domingo, noviembre 20, 2005

El guardián de las palabras

Radar, Pagina 12.

La controversia lleva ya un par de años y no parece que vaya a resolverse pronto. Mientras que amazon.com debió levantar los extractos de los libros a los que servía de vidriera virtual para la venta, Google intenta adelantarse a Yahoo y sus otros competidores en la creación de una biblioteca virtual universal, escaneando todos los libros existentes y ofreciendo online y completos aquellos que pertenecen al dominio público, y sólo algunas líneas, portada e información de aquellos otros que tienen un copyright vigente.

Una de las primeras discusiones que provocó la iniciativa de la Google Library se ubicó en el campo de las políticas culturales. El asunto se trató en estas páginas en su momento: el presidente de la Biblioteca Nacional Francesa puso el grito en el cielo; se habló de la “aplastante dominación norteamericana”; la Comisión Europea contraatacó anunciando que destinaría 96 millones de euros a digitalizar todos los libros de las veinte bibliotecas más preeminentes del viejo continente.

Pero el debate principal en este momento es de otra índole: Google está llevando adelante su proyecto de biblioteca virtual a través de Print.Google.com, en asociación con cuatro universidades norteamericanas (Michigan, Harvard, Stanford y Oxford) y con la Biblioteca Pública de la Ciudad de Nueva York, que le proporcionan su material para escanear y así pasarlo a formato digital. Los que se quejan ahora son algunos escritores y la mayoría de las casas editoriales, que avizoran una amenaza a sus intereses comerciales que podría hacerse efectiva en un plazo mediano. Como para tranquilizarlos –y, fundamentalmente, para detener el aluvión de demandas legales que ya ha comenzado con el objetivo de ponerle un freno a Print.Google, entre ellas una integrada por Simon & Schuster, una de la Asociación de Editores Norteamericanos, y otra del sindicato de autores– Google emitió varios comunicados en los que se asegura que de los libros escaneados que no pertenezcan al “dominio público” (una categoría que en muchos casos sólo puede determinarse mediante engorrosos procedimientos legales) el buscador apenas ofrecerá un extracto de unas cuantas líneas, de una extensión “menor a una página”, excepto en los casos en los que el editor que posea el copyright ofrezca y autorice una mayor extensión. Los voceros de Google aseguran que la publicación de un extracto favorecerá enormemente el negocio, ya que, dicen, a mayor información disponible sobre un libro, mayor será la cantidad de lectores que se interesarán en adquirirlo, y el mismo sitio les proveerá el link hacia la librería en la que pueden comprarlo o la biblioteca (tradicional, no virtual) en la que pueden consultarlo. También aseguran que no lucrarán directamente con las ventas de los libros; es decir, que Google no buscará un porcentaje de lo que amasen librerías y editoriales. Y suena creíble, ya que, de hecho, su apuesta a largo plazo ni siquiera parece estar basada en el mercado publicitario, sino en obtener un lugar de poder en el reino de los medios de información del futuro.

En la red circulan todo tipo de comentarios sobre la controversia: algunos escritores poco conocidos y editores independientes expresan su acuerdo con Google (Internet, sostienen, podría potenciar sus ventas, o al menos la lectura de sus libros); otros señalan que, si es cierto que con algunas palabras clave cualquiera podrá buscar un extracto de un libro con copyright, el usuario paciente e ingenioso se las arreglará para bajarse un libro entero gratis. Eso es algo que resulta más bien difícil de comprobar, ya que el sitio Print.Google.com todavía se encuentra en una etapa muy rudimentaria. Según apareció publicado en la revista Forbes unas semanas atrás, las demandas obligaron a Google a detener el escaneado compulsivo al que se habían abocado. Por ahora, la gran G dice haber parado las rotativas y aprovecha el momento para mostrarse ante el mundo como un gran democratizador de la cultura letrada: según uno de sus abogados y voceros, “el mundo sería un lugar mucho peor si el catálogo de una biblioteca sólo incluyera los libros que los editores pasaron y depositaron en ella”.


Articulo Publicado en Radar, Pagina 12.

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