A pesar de que había emprendido una política personal de no realizar mas copy&paste para escribir los post, hoy día he leído un artículo de Alberto Fuguet sobre Mario Vargas Llosa que no puedo dejar de pasar, sobre todo para un gran adminirador de MVLL como yo. Queda pendiente mi propio artículo, pero para empezar creo que éste de Fuguet está muy bien:
El fundador (literario) de la patria
Por Alberto Fuguet
Hasta los más pedrestres y poco iluminados reportajes económicos parten con esta pregunta: ¿Cuándo se jodió el Peru? (o el país de turno). Ahora que, al parecer, el Perú no está tan jodido, mi pregunta es, pues, ¿cuándo Mario Vargas Llosa inventó el Peru?
Soy escritor, exagerado por naturaleza, y antes que alguien me cite a Pizarro o Grau o algún otro prohombre que quizás no conozco por no haber ido al colegio en, digamos, el noble y melancólico barrio de Magdalena del Mar, mi impresión como fan, como incondicional (1) es que sino lo inventó al menos lo internacionalizó. Muchos me rebatirán que tal o cual poeta, tal o cual narrador es más clave, es anterior, es acaso superior. Puede ser. Aún así: MVLL lo inventó.
Un país no sólo se funda, no sólo se construye, no sólo se educa. Hay que narrarlo. Vargas Llosa lo hizo: desde San Isidro y Miraflores, a orillas de mar, hasta la selva y la sierra. Lo he dicho muchas veces y la gente le gusta preguntármelo, pero es cierto: me sé el mapa literario limeño de Vargas Llosa y las veces que he estado en Lima les cuento a los que puedo: por acá está el Leoncio Prado; donde ahora está LarcoMar es donde estaba el Parque Salazar; aquí nadaban en Día Domingo; éste el es colegio Champagnat. ¿Dónde está el Cream Rica? ¿Dónde está la Catedral? Mira, este es el Jirón de la Unión, y la Colmena, el territorio de Varguitas y de Pedro Camacho.
Siempre recomiendo a cualquier persona que desea o me dice que desea ser escritor El pez en el agua: no es un libro de recetas y consejos sino es uno de los pocos tratados que deja claro que para ser escritor debes enfrentarte a muchos fantasmas y ceder y perder mucho y aún así no hundirte, no desaparecer, ser capaz de levantarte.
Los escritores tendemos a mirar todo como si fuera una novela. En un mundo caótico, juramos que puede existir un orden y, tal como en los buenos libros, apostamos por esos momentos epifánicos en que uno cambia. En que algo se te devela y uno termina mirando las cosas de otro modo. De un modo mejor. Uno de esos momentos fue cuando cayó en mis manos el libro de cuentos Los jefes. Ese mismo mes, de uniforme, con la corbata mal anudada, me tragué, entre excitado y aterrado, el combo adolescente completo: Los cachorros y La ciudad y los perros. Nada se compara con leer algo que está escrito especialmente para ti. Directamente. Tenía la edad justa. Era el momento justo.
Uno de los regalos más grandes que ha me hecho MVLL es que me hizo pensar que yo también ser escritor y que podía ser latinoamericano. Que lo podía imitar: su mundo era su mundo, por cierto, pero también era el mío. VLL me dijo desde muy temprano: la gente de clase media, que toma helados y va a la playa o a colegios horrorosos, también son un tema digno de transformar en arte. Úsalos. Aprovecha tu propia experiencia. No todo es imaginación febril y exuberante. Lo fascinante del primer VLL es que sus libros no parecían arte, no tenían ese olor culterano y denso y, sin embargo, casi de refilón, me hacían sentir cosas. Los libros de VLL parecían inyectados de vida y esa vida venían del norte, de Perú, y desde entonces, para mi, Lima era donde estaba la fiesta, Lima era la ciudad que construyó en mi inconsciente.
Vargas Llosa democratizó la literatura y le dio oportunidad a todos para que creyeran en sí mismos. Sólo por eso, que no es poco, estaré siempre agradecido y en deuda. Mi impresión es que no soy el único. Yo, que partí solo, me he ido dando cuenta de que tengo muchos más hermanos de lo que imaginaba. Somos muchos los que creemos en MVLL, que siempre estaremos a su lado, que nos de la mismo sus fetichimos ideológicos. Estamos en todas partes, tenemos sus libros subrayados, y aquellos que no somos peruanos no podemos, no somos capaz, de separar Perú de Vargas Llosa. Perú nos dio Vargas Llosa y Vargas Llosa nos dio el Perú.
1) algo que en el mundo vargasllosiano es clave y no sólo se remite a los personajes que habitan el Planeta VLL sino a los lectores: los incondicionales somos aquellos –miles- que admiramos, recomendamos y defendemos a MVLL a pesar de todo: a pesar de algunas de sus ideas; a pesar que esas mismas ideas lo colocan en el lado de los castigados por los “iluminados y políticamente correctos”; a pesar de ciertos errores mediáticos o ser candidato a la presidencia o a ciertos excesos algo jet-set; todo esto da lo mismo: cuando uno se hace fan-discípulo-adicto a Mario Vargas Llosa, uno sella el pacto con sangre. Para siempre. La amistad y la lealtad –se sabe- está por arriba de todo. Uno en esta vida tiene que ser agradecido.
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