martes, julio 17, 2007

Colombia necesita la ayuda de sus amigos

July 17, 2007 4:05 a.m.
Por José María Aznar*
(Publicado en el Wall Street Journal)

El 5 de julio, los colombianos se tomaron las calles en una rebelión en contra del terror. Su enojo se dirigía en contra de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que hace cinco años secuestraron a 12 diputados democráticamente elegidos y que a principios de este mes asesinaron a 11 de ellos. El presidente Álvaro Uribe encabezó las protestas en Bogotá bajo el lema "Libertad sin condiciones, ¡ya!". En un despliegue masivo de deber cívico, millones de personas en todo el país salieron a expresar su oposición al terrorismo. Exigían su derecho a la paz y la libertad. Esas escenas me recordaron lo que vivimos en España hace 10 años, cuando el grupo terrorista ETA secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco, un joven concejal de un pueblo en el País Vasco. En ambos casos, los asesinos trataron de culpar a los gobiernos democráticos por sus crímenes. Horrorizados por los despiadados crímenes, colombianos y españoles se alzaron en protesta para defender lo que está en juego: la libertad. Colombia enfrenta enormes dificultades y si el país y las democracias liberales de Occidente han de triunfar sobre el terrorismo, debemos unirnos. Esto significa fortalecer tanto la seguridad como el desarrollo económico. Si, por el contrario, Occidente le da la espalda, enviará una señal devastadora no sólo a los colombianos, sino al resto del mundo. Colombia ha sido una democracia por mucho tiempo. No cabe duda que, como cualquier empresa humana, ésta no es perfecta. Pero los colombianos vienen demostrando hace tiempo su deseo de preservar la libertad que provee la democracia y de mejorarla. No ha sido fácil ya que los narcoterroristas han utilizado una brutalidad indescriptible en contra de los civiles en su intento por destruir sus sueños. Antes, grupos como las FARC gozaban de una espuria legitimidad internacional, la que se fundamentaba en la falsa percepción que éstos luchaban por la justicia social. Esos días se acabaron. Como amigo de Colombia y en mi calidad de presidente del gobierno español, fue un honor asegurarme que las FARC fueran incluidas en 2002 en la lista de organizaciones terroristas elaborada por la Unión Europea. Si alguna vez existieron dudas sobre las verdaderas intenciones de las FARC, éstas se disiparon por completo en 2002 cuando el entonces presidente Andrés Pastrana fue forzado a abandonar su esfuerzo de buena fe de establecer un diálogo con la organización terrorista. Al negarse a acudir a la mesa, las FARC mostraron su falta total de escrúpulos y demostraron que su principal motivación es una enorme sed de poder y su deseo de continuar sus actividades criminales. Desde entonces, Uribe ha sido elegido dos veces —en 2002 y nuevamente en 2006—precisamente porque prometió que, bajo las reglas del Estado de derecho y la democracia, emplearía todas las armas disponibles para derrotar el terrorismo. Ese también fue el deseo de los colombianos que salieron a las calles hace unos días. Uribe también enfrenta otro desafío antidemocrático que proviene del presidente venezolano Hugo Chávez y su proyecto hemisférico que él llama "socialismo del siglo 21". La ideología de Chávez desprecia los valores occidentales y donde quiera que haya encontrado eco, la libertad ha comenzado a retroceder.

Es una amenaza para toda la región y no es coincidencia que sus partidarios sean aliados de las FARC, que considera a la democracia colombiana un enemigo que tiene que ser derrotado. Colombia necesita sus amigos, sobre todo considerando que estos enemigos de la libertad son poderosos y están bien equipados. El consumo de cocaína en los países ricos es la mayor fuente de financiamiento de las FARC. Es un hecho que hace que el apoyo a los esfuerzos de Uribe sea una obligación ética de las democracias occidentales, además de servir sus propios intereses.

El Plan Colombia —una iniciativa para combatir el narcotráfico que comenzó durante el gobierno de Bill Clinton con el apoyo de Europa—reconoce esta obligación. Y el presidente George Bush continúa apoyando este plan. Colombia también tiene que esforzarse en reducir la dependencia de los campesinos hacia el cultivo de la coca mediante el fomento del desarrollo económico. Integrar a Colombia en la economía mundial impulsará su crecimiento y servirá para consolidar el capitalismo democrático. Por esto resulta increíblemente cínico que los políticos estadounidenses citen los defectos de la democracia colombiana como una excusa para liquidar el tratado de libre comercio (TLC) entre Estados Unidos y Colombia. Si Estados Unidos rechaza el TLC con Colombia, cometería un grave error estratégico que tendrá consecuencias serias. Como un ex jefe de gobierno estoy perplejo sobre qué sentido podría tener para Washington bloquear el TLC. ¿Tiene sentido emprenderla contra el pueblo colombiano, dañar los intereses de seguridad de Estados Unidos y entregar una victoria a las FARC sólo por castigar a Bush? ¿Qué pasa con las consecuencias, que se acumularán, una vez que Estados Unidos abandone a su mejor amigo en Sudamérica? ¿Busca Estados Unidos empujar a Colombia hacia el sendero del socialismo del siglo 21 liderado por Chávez? Europa y Estados Unidos deben adoptar una estrategia clara de apoyo al capitalismo democrático si los valores occidentales han de prevalecer en América Latina por sobre el terrorismo y el autoritarismo antidemocrático Esto incluye políticas que fortalezcan la seguridad y promuevan la apertura e integración comercial. Cerrarle la puerta a Colombia, ya sea en el frente de la seguridad o del comercio, asestará un golpe al corazón mismo de la causa a favor de la libertad en América Latina. Ha llegado el momento de demostrar que los amigos de la libertad, los amigos de Colombia, son fuertes y también sabios.

*Aznar fue el jefe del gobierno español entre 1996 y 2004

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