalla. Y eso le resta varios grados de “existencia” a su mundo. Desde luego que no se pretende que olvidemos el artificio de lo que estamos viendo, pero no es eso lo que socava este mundo. En el cine, la imagen tiene una riqueza mayor que en el comic: está llena de elementos sin función que provocan un efecto de realidad. Al transponer el vacío, los enormes paneles negros de Miller a la pantalla, no se reproduce la sensación de opresión y oscuridad de las historietas sino un achatamiento del mundo que se muestra. El mismo recurso no funcionó igual en ambos medios.

Algo similar puede decirse de la voz en off: volcar cada una de las líneas del monólogo interior de los protagonistas de cada historia a la pantalla resulta un exceso. Aunque el monólogo interior es un recurso tradicional del género negro, aquí termina incomodando. Pareciera que no se confía en el poder de la imagen para narrar.

Desde luego, sólo los hombres tienen monólogo interior. Las mujeres son muñecas de carne que cumplen la función narrativa de la víctima: seducidas, torturadas, violadas, mutiladas y asesinadas (aunque ellas también seducen, mutilan y matan). El género negro, el bueno, reclama personajes femeninos un poco menos uniformes; es más, son esenciales. Mujeres fatales capaces de engañar, enloquecer, traicionar, martirizar, pensar tres veces más rápido que un hombre y llevarlo a la ruina y a la muerte. Las femmes fatales del género negro juegan a que son víctimas, pero en verdad son victimarias o, al menos, eso intentan, porque en verdad el hombre prevalece, pero la batalla es más interesante y más intrincada que acá. En esta película, las mujeres son fantasías sexuales adolescentes, que pueden dispararle a un hombre, pero nunca engatusarlo. La política de los sexos del film está apenas un escalón por encima de la del porno.

El género negro tiene una moral, que es el centro de gravedad del protagonista. Una línea que nunca se va a cruzar: hay gente a la que no se traiciona, cosas que no se dicen. Aquí todo eso se pisotea con tal de hacer un gag más, de llevar un paso más allá el exceso. En lugar de plantear una moral alternativa, la del detective, la película, con todo su desenfreno, termina siendo moralista porque, en definitiva, nos dice que quien la hace la paga, que quien comete un delito de un modo u otro termina siendo castigado para que, de este modo, el orden social sea recompuesto. Por esto la incorrección política de Sin City es sólo una pose, un gesto más del catálogo de manierismos que Miller/Rodríguez copian y amplifican del género noir. Con sus castraciones, mutilaciones, decapitaciones, canibalismo y torturas, con todos sus excesos, Sin City es una película complaciente con sus espectadores, que esperan exactamente eso. Sin embargo, también es un film que se anima a explorar un estilo visual distinto, la visión de dos creadores que hicieron exactamente lo que querían. Para una producción que viene del corazón de Hollywood, no es un mérito menor.

domingo, julio 24, 2005

Feliz Cumple Amazon.com

No podia dejar pasar esta nota de Rodrigo Fresan publicada en Pagina 12. Espero les guste.


Amazon, Uqbar, Orbis TertiusMientras el mundo estalla de conflictos, la aldea virtual está de fiesta: amazon.com cumplió diez años y festejó a lo grande su facturación multimillonaria con un recital gratuito que se vio en su página y famosos entregando envíos en persona. Y pensar que todo empezó con tres amigos en un garaje dispuestos a perder plata por un buen tiempo...
Por Rodrigo Fresán
UNO Amazon.com cumplió diez años. Parece que fuera un siglo. Porque el tiempo –el tiempo de los últimos tiempos– y, especialmente, de las tiendas virtuales es, también, virtual. El tiempo ya no es lo que era. El tiempo es y punto. Presente constante que se conjuga así: Yo ahora, tú, ahora, él ahora...
DOS Y pensar ahora en Amazon.com no como en una casa embrujada sino como en algo mucho más inquietante: un shopping-center fantasma. Amazon.com es –al mismo tiempo– el territorio a hechizar y el espectro en cuestión. Una entidad fuera del tiempo. Y en el espacio. Magia. No es casual que, originalmente, Amazon.com fuera a llamarse Cadabra. Hasta que alguien le comentó a su creador, Jeff Bezos, que “sonaba demasiado a cadáver”.
TRES El megaimperio on-line festejó su primera década a lo grande. El pasado sábado 16 de julio tiró la computadora por la venta. Concierto de un Bob Dylan cada vez más feliz y despreocupadamente for rent cuando de corporaciones se trata (lo próximo será un CD que se venderá exclusivamente en la cadena cafetera Strabucks) y con Norah Jones como telonera. El concierto pudo verse en vivo y en directo en el mismísimo site. También se ofrecieron cosas más prácticas como descuentos varios. Y hasta la posibilidad retronostálgica de “visitar” la réplica de lo que fue la primera página del primer día in-line. Yo la vi: comparada con lo que es ahora, el origen gráfico de Amazon.com parece algo así como decoración de interiores de una cueva en Altamira, España. Pero feo. Nada envejece más rápido que lo moderno.
CUATRO En lo personal, yo demoré en llegar a Amazon.com Demoré en tener e-mail; y mi computadora de entonces era tan primitiva que no tenía capacidad chip-neuronal para procesar la data de Amazon.com Así que compraba a través de amigos que, cuando llegaba la caja en cuestión, me llamaban por teléfono, yo iba a sus casas y, previo intercambio de billetes, yo liberaba al rehén.
La computadora –el correo electrónico– mató la carta pero resucitó la encomienda.
CINCO Y ese olor a nuevo llegando desde tan lejos. Y qué lindas que son las cajas y los acolchados de Amazon.com Recibirlas es volver a ser niño navideño pero mucho mejor, mejorado. Porque nunca creímos en Santa Claus; pero es tan sencillo creer en Amazon.com Santa Claus, lo supimos entonces, sólo cree en nuestra tarjeta de crédito.
SEIS Y, al principio, la verdad que yo no le di mucho crédito a Amazon.com No entendía, por más que el Citizen Jeff Bezos hubiera sido elegido Man –perdón– Person of the Year por Time Magazine, cómo era eso de que la empresa diera pérdidas durante muchos largos años y recién hace muy poco empezara a dar ganancias.
Y sigo sin entenderlo. Tal vez debería comprar alguno de los muchos libros sobre Jeff Bezos y el fenómeno Amazon.com que se consiguen, claro, en Amazon.com Estos son los títulos de algunos de ellos ordenados –según el cerebro central de Amazon.com– por importancia: Amazon.com: Get Big Fast, Big Shots, Business the Amazon.com Way: Secrets of the Worlds Most Astonishing Web Business, Amazonia: Five Years at the Epicenter of the dot.com Juggernaut, Amazon.com for Dummies, 21 Dog Years: Doing Time@ Amazon.com, Jeff Bezos: Business Executive And Founder Of Amazon.com, Other People’s Treasures: Selling on Amazon.com, Jeff Bezos: Business Genius of Amazon.com, How to Sell Your Book or eBook Through Amazon.com, Jeff Bezos: King Of Amazon.com...
SIETE Pero una de las mejores ideas de Amazon.com para autocelebrarse ha sido la de convocar a astros y estrellas para que –en tándem con el repartidor de UPS– entreguen en persona algunos envíos. Estos momentos dorados pueden verse por estos días –a modo de cortometrajes– en el site de la empresa. Allí el aburrido Harrison Ford entrega un DVD de La guerra de las galaxias y el sublime Jeff Bridges uno de El gran Lebowski. Emmylou Harris y John Hiatt llaman a puertas y reparten sus respectivos compacts. Daniel Handler –representante del invisible Lemony Snicket– llega con varios libros de los sufridos huérfanos Baudelaire y le pregunta a un niño que no entiende nada de lo que está ocurriendo si necesita ayuda para fugarse de su casa, lo interroga sobre una lastimadura en la nariz de su hermanita y, finalmente, luego de retarlo por permitir entrar en su hogar a un completo desconocido, lo ata a la silla de la cocina y se va de lo más campante. Efren Ramírez –el nerd-mex Pedro de Napoleon Dynamite– se presenta, como en su película, con película, flores y torta dedicada. Michael J. Fox le alcanza a alguien su autobiografía. Jasón Alexander entrega cuatro temporadas de Seinfeld, les pregunta a los destinatarios cuál es su personaje favorito de la serie, y ante la incómoda y larga duda a la hora de elegir exclama “¡Hey! Estoy frente a ti”. Anna Kournikova aparece con unos pares de Adidas bajo el brazo, pero a quién le puede interesar eso. También estaban Moby, un rapper, actores que no actúan demasiado bien... y desde ahí mismo todos apoyan a su entidad benéfica favorita. Pero lo cierto es que –más allá de la gracia y del ingenio– hay algo muy perverso en esto: aquí se juega con la idea de que, por un ratito, los famosos trabajen para los anónimos. Y, sabiéndolo, me pregunto cuántos ingenuos de USA no habrán comprado en estos días productos amazonianos fantaseando con la idea de que el cartero que sólo llama una vez sería mucho más que un cartero.
OCHO Ejemplo de infinita fe e ingenuidad sin límites: comprarse las obras completas de Salinger –esos cuatro inmensos libritos– y sentarse a esperar a que Jerry llame a la puerta.
NUEVE Y pregunta: si uno compra Jeff Bezos: King Of Amazon.com... ¿Te lo lleva Jeff Bezos?
DIEZ Experimento metaficcional: comprarse el propio libro o película o disco y entregárselo a uno mismo.
ONCE Desde un punto de vista adictivo, está claro que Amazon.com es un peligro, una droga eléctrica y dura, un trip del que cuesta mucho desenchufarse. El primero te lo vendo y el segundo también y un viaje de ida o, por lo menos, un viaje sin hora de retorno; porque meterse ahí equivale a abandonar toda esperanza y perderse en todos esos íconos y clicks y, ay, lo más terrible de todo es el apartado new and future releases donde uno acaba comprando... ¡¡¡cosas que todavía no existen!!! Y lo del principio: fantasmas...
DOCE Y también se sabe que el avance de la epidemia Amazon.com ha significado el fin de cientos o miles de pequeñas y acústicas librerías; porque imposible competir con su omnipresencia de Matrix y descuentos –si se vive en Estados Unidos o en algún país amazonizado como Alemania, Francia, China, Reino Unido, Canadá o Japón el correo sale barato y rápido– y con la emoción tan infantil del knock knock, quién es... Y, aunque parezca extraño, hay gente a la que no le gusta entrar a librerías. Recuerden: It was ten years ago today, Sgt. Bezos taught the gang to buy y en un principio fue nada más que libros (que desde hace un tiempo se pueden hojear desde nuestras pantallas); pero ahora, gracias a cada vezmás numerosas alianzas con otras empresas, también hay –nuevo y usado– DVD, compact-discs, accesorios, artículos de belleza, electrodomésticos (lo que más se vende por estos días), relojes y joyería, zapatos, automóviles, instrumentos musicales, sales de baño y comida gourmet, suscripción a revistas, juguetes para bebés y mascotas, muebles para interiores y jardín, herramientas para lo que venga, listas de bodas, entradas para cine y teatro, pasajes y turismo, teléfonos móviles y, por supuesto, computadoras.
TRECE Teoría paranoica conspirativa: el verdadero dueño y creador de Amazon.com –Jeff Bezos es apenas una fachada; sepan que el primer título que se vendió on-line fue Fluid Concepts and Creative Analogies: Computer Models of the Fundamental Mechanisms of Thoughts, de Douglas Hofstadter– se llama HAL 9000.
CATORCE Y todo esto comenzó en el sótano del garaje de Jeff Bezos en 1994. Tres amigos y tres computadoras en red. En 1995 fue el salto a Internet. El primer pedido demoró tres semanas en llegar, pero a los cinco meses ya recibían tres mil visitas diarias. Y después, enseguida, ya saben: Earth’s Biggest Selection.
Y, de acuerdo, algunos podemos estar ahora casados con Alibris.com; pero la insaciable Amazon.com siempre será nuestro primer amor. Y uno es apenas uno de sus 49.000.000 de amantes en actividad que, a lo largo del 2004, se gastaron en ella 7.000.000.000 de dólares. Signo inevitable de los tiempos: la Aldea Global no ha demorado en generar el Mercado Global. Comprar de todo, a cualquier hora, sin moverse de casa.
Falta menos para el día en que Amazon.com nos venda el alma que nunca tuvimos, que siempre tuvo el Diablo. Entonces, usarla. Y después –muy usada, casi rota– revenderla en Amazon.com
QUINCE Alguna vez escribí que en “El Aleph”, Jorge Luis Borges anticipaba el concepto de Internet: el universo entero brotando de un disco duro. Amazon.com, entonces, es la seductora y realizada pesadilla de otro cuento: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Otro mundo que está en éste –yo no hago caso, yo sigo buscando la fecha exacta de salida de la nueva novela de Brett Easton Ellis– y que, sin pausa y cada vez con más prisa, va comiendo y digiriendo todo lo que se le pone a tiro y a tecla.
Y el mundo será Amazon.com

viernes, julio 01, 2005

La primera foto de mi bebe


Ecografia 1
Originally uploaded by Alvaro Mendez.

Esta es la primera foto de mi bebe. La sacamos hace 1 mes, dentro de 2 semanas hacemos la segunda ecografía. En esta foto lo único que se puede distinguir es que es un solo bebe. Todo está muy bien por suerte, pudimos escuchar incluso su corazón.