miércoles, julio 26, 2006

Agapito

(Este es un cuento propio que quería compartir con ustedes)


Te acuerdas como era tu vida antes Agapito.  Mucho tiempo atrás, sin estos dulces de a diez y los chicles de a veinte.  Cuando no tenías que dormir sólo en este cuarto gris y mal oliente como ahora.  Sin ventanas que iluminen y deseos que oscurezcan.  Te acuerdas de tu familia?.  De aquel pueblito donde naciste y creciste en medio de caballos y tuja de esconderse.  Y papá con el yugo y la guitarra.  Los hermanos, Agapito, aquellos compañeros de aventuras y desvelos.  Las muchachas de los ríos, con sus cuerpos bien torneados y el sexo floreciendo.  Sin ir a la escuela y tan sólo aprendiendo a sumar.  Puedes creerlo, tanto tiempo atrás no?.  pareciera que fue ayer cuando te viniste para la ciudad cargando dos trapos de tela y muchas ilusiones.  En el pueblo uno se muere de hambre, te dijeron, la tierra ya no sirve para nada.  Pero se les olvido decirte que uno también puede morirse en la ciudad, donde la tierra da para todo pero no les toca a todos.  Caramba che, que destino el tuyo.

Y quién soy yo Agapito?.  Acaso aquel fantasma que te trae de vuelta a los recuerdos?.  Debiste haberme puesto un nombre cuando aparecí, nos despreciarme e ignorarme como la nada.  Porque la nada es la más dura de las realidades.  De la nada has venido y a la nada volverás; pero también con la nada vivirás Agapito.  Como viviste con aquella morena de ojos tan claros como la mente.  La que conociste mientras trabajabas en el cine.  Época de mariachi y de amores.  En aquella pequeña taquilla de dos por dos.  Con un cuadrito de la virgen todo cansado por el tiempo, colgando detrás de la puerta y tú repartiendo entradas en tu uniforme nuevo.  Te acuerdas de ella?.  La pequeña muchacha de la limpieza.  Aquella que a cada atardecer te brindaba el calor de una sonrisa. María, ah, qué bonito nombre!.  La que invitaste a salir entre nervios y bromas.  Después un noviazgo largo y la vida entera.  Por lo menos, hasta donde duró ella. La mujer que te dio dos hijos.  Esos desconsiderados que los abandonaron ni bien ustedes empezaron a necesitar de ellos.  Los que nunca les devolvieron nada del mucho esfuerzo que les dedicaron.  Y tú y tu mujer, solos en la soledad, el martirio.  Ella padeciendo una enfermedad que nunca pudieron pagar.  Ya después cuando era tarde, en medio de un velorio, la ciudad gris y de amaneceres tristes se acordó de ti y te regaló un pobre nicho para María, ah, qué bonito nombre!.

Hasta ahí se fueron muchos años. Se fue ella y en ese momento llegué yo.  Este fantasma que te sigue donde vayas y que es tu única compañía en esos momentos de locura y lucidez.  Un amigo imaginario a tu edad Agapito, las cosas siempre te llegaron tarde.  Como también llegó tarde la Revolución Laboral a tu trabajo y te tocó despido.  Te fuiste, junto a otros cuarenta increíblemente Agapitos.  

Y ya na nadie quiere darle trabajo a un pobre viejo como tú, o como yo, que sólo sirvo de fantasma.  Que únicamente te escucho en medio del día y de la noche.  Tú con los años encima y el color blanco abundando en tu cuerpo.  Con los lentes y las camisas agujereadas desde hace mucho tiempo.  Yo con los años encima y haciendo lo único que supe hacer bien en mi terrestre existencia, escuchar.

Pero la ley de la vida nos ordena seguir buscando algo que comer y sólo quedaron los dulces y las pastillas Agapito.  Este pobre puesto sobre esta cruda e implacable avenida, con esta pobre cajita y una radio que nos conecta con los demás cuando en realidad quisiéramos vivir totalmente desconectados.  Todo por esa estúpida manía de querer sobrevivir.  Si al final de cuentas terminarás como yo, siendo un número más, pasando a través de la gente como si fueras el fantasma de Canterville.

Y acaso me puedes ver Agapito?.  Únicamente se te ha permitido oírme, decir que por lo menos hay un espíritu en tu vida ya que al parecer has perdido el tuyo propio.  Por eso te duermes en aquel cuartucho durante horas. Levantándote tarde para esquivar el desayuno.  Y por las noches bebes y te pones a llorar por la amargura de no tener nada ni nadie de carne y hueso con quien compartir, porque no hay nada pero que llorar solo, o conmigo, ese sí que debe ser frustrante.  Me imagino.  Yo no puedo alcanzarte ni un pañuelos ni brindarte un poco de consuelo.  Aunque te escucho como siempre lo he hecho.  

La rabia Agapito, bota toda tu rabia y grítale al mundo lo que se merece, mejor dicho, lo que te mereciste, porque ahora sería tarde darte algo, ya no hay tiempo, los días están contados para ti.  Es ahí cuando el cuerpo te gana y se duerme para levantarse horas después y seguir con la estúpida rutina de intentar sobrevivir.  Y encima viene la gente y te compra los dulces de a diez y los chicles de a veinte.  Esa es la vida, la que te tocó vivir, qué joder no?.

1 comentario:

Almacoba dijo...

ya era hora de volver a tener tus cuentos...espermos que sigas lanzando mas...deberias animarte a publicar un libro pequeño de los que tienes. Te gusta Ricardo Piglia?