sábado, agosto 20, 2005

Cine > El terror ya no es lo que era

No nos une el amor sino el espanto

La llamada, El grito, Agua turbia, Tierra de los muertos, La masacre de Texas, La casa de cera: ¿por qué las películas de terror son todas remakes de películas japonesas o de películas de los ‘70?

Por Mariano Kairuz
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Para quienes quieran recordar los viejos buenos tiempos, el Malba organiza un ciclo con seis películas protagonizadas por Bela Lugosi y Boris Karloff juntos. La programación, en malba.org.ar y en la agenda

Una pregunta más o menos inquietante: ¿cuándo fue la última vez que las películas de terror nos asustaron de verdad? Otra, quizá más inquietante todavía: ¿las últimas películas que verdaderamente nos asustaron, eran películas de terror? Puede que, cuando el género no satisface esa necesidad, su función recaiga en otro tipo de películas: dramas más o menos realistas, ficciones políticas, catástrofes.

Sobre una cosa, al menos, parece haber cierta coincidencia: para fines de los años ’80 ya nadie se asustaba con las enésimas resucitaciones de Michael Myers (el asesino de la saga Noche de brujas), Jason Voorhees (Martes 13) y Freddy Krueger (Pesadilla), y estaba bastante claro que tampoco se lo proponían. Lo último que pretendía el cine de terror de consumo adolescente (es decir, casi todo el cine de terror de la época) era provocar miedo; y los guionistas y directores más avispados reconvirtieron sus series a tiempo, haciendo todo lo posible por inyectarles sentido del humor y autoconciencia, para reinventarlas como parodias de lo que habían empezado siendo. En este sentido, Freddy Krueger les ganó la carrera a sus colegas, que siguieron por años su anodina secuencia de achuramientos de teenagers. Y fue precisamente Wes Craven, el creador de Freddy –y de un par de los títulos “seminales” del cine de terror de los ’70– quien en los ’90, cuando el negocio estaba agotado, reapareció “triunfalmente” con Scream. Pero si bien pareció que esta nueva saga había llegado para revivir el género, lo que hizo en realidad fue terminar de decretar su muerte por la vía de la posmodernidad. Scream era lo que John Carpenter –todo un clasicista en gustos cinematográficos– llamó “la oleada del horror posmoderno”, diseñada para gente que se cree mucho más inteligente que las películas que consume; segura de poder desentrañar los mecanismos que hacían funcionar todo ese trash de la década anterior, de enumerar todas y cada una de sus reglas y de anticipar y desarmar sus trampas.

Sólo cinco años después de la aparición de Scream el cine norteamericano pareció recuperar algo de respeto por el miedo. Entonces llegaron Sexto sentido y El proyecto Blair Witch. Ambas fueron éxitos enormes que se tomaron a pecho la misión de infundir algún temor en el público. Un retorno a los miedos primitivos, a terrores infantiles, se dijo –los fantasmas de quienes no murieron en paz, las brujas que habitan los bosques–, el miedo a la oscuridad; a cosas menos tangibles que un psicópata con un hacha; más interesadas en el suspenso, en la incertidumbre y en muchos casos en supersticiones de la vida cotidiana y leyendas urbanas (en esta exploración, muchas de las nuevas películas fracasaron, pero otras encontraron algo verdaderamente nuevo: en Destino final, la amenaza proviene de los electrodomésticos más comunes; el miedo es el miedo a subirse a un avión que en una de esas estalla en el aire).

Agotadas las diez mil maneras de despanzurrar a un adolescente, Hollywood volvió a concebir el cine de terror como un género que podía venderse a un público adulto y por el que se podían arriesgar, entonces, muchos millones de dólares y hasta firmar contratos con superestrellas. Hay una secuencia que va de cinco, seis años atrás, de films como Sexto sentido, al cine de terror del nuevo milenio, y que pasa obviamente por un caso como el de Los otros, de Alejandro Amenábar, y en el que se puede ver alguna conexión con la ola de remakes occidentales del cine de fantasmas japonés (la última de las cuales es Agua turbia, que se estrena esta semana). La otra vertiente del nuevo terror norteamericano se compone de las remakes y secuelas tardías de hitos del horror de fines de los ’60 y los ’70 (desde El exorcista: el comienzo, hasta La masacre de Texas, pasando por El amanecer de los muertos, la inminente El terror de Amityville y la flamante Tierra de los muertos), que, producidas después del 11-S, se pusieron a tiro para todo tipo de interpretaciones sociológicas y políticas.

70 años de disgustos

Axel Kuschevatzky, creador y director de la revista especializada en terror y ciencia-ficción La Cosa, suscribe, a este respecto, la tesis de lo que los académicos norteamericanos llaman estudios integrados sobre el género; “tesis que tratan de relacionar movimientos de modas y tendencias de consumo con el contexto”. Y menciona dos libros esenciales que examinan el fenómeno desde esta perspectiva: The Monster Show, una historia cultural del horror, de David Skal, y Seeing Is Believing, de Peter Biskind. “Ambos autores trazan ciclos de aparición del terror y la ciencia ficción”, explica Kuschevatzky: “Para Skal, frente a situaciones tales como temores institucionales, una guerra o alguna crisis de gobierno, en un plazo bastante inmediato se da una suerte de boom del cine de terror. Skal identifica el boom de películas de terror de principios de los ’30 de la Universal –con Drácula y Frankenstein– con la Depresión. El principio del segundo boom de la Universal, que fue en 1941, con El lobo humano, protagonizada por Lon Chaney Jr. durante la Segunda Guerra. Con el pico de la Guerra Fría, o sea desde mediados de los años ‘50, aparecen las películas de los monstruos atómicos y reaparece el terror gótico con las películas de la Hammer en Inglaterra, los films de Ricardo Freda y Mario Bava en Italia y las películas basadas en cuentos de Edgar Alan Poe hechas por Roger Corman. La derrota de Vietnam y el Watergate explicarían el boom siguiente, que iría desde El exorcista y todas sus imitaciones y continuaciones hasta La profecía”. ¿Y qué pasó en los ’70, una década tan fecunda en mitos cinematográficos originarios? Hay sucesos aún más específicos que Vietnam, señala Kuschevatzky: “Wes Craven dice que sus films Las colinas de los ojos malditos y más Last House On The Left, vienen a ser algo así como el final del hippismo; reflejan la aparición del Clan Manson: convierten el sueño de volver a lo natural de fines de los ‘60 en una pesadilla. El clan Manson era una versión sanguinaria y perversa de la fantasía de la comuna hippie. Muchas de estas películas giran alrededor de clanes familiares: es el caso de La colina... y el de El loco de la motosierra (primera versión de La masacre de Texas)”. Como estas películas, agrega Kuschevatzky, no se estrenaron en la Argentina en su época debido a la censura, sólo pudimos verlas descontextualizadas, que es un poco el problema al que se enfrentan sus remakes actuales. “Hoy, si bien la remake de Texas Chainsaw Massacre está bien, la idea de una familia de caníbales es mucho menos perturbadora que hace treinta años. Este cine fue absorbido por los estudios, y estas películas que fueron distribuidas originalmente por compañías chiquititas hoy son distribuidas en todo el mundo por grandes corporaciones.”

Como telón de fondo y tiro del final para toda una época, por supuesto, el Watergate: “Es muy significativo el descubrimiento de Nixon como un estafador”, propone Kuschevatzy. “La caída de esa imagen paterna aparece también en los padres de las películas que no logran sostener a sus familias en momentos de tensión como pasaba con el senador en La profecía o con el personaje de James Brolin en Aquí vive el horror”.

Para los ’80, al comienzo de la salvaje era Reagan, corresponde toda la serie de asesinatos de adolescentes mencionada al principio; pero Kuschevatzky rescata otro aporte específico de Skal sobre la década: “Casi a fines de los ’80 hay un nuevo boom vinculado estrictamente con lo físico, con la moda de las cirugías estéticas y con la aparición del sida. Se ejemplifica con películas como La mosca, de Cronenberg, donde el terror tiene una forma física muy concreta –un tipo que tiene una enfermedad por la cual se le caen pedazos del cuerpo–, y con El ansia, donde el vampirismo se transmite a través de la sangre”.

El miedo al miedo

Si las remakes de films de terror de los ’70 quedaron vaciadas respecto de las inquietudes que impulsaron a los films originales y no alcanzan a reflejar el tipo de locura que se respira en los nuevos tiempos, puede que esa función haya recaído en la línea que vincula películas de terror psicológico como Sexto sentido con las remakes de films japoneses de fantasmas. Películas como La llamada y El grito no terminan de occidentalizar la larga tradición de cuentos de fantasmas nipona que dio lugar a Ringu o Ju-on (sus respectivos originales), sino que parecen más bien tomar los elementos de suspenso puro, de terror psicológico, de inquietud y de miedo a lo desconocido. Es que la forma, tan específica, de representar a los espectros en el cine nipón (que proviene en parte del teatro) no termina de cuajar en el cine de terror norteamericano. Al menos esto es más claramente así en la primera de las dos, que fue, sugestivamente, la más exitosa. Podría arriesgarse que la conexión con los públicos occidentales pasa antes que nada por la idea de lo imprevisible, de un círculo infinito de desgracias que caen azarosamente y se reproducen en situaciones y ambientes cotidianos (la videocasetera, el teléfono que suena cargado de malas noticias). El miedo mayor en estas películas parece ser el miedo a vivir aterrorizados.

Pero lo más sugestivo del Hollywood que mira hacia Oriente en busca de nuevos relatos es que todavía no se haya animado a meterse con el otro cine de terror nipón, uno de ribetes apenas fantásticos y con un anclaje bien real, como son las películas de suicidios y masacres adolescentes, al estilo de Batalla real y The Suicide Club. Puede que Elefante, de Gus van Sant, venga a cumplir con esa función en el cine norteamericano, pero todavía la industria parece estar lejos de reconocer que es ahí donde se aloja el verdadero potencial del cine para provocar terror.

De Dracula a Batman

Y si se reconoce que los grandes terrores sociales pueden encontrar canales incluso más aptos que el propio cine de terror –de vuelta: cine de conspiraciones políticas o catástrofes que, a la manera de El día después de mañana, plantean grandes alertas sobre responsabilidades científicas e institucionales–, nada sería más elocuente en este sentido que Batman inicia: una película de terror envasada como cine de superhéroes. El director y coguionista Christopher Nolan decidió apostar a cierto “realismo” (al menos alejado de la artificiosidad de los films anteriores del personaje) y transformar al miedo en la médula de la historia: el miedo es el gran motivador del héroe, el componente principal del arma de sus villanos y el gran desorganizador de la vida urbana; una amenaza permanente. Para bien o para mal, la paranoia desatada por el 11 de septiembre obligó –a público, críticos y cineastas– a resignificar toda la producción del género a la luz (o la oscuridad) del nuevo estado de cosas. Al borde del infarto, mientras los trípodes gigantes vuelan todo en pedazos y asesinan terrícolas sin piedad, la nenita rubia de la Guerra de los mundos le pregunta a papá Tom Cruise: “¿Son los terroristas?”.

Ni hombres lobos, ni monstruos radiactivos, ni familias de caníbales, ni asesinos seriales; nuestros nuevos fantasmas, el verdadero miedo, es el miedo a vivir con miedo sin saber con miedo a qué.

lunes, agosto 15, 2005

Roca’n’roll


POR NIGEL WILLIAMSON

Cuando Frank Zappa la escuchó por primera vez quiso dejar la música. Para Bruce Springsteen, liberó la mente como Elvis había liberado el cuerpo. Y a Lennon y McCartney los estimuló al punto de empujarlos a grabar Rubber Soul. A cuarenta años de la grabación que cambió para siempre el rock, la historia de “Like a Rolling Stone”, lo primero que escribió Bob Dylan el día en que decidió dejar la música.

Hace cuarenta años, Bob Dylan entró al estudio A de Columbia en la 7ª Avenida de Nueva York y grabó la mejor canción en la historia de la música popular.
En las grabaciones originales, al final de la toma cuatro del segundo día –el momento en que lo lograron, y la versión que treinta y cuatro días más tarde sería lanzada como el simple de más larga duración del mundo hasta ese entonces–, se puede escuchar la voz del productor Tom Wilson diciendo: “Para mí eso suena bien”.
Dylan sabía que era más que bueno. Como dijo en una entrevista radial poco después, la canción representaba “una categoría nueva”. “Like a Rolling Stone” desbarató los parámetros de lo que era posible hacer en cuatro versos y un coro, un cambio de paradigma que significó: a) que la composición de canciones jamás volvería a ser la misma; b) que Dylan podía decir sin ironía que “nadie había escrito canciones antes, realmente”.
En seis minutos y seis segundos –o cinco minutos cincuenta y nueve segundos, como afirmó Columbia con la esperanza de que llevarla a menos de seis minutos le garantizaría difusión radial–, Dylan lanzó la Némesis de Tin Pan Alley.
Todos los demás lo sabían, también. En Los Angeles, cuando Frank Zappa escuchó por primera vez “Like a Rolling Stone”, quiso dejar el negocio musical. “Sentí que si esto ganaba, y si lograba lo que se suponía debía lograr, yo no tenía nada más que hacer”, recordó más tarde. En Nueva Jersey, el quinceañero Bruce Springsteen también se dio cuenta claramente de que algo por completo diferente había llegado a la música pop. “Elvis liberó nuestro cuerpo –observó un cuarto de siglo más tarde–, pero Dylan fue un paso más adelante e hizo un disco que liberó nuestra mente.” En Londres, contemplando el Ivor Novello que acababan de ganar por escribir “Can’t Buy Me Love” en un estilo que ahora sonaba pintoresco y anticuado, John Lennon y Paul McCartney escucharon con atención y después elevaron su vara creativa con Rubber Soul.
“Like a Rolling Stone” fue más una revolución que una canción, lo que explica por qué la editorial Faber & Faber publicó Like a Rolling Stone: Bob Dylan at the Crossroads de Greil Marcus. Una rápida investigación revela que es el tercer libro escrito sobre una sola canción (las otras son “Amazing Grace” y “Strange Fruit”, ejemplos que enfatizan la rareza de la nueva distinción).
La respuesta del propio Dylan al 40º aniversario de la más grande de sus canciones ha sido menos entusiasta. La cantó como bis en marzo del 2005 en las primeras fechas de su actual gira por Estados Unidos. Después la reemplazó por “All Along the Watchtower” y, en este momento, la canción reapareció sólo una vez durante un show en Chicago.
Junio de 1965. El astronauta Edgard White acababa de completar la primera caminata espacial de los Estados Unidos, y el ejército norteamericano desplegaba batallones de combate en Vietnam por primera vez, señalizando una escalada en su participación directa en una guerra que, para fines de ese mismo año, tendría a 190 mil soldados en Vietnam.
En algún lugar entre estos dos símbolos gemelos del optimismo de una nueva frontera y la inminente aparición de la desesperación en el sudeste asiático, el 16 de junio en un estudio de Manhattan, Dylan y un puñado de músicos sesionistas –el guitarrista Mike Bloomfield, el baterista Bobby Gregg, el pianista Paul Griffin, el bajista Paul Macho Jr, Al Kooper en órgano y Bruce Langhorne con la pandereta turca gigante que había inspirado recientemente otra gran canción de Dylan, “Mr. Tambourine Man”– hicieron su propia historia.
Dylan y Wilson habían pasado horas frustrantes el día interior con un grupo de músicos apenas diferente; grabaron media docena de tomas poco inspiradas de “Like a Rolling Stone”. También habían intentado versiones de “Phantom Engineer” (más tarde recuperada como “It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry”) y “Sitting on Barbed Wire Fence”; ninguna de estas versiones llegaría a ser parte del disco Highway 61 Revisited.
“Like a Rolling Stone” podría haber tenido el mismo destino. Son reveladoras las diez tomas que pueden encontrarse escondidas en el CD-ROM interactivo del relanzamiento de Highway 61 de 1995. Durante el primer minuto de la primera toma, el primer día, Dylan se detiene para quejarse: “Lo perdimos, amigo”. La siguiente toma encuentra a un exasperado Bloomfield jugando a ser el jefe: “Mi menor bemol suspendida cuarta - mi menor bemol sin la séptima - mi menor bemol suspendida”, les dice. “Así es”, responde Dylan, lo que provoca considerables carcajadas.
Otra toma es destruida casi antes de comenzar por el recargado Hammond del organista Frank Owen, asegurando que no fuera invitado al día siguiente.
También existe la incompleta toma en vals de 3/4 que eventualmente se escuchó en The Bootleg Series: Volumen 1-3 de 1991; Dylan canta “solías divertirte de” en vez de “reírte de”, y colapsa a los dos minutos cuando exclama: “La voz se fue. ¿Querés intentarlo otra vez?”. Aunque fue grabada sólo veinticuatro horas antes, es una canción completamente diferente de la versión definitiva (lenta, melancólica, más parecida a una balada folk que al futuro del rocanrol).
Afortunadamente, lo intentaron otra vez. Al día siguiente, Owen y el guitarrista Al Gorgona se habían ido y entró Al Kooper, de 21 años, cuya presencia fue crucial. Era guitarrista, pero fue invitado por Wilson a que presenciara la grabación porque era fan de Dylan, pero no se lo convocó para tocar en la sesión. Aunque Kooper tenía otras ideas.
“La sesión estaba programada para las dos de la tarde, pero llegué temprano, a la una y veinte, con mi guitarra. Me senté, la enchufé y precalenté”, recuerda. “A las dos menos cuarto, Dylan llegó con Mike Bloomfield, a quien yo no conocía.”
Cuando Kooper escuchó que Bloomfield empezaba a tocar, desenchufó su guitarra y se retiró hacia la consola, consciente de que no podía competir. “Me voló la cabeza, nunca había escuchado a un blanco tocar así”, dijo más tarde.
Los primeros ensayos encontraron al grupo trabajando el sonido que Dylan quería, con Griffin en el Hammond. Después Wilson lo hizo tocar el piano, en busca de una textura más cristalina. Kooper vio la oportunidad y le dijo a Wilson: “Ey, tengo una muy buena parte para este órgano”. El productor no le hizo caso, recordándole que no sabía tocar el órgano. En ese momento Wilson tuvo que irse para atender una llamada telefónica y cuando volvió Kooper estaba sentado al Hammond. “No me dijo que no, así que me arriesgué”, razona hoy.
Es una historia que por largo tiempo ha sido parte del folklore del rocanrol, con la sospecha de que probablemente el relato se fue exagerando durante todos estos años. Excepto porque la evidencia quedó grabada. Cuando Wilson volvió, se lo puede escuchar diciéndole a Kooper en tono sorprendido: “¿Qué estás haciendo ahí?”. Ambos se ríen, Wilson dice, “Bueno, ok”, y le permite a Kooper quedarse mientras la cinta gira para una nueva toma.
Es asombroso porque, aunque no conocía la canción y no tenía gran habilidad con el instrumento, la forma instintiva en que Kooper toca el Hammond inmediatamente aportó el elemento faltante que permitió que todo lo demás cayera en su lugar. Después de una tentativa incompleta y dos falsos comienzos, capturaron la canción en una toma cataclísmica en la que los acordes exultantes de Kooper mantienen la canción a flote durante seis minutos, retirándose en el momento justo para dejar sola a la guitarra de Bloomfield y surgiendo otra vez cuando termina su solo. Mientras tanto, el piano de Griffin gira alrededor de ellos y Dylan entrega su tono ácido, burlón, desdeñoso y amargo que se retuerce y enreda en los recovecos de su boca vengativa con magistral desdén.
El siempre reticente Dylan ha dado, raramente, una descripción detallada de la composición de la canción, que merece ser repetida sólo porque, como suele suceder con él, ofrece tantos interrogantes como respuestas.
Dylan volvió a Estados Unidos el 2 de junio de 1965, después de una triunfal pero emocionalmente agotadora gira por Gran Bretaña (capturada de manera brillante en toda su tensa intensidad en Don’t Look Back). Quemado, cansado, en pésima forma gracias al agotamiento y las drogas, Dylan se retiró a una cabaña en Houston que era propiedad de la madre de Peter Yarrow (de Peter, Paul & Mary).
Su futura esposa Sara Lowndes estaba con él, y Dylan aparentemente le prometió que su relación con Joan Baez estaba terminada (se puede ver el deterioro del romance en Don’t Look Back), tal como su relación con el rock’n’roll. Entonces llegó “Like a Rolling Stone”, no planeada e inicialmente no deseada.
“La escribí después de decidir abandonar todo”, afirmó Dylan en 1966. “Literalmente había dejado de tocar y cantar.” En cambio se encontró “escribiendo esta historia, este largo vómito de veinte páginas, y de ahí saqué ‘Like a Rolling Stone’ y la convertí en un simple”.
Consideraba a la canción como un salto adelante, era evidente. “De pronto me di cuenta de que esto era lo que debía hacer”, dijo poco después del lanzamiento de la canción. “Nadie lo había hecho antes. Mucha gente, cualquiera de hecho, puede escribir muchas de las cosas que yo solía escribir. Yo sólo las escribí primero porque a nadie se le ocurrió hacerlo antes. Pero eso sólo fue porque estaba hambriento. Nunca había encontrado a alguien, o escuchado nada parecido, y escucho mucho...”
En este punto su voz se perdió, como si contemplar el poder de la canción lo abrumara y le robara la capacidad de articular palabra. “No digo que sea mejor que cualquier otra cosa”, resumió. “Digo que ‘Like a Rolling Stone’ es lo que yo debo hacer. Después de escribirla, no me interesó escribir una novela o una pieza teatral. Quiero escribir canciones. Porque era una nueva categoría por completo. Quiero decir, nadie antes había escrito una canción realmente.”
Tenía razón. Lo había insinuado antes en varias canciones de Bringing it All Back Home, lanzado en marzo de ese año. Pero “Like a Rolling Stone” representaba un género nuevo de composición musical, poblado de alusiones surrealistas a personajes como “la señorita Solitaria”, la “puta misteriosa”, y un “Napoleón en harapos”, más referencias indescifrables a un “diplomático en un caballo de cromo” con un “gato siamés”.
Era más Allen Ginsberg que “Going to A Go-Go”, a pesar de que Dylan declarara que Smokey Robinson era uno de los poetas norteamericanos vivos más grandes. Era una canción que creaba su propio mundo misterioso y autosuficiente. Pero aun así era innegablemente rock’n’roll. “Hound Dog” de Elvis encontrándose con “Aullido” de Ginsberg en un feroz grito de genio poético.
Es muy probable que el largo vómito de veinte páginas fuera originalmente parte de Tarántula, la novela a medio terminar en la que había estado trabajando el año anterior. En cambio resultó ser el fin de las pretensiones de Dylan como novelista, y el libro fue dejado de lado. Ya había trascendido la forma y se había dado cuenta de que podía decir más en una canción de cuatro, cinco o seis minutos que en una novela de trescientas páginas.
La teoría de que la letra de “Like a Rolling Stone” podría haber nacido de un pasaje destinado a Tarántula fue acreditada por el propio Dylan cuando la describió como “una cosa rítmica en papel” que nunca había consideradouna canción hasta que “un día me senté al piano con el papel cantando ‘How does it feel’ en un ritmo lento”.
Le contó una historia apenas diferente a Cameron Crowe en las notas para la caja Biograph de 1985; no mencionó el retiro ni las veinte páginas de prosa: “Escribí la canción en una cabaña. Veníamos de Nueva York y yo tenía tres días ahí para completar algunas cosas. Simplemente llegó. Empezó con el riff de ‘La Bamba’...”.
Entonces, ¿el poeta laureado del rock’n’roll fue disuadido de retirarse por un disco de Richie Valens? Ciertamente, si es verdad que pensó en abandonar la música, fue el retiro más corto de la historia, porque trece días después de regresar de Inglaterra estaba de vuelta en el estudio.
En ese tiempo escribió su largo vómito, se sentó al piano, encontró una canción escondida dentro y se la enseñó a Mike Bloomfield.
“Fui a su casa y lo primero que escuché fue ‘Like a Rolling Stone’”, recordaba Bloomfield en 1968. “Quería que comprendiera el concepto de la canción y cómo tocarla. Creí que quería blues, porque es lo que yo hago. Pero dijo: ‘Hombre, no quiero nada de esas cosas estilo BB King’. Así que me desmoralicé. ¿Qué carajo quería? Jugamos con la canción. La toqué como a él le gustaba y dijo que tenía onda.”
Nada de esto, sin embargo, da cuenta de sobre qué trata la canción. Pero incluso aquí Dylan ha sido inusualmente directo sobre sus intenciones, diciendo que la canción salió de “un firme odio dirigido a un punto que era honesto. Al final, no era odio. Fue decirle a alguien algo que no sabía. Venganza. Esa es una palabra mejor. En tu mirada, ves a tu víctima nadando en lava. Colgando de una rama partida. Saltando, pateando el árbol, golpeando un clavo con tu pie. Ver alguien inmerso en el dolor que estaban destinados a encontrar”.
Entonces, ¿qué conjuró esta erupción volcánica de odio o venganza? ¿Y a quién le dirigía Dylan un par de verdades? Hay muchas teorías. ¿La pobre Joan Baez que, como se vio en Don’t Look Back, había sido blanco de desprecio y burla durante la gira por Gran Bretaña? De seguro un blanco demasiado fácil. Baez creía que estaba dirigida a Bobby Neuwirth, uno de los más cercanos aliados de Dylan en ese tour. ¿O era una pieza de auto-análisis inteligentemente disfrazada donde el que necesitaba escuchar algunas cosas que no sabía era el propio Dylan?
En su libro My Back Pages: Classic Bob Dylan 1962-69, el crítico Andy Gill se inclina por la última teoría, apuntando que el apellido de soltera de la madre de Dylan era Stone y que él de hecho había rodado un largo camino desde su casa. Gill argumenta que en el corazón de “Like a Rolling Stone” se habla de lo siguiente: “Realmente, para conocerse a uno mismo y encontrar plenitud, es necesario enfrentarse al mundo solo, amoldar el futuro y la propia filosofía desde la experiencia propia, sin la comodidad de los favores o los padrinazgos. En cambio, uno debe lanzarse lejos de la orilla y adentrarse en aguas desconocidas sin dirección de vuelta a casa”.
Es una interpretación que encuentra eco en Jan Wenner, cuya revista Rolling Stone eligió a “Like a Rolling Stone” como la mejor canción del mundo en una lista de 500. “Sos invisible, no tenés secretos..., eso es tan liberador”, le dijo a Greil Marcus para su nuevo libro. “Ya no le temés a nada. Es inútil ocultar toda esa mierda. Sos un hombre libre.” En esta lectura, la mueca desdeñosa y triunfalista de Dylan se transforma en un revelador –y liberador– instante de autoconocimiento.
Pero, por supuesto, “Like a Rolling Stone” es la mejor canción de todos los tiempos por la interpretación. Como ha señalado el compositor Michael Pisaro, la voz de Dylan es distintiva, sabedora, y su interpretación tan convincente que los niveles de significado serían igual de evidentes si Dylan “estuviera cantando en antiguo griego o ruso contemporáneo”. Al final de su libro, Greil Marcus recuerda que aunque “Like a Rolling Stone” fue un triunfo del oficio, la voluntad, la inspiración y la determinación, lo genial de la versión que conocemos es que de hecho también fue un accidente.
Desde el primer golpe de tambor similar a un disparo de Bobby Gregg hasta la armónica que se desvanece al final, la toma editada fue algo único que no podía volver a repetirse. Dylan y sus músicos intentaron una docena de tomas más, pero ninguna recapturó el espíritu de ese momento único. Y por eso, en última instancia, “Like a Rolling Stone” es más un evento que una pieza de música pop. Por definición, un evento es algo que sólo puede ocurrir una vez. Lo glorioso es que sucede una y otra vez cada vez que escuchamos la canción.

domingo, julio 31, 2005

Hardboiled 3.0

Con Sin City, la ciudad del pecado, Robert Rodríguez consiguió la adaptación más fiel de un comic a la pantalla hasta ahora. Los blancos y negros son impactantes, los efectos tienen lo suyo, y Bruce Willis, Benicio del Toro y Clive Owen están más que bien como protagonistas. Pero la perla de la película es el regreso de Mickey Rourke en la piel de un vengador bestial.

Por Hernán Ferreirós
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La nueva película de Robert Rodríguez es la adaptación más fiel a un comic jamás filmada. Esto no es necesariamente algo bueno. Si bien muchísimas de las películas llegadas de Hollywood tienden a la ligereza y a la inconsistencia de un mal comic, ésta eligió un camino distinto: transportar literalmente el lenguaje visual de la historieta o, más específicamente, el lenguaje visual de la historieta de Frank Miller, uno de los pocos auteurs del comic industrial, a la pantalla.

Miller es un semidiós para los lectores de comics, sobre todo por El regreso del Señor de la Noche, la mejor historia de Batman alguna vez publicada –que podría convertirse en la mejor película de Batman si alguien contratara a Clint Eastwood para protagonizar su adaptación antes de que se muera– y que inició una era de oscuridad y de algo así como un realismo psicológico sucio para los comics mainstream norteamericanos. Miller hizo por la historieta de superhéroes algo parecido a lo que Hammett y Chandler habían hecho por el policial cincuenta años antes. Toda su obra de los ‘80 es abiertamente noire, así trate sobre ninjas y justicieros ciegos, e influyó en todo lo que vino después.

Sin City es su incursión más literal en el género negro, acaso el intento de escribir el policial que le hubiera gustado leer. Para esta serie de comics, Miller tomó todo lo que lo fascinaba del hardboiled –los personajes brutales, los diálogos afilados como una gillette, las mujeres fatales–, lo cargó de anfetaminas y esteroides y lo puso en una historia monolítica. Las historias de Sin City no son tanto una progresión dramática sino, en términos de Roland Barthes, una acumulación de punctum –el momento en que uno detiene la lectura, en que uno levanta la vista de la página porque encontró algo que lo interpela–. Barthes se refiere a la imagen, pero en el caso de la transposición a la literatura que le interesa a Miller habría que pensar en una línea de diálogo particularmente brutal, en una escena inconcebiblemente violenta, en una reacción completamente inesperada. Todos esos momentos dispersos a lo largo de decenas de novelas –pero sorprendentemente condensados en Mickey Spillane, fuente de plagio esencial aquí– están compilados en cualquier historia de Sin City. Por eso provocan un efecto de catálogo: en vez de tener lo que tienen que tener, tienen todo: los diálogos lacerantes, las traiciones imperdonables, el sexo gratuito, la violencia extrema. Sólo están ausentes las dilaciones que en los textos originales servían para construir historias y personajes, y separaban esos momentos. Pero esto es hardboiled 3.0.

En las historietas de Miller no hay muchas vueltas: los protagonistas quieren algo, generalmente vengarse, hay alguien que se opone a ellos y uno de los dos termina hecho papilla. Aunque falta la tridimensionalidad, la densidad de una historia clásica, cuando funcionan, el resultado no podría ser mucho más gratificante.

De las muchas historias de Sin City, la película toma cuatro: una breve a modo de prólogo (The Lady Wore Red, tan ínfima que es casi un gag) y tres más: The Big Fat Kill, The Hard Goodbye y That Yellow Bastard. La mejor, tanto en el papel como en la pantalla, es The Hard Goodbye, protagonizada por un Mickey Rourke con una máscara casi tan escalofriante como su rostro real.

Si Kirk Douglas recibiera una dosis de radiación como la que convierte al doctor David Banner en Hulk, seguro quedaría idéntico a Marv (Rourke). Movido por el deseo de torturar y asesinar a los responsables de la muerte de Goldie, la prostituta que le regaló una noche de pasión, Marv, máquina humana de destrucción, se enfrasca en una lucha muy desigual contra todos los poderes de la ciudad del pecado. Desigual para ellos, claro. Marv habla un dialecto estrictamente hardboiled (“cuando lo mandé al infierno seguro que le pareció el cielo después de todo lo que le hice”) y es capaz de sobrevivir a cuatro embestidas consecutivas de un Porsche a 120 kph. En suma, combina la mentalidad de un tiranosaurio con la capacidad de recuperación del Willie T. Coyote. Este es el tono del film. Aquí no hay sutilezas. En las otras historias, Miller y Rodríguez apenas bajan un cambio y quedan en quinta.

Fuera de la animación, nunca una adaptación de un comic se acercó tanto al estilo gráfico del original. Claramente Rodríguez usó las historietas como story boards. En los comics, Miller no usó grises, sólo blanco y negro –mucho más negro que blanco– y algún color, generalmente rojo, en momentos significativos. En la pantalla, el resultado es extraordinario. La visión de Marv, con todo el cuerpo cubierto de curitas de un blanco iridiscente, permanecerá como uno de los muchos hallazgos para aquellos que no la hayan visto en el comic.

Sin embargo, este experimento no carece de problemas. Como en Capitán Sky y el mundo del mañana, todos los fondos y buena parte de la utilería son CGI. El efecto general es similar al de esa película: un mundo cerrado, que posa para beneficio de la cámara. En Sin City nunca parece haber más habitantes que las dos o tres personas que están en la pantalla. Y eso le resta varios grados de “existencia” a su mundo. Desde luego que no se pretende que olvidemos el artificio de lo que estamos viendo, pero no es eso lo que socava este mundo. En el cine, la imagen tiene una riqueza mayor que en el comic: está llena de elementos sin función que provocan un efecto de realidad. Al transponer el vacío, los enormes paneles negros de Miller a la pantalla, no se reproduce la sensación de opresión y oscuridad de las historietas sino un achatamiento del mundo que se muestra. El mismo recurso no funcionó igual en ambos medios.

Algo similar puede decirse de la voz en off: volcar cada una de las líneas del monólogo interior de los protagonistas de cada historia a la pantalla resulta un exceso. Aunque el monólogo interior es un recurso tradicional del género negro, aquí termina incomodando. Pareciera que no se confía en el poder de la imagen para narrar.

Desde luego, sólo los hombres tienen monólogo interior. Las mujeres son muñecas de carne que cumplen la función narrativa de la víctima: seducidas, torturadas, violadas, mutiladas y asesinadas (aunque ellas también seducen, mutilan y matan). El género negro, el bueno, reclama personajes femeninos un poco menos uniformes; es más, son esenciales. Mujeres fatales capaces de engañar, enloquecer, traicionar, martirizar, pensar tres veces más rápido que un hombre y llevarlo a la ruina y a la muerte. Las femmes fatales del género negro juegan a que son víctimas, pero en verdad son victimarias o, al menos, eso intentan, porque en verdad el hombre prevalece, pero la batalla es más interesante y más intrincada que acá. En esta película, las mujeres son fantasías sexuales adolescentes, que pueden dispararle a un hombre, pero nunca engatusarlo. La política de los sexos del film está apenas un escalón por encima de la del porno.

El género negro tiene una moral, que es el centro de gravedad del protagonista. Una línea que nunca se va a cruzar: hay gente a la que no se traiciona, cosas que no se dicen. Aquí todo eso se pisotea con tal de hacer un gag más, de llevar un paso más allá el exceso. En lugar de plantear una moral alternativa, la del detective, la película, con todo su desenfreno, termina siendo moralista porque, en definitiva, nos dice que quien la hace la paga, que quien comete un delito de un modo u otro termina siendo castigado para que, de este modo, el orden social sea recompuesto. Por esto la incorrección política de Sin City es sólo una pose, un gesto más del catálogo de manierismos que Miller/Rodríguez copian y amplifican del género noir. Con sus castraciones, mutilaciones, decapitaciones, canibalismo y torturas, con todos sus excesos, Sin City es una película complaciente con sus espectadores, que esperan exactamente eso. Sin embargo, también es un film que se anima a explorar un estilo visual distinto, la visión de dos creadores que hicieron exactamente lo que querían. Para una producción que viene del corazón de Hollywood, no es un mérito menor.

domingo, julio 24, 2005

Feliz Cumple Amazon.com

No podia dejar pasar esta nota de Rodrigo Fresan publicada en Pagina 12. Espero les guste.


Amazon, Uqbar, Orbis TertiusMientras el mundo estalla de conflictos, la aldea virtual está de fiesta: amazon.com cumplió diez años y festejó a lo grande su facturación multimillonaria con un recital gratuito que se vio en su página y famosos entregando envíos en persona. Y pensar que todo empezó con tres amigos en un garaje dispuestos a perder plata por un buen tiempo...
Por Rodrigo Fresán
UNO Amazon.com cumplió diez años. Parece que fuera un siglo. Porque el tiempo –el tiempo de los últimos tiempos– y, especialmente, de las tiendas virtuales es, también, virtual. El tiempo ya no es lo que era. El tiempo es y punto. Presente constante que se conjuga así: Yo ahora, tú, ahora, él ahora...
DOS Y pensar ahora en Amazon.com no como en una casa embrujada sino como en algo mucho más inquietante: un shopping-center fantasma. Amazon.com es –al mismo tiempo– el territorio a hechizar y el espectro en cuestión. Una entidad fuera del tiempo. Y en el espacio. Magia. No es casual que, originalmente, Amazon.com fuera a llamarse Cadabra. Hasta que alguien le comentó a su creador, Jeff Bezos, que “sonaba demasiado a cadáver”.
TRES El megaimperio on-line festejó su primera década a lo grande. El pasado sábado 16 de julio tiró la computadora por la venta. Concierto de un Bob Dylan cada vez más feliz y despreocupadamente for rent cuando de corporaciones se trata (lo próximo será un CD que se venderá exclusivamente en la cadena cafetera Strabucks) y con Norah Jones como telonera. El concierto pudo verse en vivo y en directo en el mismísimo site. También se ofrecieron cosas más prácticas como descuentos varios. Y hasta la posibilidad retronostálgica de “visitar” la réplica de lo que fue la primera página del primer día in-line. Yo la vi: comparada con lo que es ahora, el origen gráfico de Amazon.com parece algo así como decoración de interiores de una cueva en Altamira, España. Pero feo. Nada envejece más rápido que lo moderno.
CUATRO En lo personal, yo demoré en llegar a Amazon.com Demoré en tener e-mail; y mi computadora de entonces era tan primitiva que no tenía capacidad chip-neuronal para procesar la data de Amazon.com Así que compraba a través de amigos que, cuando llegaba la caja en cuestión, me llamaban por teléfono, yo iba a sus casas y, previo intercambio de billetes, yo liberaba al rehén.
La computadora –el correo electrónico– mató la carta pero resucitó la encomienda.
CINCO Y ese olor a nuevo llegando desde tan lejos. Y qué lindas que son las cajas y los acolchados de Amazon.com Recibirlas es volver a ser niño navideño pero mucho mejor, mejorado. Porque nunca creímos en Santa Claus; pero es tan sencillo creer en Amazon.com Santa Claus, lo supimos entonces, sólo cree en nuestra tarjeta de crédito.
SEIS Y, al principio, la verdad que yo no le di mucho crédito a Amazon.com No entendía, por más que el Citizen Jeff Bezos hubiera sido elegido Man –perdón– Person of the Year por Time Magazine, cómo era eso de que la empresa diera pérdidas durante muchos largos años y recién hace muy poco empezara a dar ganancias.
Y sigo sin entenderlo. Tal vez debería comprar alguno de los muchos libros sobre Jeff Bezos y el fenómeno Amazon.com que se consiguen, claro, en Amazon.com Estos son los títulos de algunos de ellos ordenados –según el cerebro central de Amazon.com– por importancia: Amazon.com: Get Big Fast, Big Shots, Business the Amazon.com Way: Secrets of the Worlds Most Astonishing Web Business, Amazonia: Five Years at the Epicenter of the dot.com Juggernaut, Amazon.com for Dummies, 21 Dog Years: Doing Time@ Amazon.com, Jeff Bezos: Business Executive And Founder Of Amazon.com, Other People’s Treasures: Selling on Amazon.com, Jeff Bezos: Business Genius of Amazon.com, How to Sell Your Book or eBook Through Amazon.com, Jeff Bezos: King Of Amazon.com...
SIETE Pero una de las mejores ideas de Amazon.com para autocelebrarse ha sido la de convocar a astros y estrellas para que –en tándem con el repartidor de UPS– entreguen en persona algunos envíos. Estos momentos dorados pueden verse por estos días –a modo de cortometrajes– en el site de la empresa. Allí el aburrido Harrison Ford entrega un DVD de La guerra de las galaxias y el sublime Jeff Bridges uno de El gran Lebowski. Emmylou Harris y John Hiatt llaman a puertas y reparten sus respectivos compacts. Daniel Handler –representante del invisible Lemony Snicket– llega con varios libros de los sufridos huérfanos Baudelaire y le pregunta a un niño que no entiende nada de lo que está ocurriendo si necesita ayuda para fugarse de su casa, lo interroga sobre una lastimadura en la nariz de su hermanita y, finalmente, luego de retarlo por permitir entrar en su hogar a un completo desconocido, lo ata a la silla de la cocina y se va de lo más campante. Efren Ramírez –el nerd-mex Pedro de Napoleon Dynamite– se presenta, como en su película, con película, flores y torta dedicada. Michael J. Fox le alcanza a alguien su autobiografía. Jasón Alexander entrega cuatro temporadas de Seinfeld, les pregunta a los destinatarios cuál es su personaje favorito de la serie, y ante la incómoda y larga duda a la hora de elegir exclama “¡Hey! Estoy frente a ti”. Anna Kournikova aparece con unos pares de Adidas bajo el brazo, pero a quién le puede interesar eso. También estaban Moby, un rapper, actores que no actúan demasiado bien... y desde ahí mismo todos apoyan a su entidad benéfica favorita. Pero lo cierto es que –más allá de la gracia y del ingenio– hay algo muy perverso en esto: aquí se juega con la idea de que, por un ratito, los famosos trabajen para los anónimos. Y, sabiéndolo, me pregunto cuántos ingenuos de USA no habrán comprado en estos días productos amazonianos fantaseando con la idea de que el cartero que sólo llama una vez sería mucho más que un cartero.
OCHO Ejemplo de infinita fe e ingenuidad sin límites: comprarse las obras completas de Salinger –esos cuatro inmensos libritos– y sentarse a esperar a que Jerry llame a la puerta.
NUEVE Y pregunta: si uno compra Jeff Bezos: King Of Amazon.com... ¿Te lo lleva Jeff Bezos?
DIEZ Experimento metaficcional: comprarse el propio libro o película o disco y entregárselo a uno mismo.
ONCE Desde un punto de vista adictivo, está claro que Amazon.com es un peligro, una droga eléctrica y dura, un trip del que cuesta mucho desenchufarse. El primero te lo vendo y el segundo también y un viaje de ida o, por lo menos, un viaje sin hora de retorno; porque meterse ahí equivale a abandonar toda esperanza y perderse en todos esos íconos y clicks y, ay, lo más terrible de todo es el apartado new and future releases donde uno acaba comprando... ¡¡¡cosas que todavía no existen!!! Y lo del principio: fantasmas...
DOCE Y también se sabe que el avance de la epidemia Amazon.com ha significado el fin de cientos o miles de pequeñas y acústicas librerías; porque imposible competir con su omnipresencia de Matrix y descuentos –si se vive en Estados Unidos o en algún país amazonizado como Alemania, Francia, China, Reino Unido, Canadá o Japón el correo sale barato y rápido– y con la emoción tan infantil del knock knock, quién es... Y, aunque parezca extraño, hay gente a la que no le gusta entrar a librerías. Recuerden: It was ten years ago today, Sgt. Bezos taught the gang to buy y en un principio fue nada más que libros (que desde hace un tiempo se pueden hojear desde nuestras pantallas); pero ahora, gracias a cada vezmás numerosas alianzas con otras empresas, también hay –nuevo y usado– DVD, compact-discs, accesorios, artículos de belleza, electrodomésticos (lo que más se vende por estos días), relojes y joyería, zapatos, automóviles, instrumentos musicales, sales de baño y comida gourmet, suscripción a revistas, juguetes para bebés y mascotas, muebles para interiores y jardín, herramientas para lo que venga, listas de bodas, entradas para cine y teatro, pasajes y turismo, teléfonos móviles y, por supuesto, computadoras.
TRECE Teoría paranoica conspirativa: el verdadero dueño y creador de Amazon.com –Jeff Bezos es apenas una fachada; sepan que el primer título que se vendió on-line fue Fluid Concepts and Creative Analogies: Computer Models of the Fundamental Mechanisms of Thoughts, de Douglas Hofstadter– se llama HAL 9000.
CATORCE Y todo esto comenzó en el sótano del garaje de Jeff Bezos en 1994. Tres amigos y tres computadoras en red. En 1995 fue el salto a Internet. El primer pedido demoró tres semanas en llegar, pero a los cinco meses ya recibían tres mil visitas diarias. Y después, enseguida, ya saben: Earth’s Biggest Selection.
Y, de acuerdo, algunos podemos estar ahora casados con Alibris.com; pero la insaciable Amazon.com siempre será nuestro primer amor. Y uno es apenas uno de sus 49.000.000 de amantes en actividad que, a lo largo del 2004, se gastaron en ella 7.000.000.000 de dólares. Signo inevitable de los tiempos: la Aldea Global no ha demorado en generar el Mercado Global. Comprar de todo, a cualquier hora, sin moverse de casa.
Falta menos para el día en que Amazon.com nos venda el alma que nunca tuvimos, que siempre tuvo el Diablo. Entonces, usarla. Y después –muy usada, casi rota– revenderla en Amazon.com
QUINCE Alguna vez escribí que en “El Aleph”, Jorge Luis Borges anticipaba el concepto de Internet: el universo entero brotando de un disco duro. Amazon.com, entonces, es la seductora y realizada pesadilla de otro cuento: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Otro mundo que está en éste –yo no hago caso, yo sigo buscando la fecha exacta de salida de la nueva novela de Brett Easton Ellis– y que, sin pausa y cada vez con más prisa, va comiendo y digiriendo todo lo que se le pone a tiro y a tecla.
Y el mundo será Amazon.com

viernes, julio 01, 2005

La primera foto de mi bebe


Ecografia 1
Originally uploaded by Alvaro Mendez.

Esta es la primera foto de mi bebe. La sacamos hace 1 mes, dentro de 2 semanas hacemos la segunda ecografía. En esta foto lo único que se puede distinguir es que es un solo bebe. Todo está muy bien por suerte, pudimos escuchar incluso su corazón.

domingo, junio 26, 2005

Batman Begins

El anterior fin de semana fui a ver Batman Begins, y les puedo decir sencillamente que me gustó mucho. Pienso que es la mejor película de superhéroes que se haya hecho hasta el momento, o por lo menos que yo haya visto. La diferencia de esta película con cualquier otra es que aquí se nos presenta a Batman tal como es, es decir, un ser humano común y corriente, con todos los miedos y fobias que podamos tener, un tipo vengativo y desesperado, desorientado y con motivado más por el recuerdo de sus padres que por una conciencia de justicia. La única diferencia entre Bruce Wayne y cualquier de nosotros es que es multimillonario. Lo único que le podría criticar a esta película es el beso que se da con su contraparte fememina al final de la misma, sentí que no había un sustento en la historia que justifique ese beso, pero fuera de eso la película es muy buena. Una de mis favoritas este año. Adicional a esto, les pongo un artículo también sobre Batman que me pareció muy interesante.



Santos fracasos, Batman


Por Fernando Ariel García

Si algunos se quejan de que en Batman inicia, la película de Christopher “Memento” Nolan, Bruno Díaz no se calza el disfraz de murciélago hasta pasada la primera hora, qué dirían si se hubiese concretado el proyecto original, en la que el Detective Encapotado no lucía el modelito... en toda la película.

La historia de la película que podría haber sido comienza en 1997, cuando los resultados obtenidos por el film Batman y Robin (protagonizado por George Clooney y Arnold Schwarzenegger) estuvieron muy por debajo de lo esperado por los directivos de la Warner. Tanto, que decidieron cajonear todos los proyectos superheroicos destinados a la pantalla grande y, en el mejor de los casos, reacondicionarlos como series televisivas con las cuales alimentar la grilla de su canal de cable.

Así nació Smallville (estrenada en el 2001), dedicada a contar los años adolescentes de Superman. Inesperadamente, el programa se transformó en un éxito de crítica y público, sobre todo entre la franja adolescente que seguía Dawson’s Creek y Buffy. Con ese mismo molde decidieron encarar la reconstrucción del Hombre Murciélago. Y quién mejor para contar esa experiencia formativa que el hombre que ya lo había hecho (y muy bien) en el comic: Frank Miller.

La idea, según declaró Miller, era enfocarse en un relato policial estilo Taxi Driver o Contacto en Francia, con altas dosis de violencia y un realismo sucio similar al del cine urbano norteamericano de los ‘70. La única condición era que Batman no podía aparecer como Batman durante toda la película: si, en Smallville, Clark Kent sostenía una hora semanal sin ponerse la capa, Bruno Díaz tendría que aguantarse algo más de 120 minutos sin capucha ni Batimóvil ni Baticueva.

En el camino, la Warner volvió a hablar de cine y presupuestos abultados con la idea de recuperar el terreno perdido ante el fenómeno de los X-Men. Para eso puso detrás de cámara a Darren Aronofsky, director de Pi y Réquiem por un sueño. Al igual que en el comic, el film seguiría el primer año de Bruno Díaz tras su regreso a Ciudad Gótica, el inicio de su amistad con el teniente James Gordon (próximo comisionado de policía) y una compleja relación sentimental con Selina Kyle (Gatúbela), prostituta que roba o ladrona que hace la calle. A diferencia de la historieta, lo más parecido a una capucha que se permite vestir Batman es un pasamontañas tras el cual esconde los rasgos de su cara. Campera, pantalón y botas de cuero negro completan su “uniforme”. De Alfred, el mayordomo, ni noticias. Recién al final Bruno Díaz recuperaba su fortuna y dedicaba a construir traje, Batimóvil y toda la aparatología ultratecnificada de la Baticueva.

Pero, a pesar de responder a sus requerimientos explícitos, la Warner nunca aprobó el guión de Batman Year One, que fue dado de baja en el 2002. Se pensó en una serie televisiva sobre los viajes de Bruno Díaz alrededor del mundo, mientras se iba preparando física y mentalmente para asumir el rol de su vida. Pero no prosperó. Se habló de incorporarlo en un capítulo doble de Smallville, para revelar el primer encuentro de los dos iconos. Tampoco prosperó. Se sondeó a Clint Eastwood para que dirigiera y encarnara a un Batman setentón perdido en Tokio, y tampoco. Se anunció el rodaje de Superman versus Batman un día antes de cancelar el proyecto. Hasta se especuló con una versión del dibujo animado Batman del futuro, protagonizado por un anciano Bruno Díaz que entrena a un nuevo Hombre Murciélago, dupla que caería en los hombros de Paul Newman y Keanu Reeves. Pero tampoco prosperó. Cuando todo parecía perdido, Christopher Nolan tomó las riendas de Batman inicia, encargando al guionista de historietas David Goyer una relectura del origen del superhéroe, sumándole a la historia de Miller diversas instancias tomadas directamente de otros comics del encapotado. El resultado, por ahora, deja contentos a los fanáticos y a los neófitos, a los críticos y a los accionistas. Frank Miller, mientras tanto, se juntó con Robert Rodriguez y Quentin Tarantino para filmar La ciudad del pecado (Sin City), traspaso literal de su propio comic que cuenta con Bruce Willis, Mickey Rourke y Benicio del Toro entre sus protagonistas.

Comentario de Películas


Para los que hayan podido ver "Elephant" (película que trata sobre la matanza de estudiantes den Columbine, USA) y les haya llegado, les gustará leer esta reseña de las películas de su director, Gus van Sant. A mí me gusto mucho "Elephant", se las recomiendo, lo pueden encontrar en MovieStore por si acaso.



Chicos muertos


Hermosas y asfixiantes, de un lirismo arriesgado pero escueto, técnicamente soberbias, emocionalmente contenidas y sin atisbos didácticos, con sus últimas tres películas Gus van Sant ha completado una trilogía conmovedora: Gerry (filmada en el noroeste argentino), Elephant (basada en la masacre de Columbine) y ahora Last Days (sobre los últimos días de Kurt Cobain). A la espera del estreno de esta última en la Argentina, Radar repasa estas preguntas sin respuesta a un misterio de nuestro tiempo: el de jóvenes que matan, mueren o se matan sin explicaciones convincentes.

Por Mariana Enriquez

En 1997 Gus van Sant publicó Pink, una novela fallida que tuvo escasa difusión, dedicada a River Phoenix, el protagonista de la que entonces se consideraba su mejor película, Mi mundo privado. Entre la multitud de personajes, dos referencian claramente a personajes reales: Blake, una estrella de rock que se suicida de un disparo en la boca, y Félix, que muere de sobredosis en una vereda, en compañía de su hermano menor, que trata de socorrerlo en vano. En su novela, Van Sant recreaba –siguiendo las reglas del fan-fiction, ese “género” contemporáneo que florece en Internet– las muertes de River Phoenix y Kurt Cobain. Venía incubando desde entonces Last Days, su nueva película inspirada en los últimos días de Cobain.

Y quizá por entonces, cuando todavía estaba trabajando para los estudios de Hollywood en sus películas más impersonales (Good Will Hunting, la remake de Pyscho y Finding Forrester) también estaba pensando en la trilogía que culmina con Last Days y se completa con Gerry (2002) y Elephant (2003). Tres películas hermosas y asfixiantes, de un lirismo arriesgado pero escueto, técnicamente soberbias, emocionalmente contenidas y sin atisbos didácticos o naturalistas. Last Days no es la mejor de la trilogía, pero es un cierre perfecto donde Van Sant desnuda sin pudor alguno su obsesión con la juventud y la muerte, la pureza del vacío, y cierto determinismo; una sensación de lo inevitable, de destino fatal precedido por esas largas caminatas que los personajes llevan adelante en las tres películas, acompañados por la cámara testigo que no puede rescatarlos –y se pregunta si acaso es posible hacerlo.

Gerry está dedicada al realizador húngaro Bela Tarr (Satantango) y su estética despojada, caracterizada por tomas dolorosamente largas y lentas. No obstante, Gerry es Van Sant en estado puro, a pesar de la reconocida influencia y la cita a Esperando a Godot de Beckett. Rodada en el norte argentino, el Valle de la Muerte y en Utah, Gerry presenta a dos amigos interpretados por Matt Damon y Casey Affleck (ambos se llaman “Gerry”, además) que se pierden, a lo mejor intencionalmente –tal es la negligencia– en el desierto. Van Sant se basó en un caso real que tuvo gran exposición en los medios. Caminan y caminan, hablan de tonterías, apenas se refieren a su desesperada situación, y las larguísimas escenas silenciosas sobre áridos terrenos blancuzcos expresan la claustrofobia que sólo pueden articular los espacios abiertos y las infinitas posibilidades. Los dos Gerrys pueden ser alter egos o camaradas: a Van Sant poco le interesan las explicaciones o el realismo. El acto de piedad final, una toma lejana donde ambos Gerrys parecen besarse sobre un suelo salitroso, parece una escena romántica, y lo es: pocos realizadores tienen la capacidad de Van Sant de hablar de sexo sin mencionarlo o mostrarlo. Esa larga caminata por la nada no podría tener otro final. De la misma manera, los largos paseos en plano secuencia por la helada escuela de Elephant son preludio de la violencia inevitable, latente, planeada en una cercana casa de apacible barrio suburbano.

Elephant, inspirada en la masacre de Columbine, es uno de los comentarios más lúcidos sobre la violencia y la soledad adolescente que desató el traumático hecho ocurrido en la escuela de Colorado en 1999. Van Sant no necesita golpes bajos para dar pie a escenas sumamente dolorosas: le basta con la angustia del rubísimo debutante Alex Frost quitándole a su padre borracho el control del auto camino a la escuela el día de la masacre para plantear una situación desoladora. Elephant no juzga ni explica a los adolescentes. Los observa desde varias miradas posibles: caricaturizados, idealizados, huecos, conmovedores, curiosos, alegres, aburridos, violentos. Pero ninguna mirada es única ni determinante. Son apenas fragmentos de los últimos momentos de sus vidas. Elephant es, también, una proeza técnica. Las escenas se repiten desde diferentes puntos de vista, el tiempo se fractura, los planos secuencia que siguen a los chicos caminantes parecen girar sobre sí mismos en espera de lo inevitable. Como en Gerry, antes del acto final los asesinos cumplen un rito de limpieza que culmina en un beso tan sexual como de camaradería –para Van Sant, desde Mi mundo privado, son términos homologables–, detalle que causó cierto escozor en la crítica pero que puede verse más como una provocadora firma de autor, no carente de romanticismo.

Si Last Days cierra tan bien la trilogía es, entre otras cosas, porque las tres películas tratan de últimos días, últimos momentos, preludios a la muerte. Hay una discusión sobre Last Days que es por completo irrelevante: si retrata con “fidelidad” el final de Cobain. Así como Elephant era y no era sobre Columbine, Last Days es y no es sobre la muerte de Kurt Cobain. Por suerte, no es una biopic. Las referencias son sobre todo iconográficas: Michael Pitt, que interpreta a la estrella de rock Blake, aparece con el célebre pulóver verde y rojo que Cobain vestía cuando se suicidó, usa los mismos anteojos que el ídolo, la misma gorra, los mismos vestidos, el mismo corte y color de pelo. Pero, por ejemplo, jamás aparece usando heroína. Van Sant ni siquiera muestra el momento de la muerte: si se piensa que es un suicidio es sólo por la referencia a Cobain, no porque una imagen lo determine. La cámara sigue a Blake en un derrotero solitario por el lago cercano a su mansión arruinada, lo acompaña cuando se seca la ropa ante una fogata, cuando cocina penosamente o canta solo acompañado de una guitarra (una de las canciones, Death To Birth, es del propio Michael Pitt, y está realmente muy bien). Es un estudio sobre la soledad, una experiencia voyeurista sobre los actos cotidianos insignificantes de alguien cercano a la muerte (¿de alguien decidido a terminar con su vida?) sin un instante de psicologismo.

Como en Elephant, las escenas se repiten desde distintas perspectivas, y el tiempo está roto. No hay guión convencional, y apenas diálogos, sobre todo con actores no profesionales, como un vendedor de páginas amarillas, gemelos mormones y Kim Gordon, de Sonic Youth, que interpreta a la manager de Blake. La cámara captura la desolada belleza de los bosques que rodean la casa de la estrella, la ventana de la mansión desde la que se lo escucha tocar, los árboles reflejados en los vidrios de los autos de modo que ocultan lo que sucede en el interior. Aunque la heroína jamás está presente, es una película sobre la droga, en sus tiempos, en el estupor de Blake –la interpretación de Pitt, casi puramente física, es notable–, en la languidez de los amigos de la estrella que deambulan por la casa, duermen, se besan –el beso gay de rigor es entre Lukas Haas y Scott Green– y canturrean Venus in Furs, de The Velvet Underground. Van Sant está lejos, una vez más, de juzgar e interpretar: los amigos no son ni sanguijuelas ni contenedores, el dolor de Blake es intangible. Sería, claro, presuntuoso descifrar la desdicha de Cobain, y Van Sant prefiere sugerir apenas cierto misticismo que es totalmente adecuado a la iconografía de un ídolo muerto, desde una vez más el baño-purificación de la primera escena hasta el final, un efecto de resurrección que resultaría cursi en cualquier otro cineasta con menos pericia y empatía que Van Sant. Se puede considerar Last Days la película más personal de Van Sant, quizá un tardío exorcismo de la traumática muerte de River Phoenix, una desenfadada admisión de su fascinación por los talentosos y condenados, por los jóvenes hermosos que desde Hollywood o desde un escenario encandilan y obsesionan a los meros mortales. Cierto, no está claro si Last Days funcionaría como película sin la referencia a Cobain (Elephant funciona por sí misma y la inspiración en Columbine es mucho menos decisiva para su peso como película), pero después de todo Van Sant compuso una trilogía que va de lo casi surreal-alegórico a lo social y alcanza finalmente la cultura pop, siempre apoyado en un disparador real.

Gerry, Elephant y Last Days están basadas en hechos reales que, en realidad, son un misterio. Nadie sabe qué le pasó a ese chico perdido en el desierto, ni qué sentían los adolescentes asesinos de Columbine, ni qué hizo Cobain en sus últimos días recluido en su casa de Seattle. “Las películas son preguntas sobre lo que ocurrió”, explica Van Sant. “No son sobre los eventos, sino especulaciones ficcionales.” Son tres películas que parecen girar sobre un vacío paradójicamente recargado, y sobre todo, tres interrogantes, una trilogía de la incertidumbre.

miércoles, junio 22, 2005

Acelerador de Internet

Cotas ha puesto a disposicion de todos los usuarios de sus servicios un software con el que se puede acelarar la velocidad de conexión a Internet, según ellos las páginas descargan más rápido y hace la experiencia de navegar más agradable. Lo pueden bajar de www.cotas.net

sábado, junio 18, 2005

Voluntad de morir

Excelente artículo de Mario Vargas Llosa sobre la situación boliviana. Esta nota apareció hace algunos días en La Razón. Muy pero muy interesante y sobre todo cierto.

Voluntad de morir
Los dioses, o tal vez el diablo, decidieron premiar la sensatez de los bolivianos haciéndoles descubrir en su subsuelo vastísimos yacimientos de gas.

Tal vez la historia de ciertos países sería menos esotérica, para no decir indescifrable, si pusiéramos en tela de juicio la creencia, apuntalada y universalizada desde el optimismo filosófico del Siglo de las Luces, según la cual forma parte de la naturaleza de todos los pueblos la vocación de progreso, justicia y libertad. Porque, aunque es indudable que esta predisposición parece existir, en efecto, en las sociedades que han evolucionado desde la escasez hasta la prosperidad y desde el absolutismo hacia la democracia, lo cierto es que hay otras en las que aquel impulso natural colectivo brilla por su ausencia y, en su reemplazo, parece prevalecer una clara preferencia por el estancamiento, la involución histórica y hasta el suicidio económico y social.

Las razones por las que esta naturaleza reaccionaria y antimoderna se enraíza en una sociedad son muy variadas —ideológicas, religiosas, culturales— y, afortunadamente, cambiantes, lo que significa que, en distintas épocas de su desenvolvimiento, un mismo país puede estar en la vanguardia del progreso y en el furgón de cola de la modernidad. Los casos ejemplares de este fenómeno son, en Europa, Francia y, en América Latina, Argentina. Probablemente pocas naciones han hecho avanzar tanto el progreso social, económico y cultural en el mundo como Francia, sin cuyos pensadores, artistas, estadistas, y sin la voluntad transformadora y modernizadora de vastas capas de su población en los siglos XVIII y XIX, el mundo sería infinitamente más pobre y menos libre de lo que es hoy. ¿Por qué se ha extinguido ese espíritu en la sociedad francesa y lo ha reemplazado ese terrible letargo y resistencia a la modernización que está, paso a paso, hundiendo cada día más a Francia en una decadencia que parece irreversible? La Francia de la Enciclopedia y de les philosophes que inventó el universalismo, proclamó los Derechos del Hombre, inauguró la secularización de la cultura, es hoy una sociedad profundamente conservadora y reaccionaria, tratando desesperada y absurdamente de oponerse a la gran revolución de nuestro tiempo que es la globalización y oponiéndole un nacionalismo anacrónico y cerril, del que, aunque utilizando argumentos distintos, se alimentan prácticamente todas las fuerzas políticas, desde el fascista Le Pen hasta la extrema izquierda comunista y trotskista, pasando por gaullistas, republicanos, socialdemócratas y socialistas. El sector moderno y liberal es, políticamente hablando, insignificante y sin posibilidad alguna en lo inmediato de revertir este lento avance de la sociedad francesa hacia el abismo.

Esta involución recuerda la de la Argentina. Ya casi todo el mundo ha olvidado, luego del trágico espectáculo del país en los últimos decenios, que esta nación fue una de las más ricas y progresistas del mundo, una verdadera potencia industrial a principios del siglo XX, con un sistema educativo comparable a los mejores del planeta, que acabó con el analfabetismo antes que tres cuartas partes de Europa lo consiguieran, y que, a mediados del siglo XX, tenía todavía —aunque los desafueros del peronismo ya habían comenzado la tarea de zapa y demolición de su prosperidad— una vasta clase media, emprendedora, culta, y de un altísimo nivel de vida. (¿Alguien recuerda que esa Argentina rica envió harina y carne a la pobrísima España de la posguerra?). En menos de medio siglo, sin que mediara ninguna razón natural, única y exclusivamente por la incompetencia demagógica de su dirigencia política, y la ceguera y sinrazón con que enormes sectores populares apoyaron los desvaríos de aquélla —nacionalizaciones, populismo desenfrenado, intervencionismo estatal en la economía, mercantilismo y corrupción— Argentina ha conseguido la hazaña de regresar al tercermundismo del que fue uno de los primeros países en salir, y debatirse, ahora, en sus inevitables secuelas: pobreza, desempleo, crispación social, marginación, y una astronómica deuda que gravitará mucho tiempo como lastre asfixiante sobre todo plan de reforma y desarrollo. Produce vértigo comprobar que el mayor responsable de esta catástrofe histórica sin parangón, el peronismo, siga gozando en Argentina del favor popular al extremo de haber erradicado a todo otro competidor en la liza electoral en un futuro más o menos próximo. Si esto no es vocación de suicidio, no sé qué es.

¿Y cómo llamar a esa fantástica carrera en la que parece haberse lanzado el pueblo boliviano hacia su ruina y desintegración? En 1985, en su cuarta presidencia, Víctor Paz Estenssoro tuvo el coraje de llevar a cabo reformas radicales e inequívocamente modernizadoras, que salvaron a la sociedad boliviana del caos de una hiperinflación astronómica en la que los precios cambiaban tres veces al día y el valor de los salarios se escurría entre los dedos de los trabajadores apenas los cobraban. El gran sacrificio que esto significó, el pueblo boliviano lo soportó con estoicismo, apoyando las medidas modernizadoras: la privatización del sector público, los incentivos a la inversión extranjera, el apoyo a la exportación, y, en suma, la reversión de la tendencia populista, intervencionista y estatizadora, impulsada por el propio Paz Estenssoro en los años cincuenta, que hizo de Bolivia uno de los países más pobres e inestables del planeta.

Las reformas dieron resultados apreciables y la economía boliviana comenzó a crecer, a atraer capitales extranjeros, y su vida política a estabilizarse, por primera vez en una historia en la que nunca antes un presidente elegido democráticamente había podido terminar su mandato. Había elecciones libres y alternancia en el poder. La política económica se mantenía y muchos países latinoamericanos empezaron a mirar con envidia y admiración al país del Altiplano. Entonces, los dioses, o tal vez el diablo, decidieron premiar la sensatez de los bolivianos haciéndoles descubrir en su subsuelo vastísimos yacimientos de gas y de petróleo. Fue la catástrofe. La aparición de esa riqueza, que en cualquier sociedad normal sólo hubiera provocado alborozo y alentado la voluntad de progreso nacional, en Bolivia tuvo un efecto cataclísmico: la antigua demagogia populista resucitó, ganó las calles, y, capitaneada por supuestos líderes “indígenas” como Evo Morales (del Movimiento al Socialismo) y Felipe Quispe (Movimiento Indigenista Pachakuti), desencadenó una crisis que ya tumbó al presidente Sánchez de Lozada y amenaza ahora con tumbar a quien lo sucedió, el presidente Carlos Mesa, y sumir al país, además de la parálisis económica en que ya se encuentra, en la anarquía, una guerra civil o un golpe de Estado y precipitar acaso el desmembramiento territorial de Santa Cruz, la región más afluente y más moderna de Bolivia. ¿Cómo calificar a todo este proceso si no llamándolo locura colectiva, peste de estupidez?

Es una ingenuidad de europeos amantes del exotismo creerse aquello de que el dirigente de los cocaleros bolivianos y el gran hacedor del desbarajuste en que se halla su país, Evo Morales, es un “indígena” luchando por mejorar la suerte de su comunidad étnica. En verdad, es un criollo lenguaraz, vivo como una ardilla, y que no se propone resucitar el Imperio de los Incas, ni el Tiwanaku, sino seguir las huellas de sus maestros, amigos y mentores, Fidel Castro y Hugo Chávez (este último es, además, el financista del MAS), capturando el poder absoluto e instalando en Bolivia una dictadura marxista. No es imposible que lo consiga, por la vía democrática de las urnas. En las últimas elecciones salió segundo, a muy poca distancia del vencedor, y ahora domina las calles, apoyado por sectores campesinos y mineros y por la COB, la Central Obrera Boliviana. Su popularidad sólo es explicable por aquella pulsión de muerte que, según Freud, se disputa en el légamo de la personalidad humana con la erótica la orientación de la vida y va trazando, desde el inconsciente, el destino del individuo. Evo Morales ha conseguido paralizar dos intentos de dar una Ley de Hidrocarburos que permita a Bolivia beneficiarse de los yacimientos de gas y de petróleo y quemar etapas en el desarrollo, creando puestos de trabajo y elevando los niveles de vida de los sectores desfavorecidos. Y ha declarado, sin empacho, que es preferible que estas riquezas permanezcan en el subsuelo en vez de servir para enriquecer a “las compañías capitalistas y al imperialismo”. O sea, ya sabe el pueblo boliviano lo que le espera si el popular Evo Morales toma el poder.

Ante este riesgo, hay irresponsables que creen que el mal menor es llamar a los cuarteles y entregar el gobierno a un Pinochet. Es decir, apagar el incendio echando chorros de alcohol y querosén a las llamas. Si los cuartelazos y los caudillos militares resolvieran los problemas, Bolivia sería Suiza o Suecia, no Bolivia. Porque en sus doscientos años de historia republicana ha tenido más golpes de Estado y más dictadores militares que todos los otros países de la Tierra. En verdad, a ello se deben en gran medida su postración, sus desigualdades abismales, su atraso. Una dictadura no es jamás la solución.

Hay que aceptar la democracia con todas sus consecuencias. Hoy en día, el país más aislado sabe perfectamente, examinando su pasado o el presente de muchos de sus vecinos, lo que significa acabar con el estado de derecho, y entregar el poder a un Fidel Castro, a un Fujimori, a un Hugo Chávez, a un Somoza, a un Trujillo, a un Papa Doc. Si, a pesar de ello, teniendo la oportunidad de escoger, elige suicidarse, yo creo que su vocación tanática, masoquista, debe ser respetada. Que experimente en carne propia las secuelas de su libre decisión. Tal vez así aprenda, reaccione, cambie. Afortunadamente, la historia moderna está llena de ejemplos de sociedades que, rendidas ante la fascinación de un dictador —Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Pinochet—, después de pasar por el horror, han aprovechado la lección y son hoy sociedades donde la democracia parece irreversible. O, tal vez, no, y prefiera perseverar en el error. Allá ella.

Falta de Tiempo

Como habran visto, ultimamente en vez de poner comentarios propios he estando insertando notas de otras personas que he visto en periodicos o en otros sitios. Bueno esto se ha debido a que he tenido mucho trabajo esta semana y la verdad parece que no va a bajar en buen tiempo. De todas maneras no dejo de navegar por la red y recolectando artículos que me parecen muy interesantes. Cuando encuentre algo que valga la pena lo voy a poner directamente aquí. Otra cosita más, no se olviden de visitar www.flickr.com/photos/alvaromendez que es mi album de fotos on line, espero les guste mucho.

domingo, junio 12, 2005

Máscara vs. Careta



El estreno de Batman inicia desempolva un enfrentamiento de la cultura pop aun más fervoroso que el de los Beatles versus los Rolling Stones: el del psicópata millonario que se disfraza de murciélago versus el extraterrestre de acero que se viste de nabo. A continuación, historial y resultado de esa pelea.


Por Rodrigo Fresán
UNO
No acabamos de digerir el espanto y la culpa de ese iniciático y terrible interrogante al que somos sometidos a una edad tan temprana (¿A quién querés más: a mamá o a papá? con la inevitable interferencia del factor abuelos); cuando, casi enseguida, nos vemos enfrentados a algo todavía mucho peor: ¿Batman o Superman? La respuesta a este dilema no tiene la sutil elegancia de preguntas que llegarán más adelante cuyas opciones pueden cambiar según el ánimo o la oportunidad (¿On the rocks o sin hielo? ¿Cuál es tu Beatle favorito? ¿Rubias o morenas?), sino todo lo contrario: exige una elección firme y que se mantendrá inamovible hasta el último de nuestros días. Y esa elección –si somos personas de bien, si nos consideramos animales inteligentes– sólo puede ser una: Batman.
DOS
Para empezar, Superman –creado en 1938 por la dupla del guionista Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster– no es uno de los nuestros, no es uno de nosotros. Superman es un inmigrante ilegal: un extraterrestre enviado en cohetín a la Tierra por su progenitor, Jor-El, en vísperas de la destrucción del planeta Kriptón. El que Jor-El lo haya enviado a un lugar tan problemático y constantemente cataclísmico como éste, pudiendo haberlo despachado a galaxias más felices e inteligentes, dice a las claras que era un pésimo padre o alguien con un sentido del humor un tanto perverso.
TRES
Los múltiples superpoderes de Superman –héroe que es la versión con esteroides de una de esas navajas suizas con miles de funciones que, a la hora de la verdad, no sirven para gran cosa– no son otra cosa que la resultante de las condiciones atmosféricas de nuestro mundo en combinación con su biología alien. Es decir: lo suyo no tiene mérito alguno. Y el que sólo sea vulnerable a las múltiples variedades de kriptonita (restos rocosos de su lugar de origen que llegaron a nuestros mares y montañas y ciudades en forma de meteoritos de diverso tamaño) no hace más que poner en evidencia que Superman no es alguien tan sano y equilibrado como nos quiere hacer creer si un pedazo de patria lo pone tan pero tan mal. Es más: Freud se hubiera hecho una fiesta con este muchacho.
CUATRO
Batman, en cambio, es 100 por ciento humano y es un verdadero selfmade man que suplanta los superpoderes reflejos y automáticos por gadgets, pura astucia humana y, claro, dinero heredado a muy temprana edad. Creado en 1939 para competir con Superman por el dibujante Bob Kane y el guionista Bill Finger, Batman –el lado oscuro del magnate Bruce Wayne– se reconoce desde el principio como un perfecto y feliz psicópata. Lo suyo –una sed de venganza del tipo montecristiana– está justificado por haber sido testigo del asesinato de sus padres durante su infancia y nunca me quedó claro qué hacía una pareja de adinerados con niño paseando por una calle oscura, cerca de la medianoche y, si mal no recuerdo, a la salida de un cine. Traumático, sí, pero mejor eso que –el caso de Superman– acabar siendo adoptado por un par de granjeros, los Kent, tan buenos que parecen escapados de un manicomio. Y, para los verdaderamente masoquistas, ahí está esa pésima serie de televisión con acné titulada Smallville donde lo único interesante es el personaje del juvenil Lex Luthor, millonario adolescente quien, seguramente, estudió en el mismo colegio primario que Bruce Wayne. Una escuela en la que sólo pueden apuntarse potentados con serios problemas de personalidad. O de alopecia.
CINCO
Y está el definitivo y definidor asunto de los trajes, de los uniformes. Seamos sinceros, el traje de Superman no es más que un pijama patriotero; mientras que el de Batman –concebido por Wayne una noche enque un murciélago se coló por una de las ventanas de su mansión– es formidable y hace todavía más interesante a su portador. Porque hay que estar muy loco para –viviendo hundido hasta las cejas en millones de dólares– tener el perturbador hobby de ponerte semejante indumentaria para salir a perseguir gangsters y no súper-villanos (de esta faceta más dark y noir, parece, se ocupa Batman Begins, dirigida por Cristopher “Memento” Nolan). Superman, mientras tanto, se la pasa posando, siempre que puede, con brazos en jarra frente a la bandera norteamericana. En este sentido, queda claro que Superman es casi un servidor público, un empleado más del gobierno de EE.UU. Batman, en cambio, es un entrepreneur del sector privado. Superman es un insider y Batman es un outsider. Superman es La Ley y Batman es un Fuera de la Ley. Frank Miller vio bien clara estas polaridades opuestas e irreconciliables y enfrentó al Murciélago con el Kriptoniano en la magistral graphic-novel de mediados de los ‘90 titulada The Dark Knight Returns. Allí, uno y otro se baten en duelo a muerte. Y, claro, Batman pierde porque Batman no tiene súper-poderes. Pero, aún así, Batman gana.
SEIS
Y siempre serán mejores las gárgolas de Gotham City que los impersonales rascacielos de Metrópolis. Y la Baticueva queda mucho más cerca del centro que la ártica Fortaleza de la Soledad. Es decir: Batman siempre tiene mejor dirección de arte (gracias por todo, Tim Burton; en especial por Batman Returns) y hasta cuando hace el ridículo –la formidable serie televisiva pop-kitsch de 1966 o las fantasías pseudo-gays de Joel Schumacher– suele resultar perversamente interesante. Ya saben: Kapow! Crash!, Burguess Meredith como El Pingüino y César Romero como The Joker; y, bueno, ese hule negro más S&M que justiciero. Y –last but not least– la música de Batman: esa obra maestra del a go-gó firmada por Neal Hefti para la serie de TV o las febriles partituras góticas de Danny Elfman. El soundtrack de John Williams para Superman es, en cambio, lo mismo de siempre, lo de antes: música para marines que no tienen la menor idea de en lo que se están metiendo.
SIETE
No hay redención posible, en cambio, para el serial The Adventures of Superman (1956) o para las inocuas cuatro películas –la segunda parte, de Richard Lester, fue la mejor– protagonizadas por el Hombre de Acero entre 1978 y 1987. Además, hacer de Superman da mala suerte: George Reeves se suicidó y Christopher Reeve se cayó del caballo para subirse a la silla de ruedas y –humor negro oscuro– acabó siendo igualito a Lex Luthor. Buena suerte a Bryan “X-Men” Singer, quien se ha empeñado en hacerse cargo de la nueva versión. Y (los rumores apuntan a Nicolas Cage) que se cuide mucho el actor protagonista. Ya lo dice el dicho: el hábito no hace al monje. Ni al Superman.
OCHO
Y seamos sinceros: entre Luisa Lane y Gatúbela, ¿con quién se quedarían ustedes?
NUEVE
Pero –ahora en serio– el verdadero problema es otro. Superman no usa disfraz. Batman sí. Superman se nos presenta a cara limpia e -invirtiendo la lógica del sistema del súper-héroe– su “personalidad secreta” es el torpe periodista Clark Kent. Bruce Wayne, por su parte, es un tipo definitivamente cool que se esconde –como le corresponde a todo súper-héroe– detrás de la máscara de rigor. Y he aquí lo ofensivo: Superman es como es y se “convierte” en el terrestre Clark Kent –le basta, apenas, un par de anteojos y peinarse ese mechón rebelde sobre su frente blindada– porque es así como nos ve a nosotros: torpes, cobardes, buenos para nada. Superman nos insulta e insulta la inteligencia de los humanos que –con la excepción de la histérica y siempre sospechosa peronada eficiente Luisa Lane– ya llevan casi setenta años incapacitados para descubrir lo obvio: ¡Clark Kent es exactamente igual que Superman si Superman usara anteojos! Bruce Wayne, en cambio, desaparece para que aparezca Batman detrás del rostro de un quiróptero de hábitos nocturnos que pasa el día colgado cabeza abajo. Y todos felices.
DIEZ
Y, de acuerdo, sí, bueno, tienen razón: está el conflictivo tema de Robin. Pero no hablemos de Robin. Robin murió. Lo mataron los malos. Y los lectores que votaron para que desapareciera para siempre. Y Batman lloró un poco. Pero se repuso enseguida porque llegaron nuevos Robins. Y le pidió a Alfred –tanto más interesante que Jimmy Olsen– que le pusiera a punto el Batimóvil. Y agregó: “Hoy a la noche salgo... Y vuelvo tarde”.

lunes, junio 06, 2005

My Nerd Score

Pense que iba a sacar más en este test, que pena!!!

I am nerdier than 74% of all people. Are you nerdier? Click here to find out!

viernes, junio 03, 2005

Ispin

Mucho tiempo estuve probando una serie de Launcher, incluso desde mi añorada Handspring Visor, pero ninguno me convencía, hasta que días atrás encontre Ispin, que es el que estoy usando actualmente. Me gusta mucho porque te da la apariencia de que estuvieras en tu Pc ya que emula de alguna manera al Windows XP y tiene una función para gestionar archivos. Si tienes una Palm que tenga Palm O.S. v. 5 en adelante, prueba utilizando este launcher, verás que no te arrepentiras. Ah, me olvidaba, es gratuito y tiene varios skins que puedes intercalar.

jueves, junio 02, 2005

Pobre Pais

Se que puede sonar muy cliché, pero me da mucha tristeza todo lo que está pasando en nuestro país. Acabo de ver el mensaje del presidente, en el que a través de un corto comunicado convoca a la eleccion de Constituyentes y el Referendum Autonomico. Cuesta creer que nos estemos acercando tanto al abismo, si es que no hemos caído ya. Les dejo una nota que encontre en el blog de Miguel Esquirol, un cochala radicado en Barcelona y a quien conoci hace un par de años.

- y La Paz quedó aislada del mundo


En la marcha más multitudinaria de los últimos días,
miles de mineros, campesinos, maestros, comerciantes,
obreros y desocupados hicieron colapsar ayer esta capital,
y La Paz quedó aislada del mundo.
El clarín


Querida:

No se si lograré enviarte esta carta. Me han dicho que por los Andes hay un grupo que ha descubierto una ruta de salida hacia Chile, que como un goteo logran salir. Intentaré enviarte con alguno de ellos mis novedades. Quiero que sepas que estoy vivo y aunque muy delgado creo que hemos dado con una precaria forma de estabilidad.

¿Cuanto tiempo dura el bloqueo?. La verdad ya no estoy seguro, han pasado demasiados meses. Ha pasado tanto tiempo que lo que al principio era un cerco humano de presión al rededor de la ciudad se ha convertido en una pequeña ciudadela estable. Nos han olvidado aquí adentro, las trincheras y las minas hacen que sea imposible salir y el muro de silencio que han creado nos ha hecho desaparecer. No tengo la menor idea lo que dirá la prensa internacional, pero seguramente nada bueno.

Al principio fue muy difícil. Sufrimos primero por la falta de comida. Muchos murieron en ese tiempo, cada amanecer aparecían cadáveres congelados. Con mucho esfuerzo y trabajo logramos sobrevivir. Ahora tenemos cultivos de maíz y papa y manadas de llamas que cuidamos con celo son nuestro único sustento. Ahora casi todos somos campesinos y hemos aprendido a sobrevivir en el frío del altiplano. Tenemos la piel cortada por el frío, las manos callosas, la espalda adolorida por todos los días luchando con la dura tierra. Los pocos campesinos originarios que no salieron a bloquear la ciudad nos han enseñado sus métodos de cultivo, ellos ya no pueden irse de todas maneras. Hemos tenido que aprender todo de nuevo como si fuéramos niños, pero ellos han sido muy pacientes.

Lo siguiente en acabarse fue la gasolina, las pocas bombas fueron saqueadas las primeras semanas; algún depósito fue defendido más tiempo por un minúsculo ejército que vendía cada litro por cifras increíbles. Pero incluso esos depósitos se terminaron. Los coches ahora son trastos inútiles, algunas personas los adaptaron para que las llamas tiren de ellos, al menos tienen puertas y ventanas para combatir el viento. También nos cortaron la electricidad que llegaba desde el norte. Hicieron volar un par de torres y todo el subministro desapareció en una sola noche. La noche más oscura que pueda recordar. Hubo caos y terror. Tu tío murió aquella noche intentando defender su librería, sus pocos libros siguen siendo mi tesoro, los transporté durante muchas noches a mi actual hogar y me han hecho mucho bien.

A ratos me parece que volvimos a la época de las cavernas, retrocedimos en el tiempo, pero vivimos entre ruinas de casas, fábricas y carreteras asfaltadas. Los más altos edificios se vaciaron los primeros días sin electricidad ni calefacción convertidos en esqueletos de gigantes. Después de las zonas altas y que fueron las más ricas comenzó una peregrinación hacia regiones con sembradíos y ríos, los rostros de esos hombres y mujeres revelaban el grado de terror que habían sufrido, muchos de ellos estaban moralmente destrozados, eran zombies sin volutnad. Pero tenían que vivir cerca de la fuente de alimento por lo que fueron a pedir ayuda, les dieron picos y les enseñaron como quitar las piedras y las pajabravas para preparar un terreno. Lo que un día fue la impactante capital del gobierno, aquella hoyada llena de vida, se había vaciado casi por completo. De noche desde la ciudad de El Alto se puede ver un pozo negro con alguna luz de fogatas o incendios.

Todavía tenemos grupos que se dedican a recorrer las casas buscando objetos valiosos para venderlos o intercambiarlos. Pero los objetos valiosos son ahora diferentes. Un pico y una pala son más valiosos que un televisor. Recipientes metálicos y de plástico más que joyas o billetes. Mantas, frazadas, ropa de lana son entre los objetos más cotizados. Las hilanderas han empezado a formar aprendices, ellas son quizás una de las fuerzas económicas más importantes de la ciudad.

Hay días que me entra la desesperación cariño mío. Si viviéramos en una región más cálida sobrevivir sería más fácil, pero el frío, la dura tierra altiplánica, las gélidas aguas que bajan de la cordillera, hacen que el día a día sea una constante lucha. Ya pasamos un invierno. En ese entonces vivíamos aun en la ciudad pero igual muchos murieron, sobre todo niños. El invierno que se acerca puede que tengamos que volver a las casas, ya han empezado a buscar aquellas de paredes de adobe que son las que mejor conservan el calor; aun no somos los suficientes hábiles todavía para construir casas propias, quizás para el invierno siguiente estemos mejor preparados. Como ves, mis esperanzas de que esto se arregle han desaparecido.

Los niños son los más fuertes, son los que mejor se han acostumbrado a su nuevo territorio, pero existen demasiados huérfanos. Sin importar de qué familia vienen, de qué color es su piel o cabello se reúnen en peligrosas pandillas. No trabajan la tierra y no tienen con qué alimentarse. Son una pequeña plaga que va arrasando la tierra por donde pasan. Tuvieron que matar a un pequeño grupo para atemorizarlos y ahora están un tanto tranquilos. Puedes ver en sus caras el miedo y el hambre. Necesitan alimentarse y nadie les ha enseñado a cultivar maíz, a pastorear llamas.

Como te dije al principio de esta carta hemos llegado a un precario equilibrio. Mientras las cosas no cambien sobreviviremos. Mientras la muralla que nos separa del mundo exterior nos deje en paz seguiremos trabajando la tierra. ¿Y qué pasó con los problemas por lo que comenzó todo esto?. Yo creo que todo el mundo los ha olvidado. Ya no se presiona al gobierno. Ya no existe un gobierno aquí dentro. En el palacio del presidente aun vive él y un grupo reducido de hombres. O creemos que lo hacen. Desde lo alto se puede ver la luz de fogatas en su patio central. Nubes de humo salen por una ventana como si alguien cocinara. Hay algunos que dicen que han destrozado el suelo de los pisos inferiores para cultivar. Lo único que se es que él nunca quiso salir, no quiso enfrentarse a su pueblo. Se ha convertido en un ermitaño. Pero por alguna razón nadie ha intentando entrar a la fuerza al palacio del gobierno. La primera semana fue defendida con rifles de asalto por los pocos militares que aun vestían uniforme, pero después todo el mundo olvidó ese edificio. Como si no existiera. Igual que nosotros para el mundo exterior.

Intenta contarme novedades del mundo exterior, qué se sabe de nosotros, qué ha pasado con el país que ha vivido esta crisis. Ahora despacho esta carta, espero que algún día estas noticias lleguen a tus manos

Con mucho cariño

Tuyo

M.

miércoles, junio 01, 2005

Viaje de Pablo


Pablo y Alvaro
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Nuestro amigo Pablo estuvo haciendonos su última visita anoche. Espero todo te salga bien. Muy buen viaje.

lunes, mayo 30, 2005

Despedida a nuestro amigo Pablo


Despedida Pablo 2
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El dia de ayer nos juntamos en la casa de nuestra amiga Raquel Mendoza para hacerle una despedida a nuestro querido amigo Pablo Salvatierra, quien parte rumbo al Japon en busca de nuevos horizontes. Que te vaya muy bien Pablito!!!

viernes, mayo 27, 2005

Feliz Día de la Madre

A mis adoradas, madre, esposa y suegra. Saludos a las 3 en este día y también a todas mis tías.

martes, mayo 24, 2005

Voy a ser papa

Como lo leen, ayer Claudia se hizo un examen y dio positivo, así que en Enero o Febrero nos estrenamos como papas. Los voy a mantener al tanto.

jueves, mayo 19, 2005

Life Drive 1


Life Drive 1
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Ayer salió el nuevo modelo de Palm, está muy bonito el gadget, pero aún creo que no supera ampliamente a mi adorada Tungsten T3, no como para querer cambiarla, aún si tomo en cuenta todas las chucherí­as nuevas que tiene,no tiene el slide, importante parami. (Con este comentario mi esposa va a respirar un poco)

martes, mayo 17, 2005

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DSCN0721
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Claudia y Tio Reynaldo

DSCN0724
DSCN0724,
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Una foto de nuestras vacaciones en La Paz.
Ahora sí

Buenos, a partir de ahora los post van a poder aparecer con imágenes. Después de ver los blog's de algunos amigos y de nacerme una sana envidia por su publicación con imágenes, ahora podrán ver mis comentarios ilustrados con fotos o cualquier imagen que se me ocurra.

FLICKR

Equipo
Equipo,
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Primeras pruebas con el Flickr

jueves, mayo 05, 2005

No Digas Nada

Otros libro que terminé de leer y que había olvidado comentar es "No Digas Nada" de Sergio Marchi (periodista-musico argentino) y que nos trata de relatar bajo su propia óptica la vida del artista que más admiro, Charly García. En este libro podemos encontrar muchos detalles de la vida de Charly, la mayoría de su vida privida pero también nos enfoca la manera en la que Charly trabaja en sus discos. El autor no busca trascender con esta obra, el mismo aclara que no tiene asipiraciones literarias con este libro, sino que a través de la profunda amistad que lo une con Charly, nos trata de mostrar todo el "entorno" de Charly y nos induce a comprender de cierta manera como funciona Charly. Digo de cierta manera, porque hasta Marchi sabe que la llegada hasta Charly tiene un límite, quizás solamente su hijo sea la única persona que pueda comprenderlo completamente, pero nos da suficientes pautas como para aceptar muchas de las locuras-genialidades que comete. Si eres un fan de Charly este libro te va acentar la creencia de que Charly pertenece al círculo de pocos músicos que de verdad vale la pena seguir toda la vida. Si no eres un fan de él, entonces te ayudará a quitarte algunos preconceptos que se tienen sobre el. Un aspecto negativo del libro, el final es muy abrupto, pero bueno, ya dijimos, este libro solo busca ser una pauta.

miércoles, mayo 04, 2005

La Cultura Wal-Mart

Bueno, después de unos días de descanso por los feriados de mayo, retomo el blog para seguir comentándoles varias cosas. Esta vez voy a dejar de lado la lista de links recomendados para comentarles el último libro que terminé de leer, "La Cultura Wal-Mart" de Robert Slater. Un libro muy interesante de un autor que se ha especializado en escribir sobre temas corporativos. En este libro en particular, Slater trata de relatarnos el cambio que significó para Wal-Mart el pasar de un liderazgo personal como el de su fundado (Sam Walton), a uno corporativo, donde las reponsabilidades y decisiones estaban divididas en un equipo. Es particularmente interesante ver que la nueva gerencia de Wal-Mart se escudó en la figura de su fundador para no figurar mucho públicamente y hacer su trabajo de manera callada y eficiente. Por escudar me refiero a que no buscar sobresalir públicamente, y siempre usaban como referencia la imagen de Sam Walton. Aunque el libro termina abruptamente (uno esperaba que cuente algo más), es una lectura recomendada para todos, ya que nos intenta transmitir un poco ese liderazgo empírico que adquirió Sam Walton durante los años que estuvo al frente de Wal-Mart.