martes, marzo 21, 2006

El gordo que camina

Ya es un héroe de la contracultura estadounidense Se llama Steve Vaugh y lleva recorridos más de 3.500 kilómetros. Hace casi un año, cuando empezó, pesaba 177 kilos. Hoy ya bajó 50 y dejó de tomar antidepresivos. El viaje la hizo ver hasta qué punto su país esta al servicio de los automóviles y las comidas rápidas.

Por Paul Harris

El automóvil blanco se detuvo en las afueras de la ciudad y una mujer bonita bajó la ventanilla al ver pasar caminando penosamente a un hombre gordo con una mochila en la espalda. “¿Usted es Steve? le preguntó Kim Saylor, 26. Soy una gran admiradora suya.” Que lo paren en la calle es algo de todos los días ahora para Steve Vaught. Es una celebridad improbable: un obeso enfermizo que capturó el corazón de Estados Unidos caminando solo por el país tratando de bajar de peso y encontrar su alma. Como un Forrest Gump de la vida real, el viaje de Vaught de costa a costa está afectando la vida de millones de personas. El mes pasado, su website tuvo más de 700.000 visitantes. Sus admiradores viajan miles de kilómetros para caminar un trayecto con él. Ha aparecido en el programa televisivo Today y en innumerables diarios locales. Tiene un contrato por un libro con HarperCollins y un equipo de documentales realiza la crónica de su caminata. Este mes recibirá el premio máximo de la fama estadounidense: presentarse en Oprah. Para Vaught, 40, que pesaba más de 177 kilos cuando abandonó California hace casi un año, todo es como un shock. “La gente parece creer que soy una especie de héroe americano, pero soy un tipo común”. Su caminata tocó una cuerda sensible en Estados Unidos, donde se libra un combate contra una epidemia de obesidad y una cultura que ensalza el auto. Lo que empezó como la pérdida de peso de un hombre se ha transformado en mucho más: una búsqueda simbólica de un mejor estilo de vida. En parte es la actitud budista de Vaught. Su sitio Web está lleno de reflexiones que inspiran no sólo a gente que trata de bajar de peso sino a todos los que buscan un cambio en su vida. “Ahora me doy cuenta de que es un viaje emocional, no físico,” dijo. El viaje de Vaught comenzó un día en un supermercado de California cuando se dio cuenta de que no podía caminar por la tienda porque le faltaba el aire. “Hace veinte años era un Marine y mi estado físico era bueno. ¿Qué me pasó?” dijo. La suya es una historia triste en la cual una batalla con la depresión y el desastre se expresó a través del exceso en la comida. Se crió en Youngstown, una decadente ciudad siderúrgica de Ohio. Un padrastro malo y una escuela rígida desarrollaron su lado violento. Cuando dejó el cuerpo de marines, tuvo un accidente de auto en el que murieron dos personas. El accidente hundió a Vaught en años de depresión y en comer para consolarse. Se empleó en un taller mecánico en California, se casó y tuvo dos hijos. Y sumó grasa - montones de grasa. Finalmente llegó casi a 190 kilos y tomó conciencia de que si seguía así, moriría. “Pensé: ¿qué desgraciado egoísta hace eso? Morir justo cuando sus hijos lo necesitan. Me estaba matando cobardemente. No tenía agallas para dispararme en la cabeza.” Había tenido la fantasía de recorrer Estados Unidos a caballo. “Bueno, pensé: ahora yo mismo soy tan grande como un caballo.” Entonces, en abril empezó el viaje. Eso fue hace 3.500 kilómetros. Vaught ha caminado por las montañas de California, los desiertos de Arizona y Nuevo México, a través de las llanuras de Texas y Oklahoma y en los campos de Missouri, Illinois e Indiana. Ahora está en Ohio, con 965 kilómetros solamente y seis semanas de caminata por delante para terminar en Rockefeller Plaza, Nueva York. Viaja lentamente, para en hoteles baratos y acampa al borde de la ruta. “La única forma de ver este país es a 5 km/h” dijo. Vaught, considerado un icono de la contracultura, ha sido bombardeado con propuestas comerciales. Una empresa quería comercializar una píldora para bajar de peso en un contrato que podría haberle reportado U$S5 millones. Lo rechazó. Para Vaught, esas píldoras son parte de la cultura moderna de la solución rápida que ahora detesta. “Todo es: ‘dame una píldora,’ ‘me hago una cirugía’, cualquier cosa excepto enfrentar la realidad,” dijo, sentado en un banco junto a una vía de ferrocarril en las afueras de Vandalia. “Pero ¿cuánto cuesta mi integridad? Hice esta caminata para recuperar mi integridad. Y no voy a venderla” Vaught ya lleva bajados alrededor de 51 kilos. Sigue siendo gordo, pero no le preocupa: “Ciento catorce libras es una novia entera”, bromeó. “Me llevó 20 años llegar a esta situación. Tardaré un poco en salir.” Vaught cree que su victoria tiene que ver con su mente, no con su cuerpo. Después de muchos años, dejó de tomar antidepresivos y vuelve a ser feliz. El viaje ha tenido sus bajones. Tiene fracturas por estrés en ambos pies. En Nuevo México casi lo muerde una cobra, que pudo matar antes de que lo atacara. Pero el viaje hizo ver a Vaught hasta qué punto Estados Unidos está al servicio de los autos y de las comidas rápidas. Caminar por el país no es fácil: hay pocas veredas. Tampoco hay comida sana. En los primeros 30 kilómetros de su caminata Vaught pasó 24 restaurantes de comidas rápidas y un almacén verdulería. “¿Qué tratan de decirnos?” dijo. “Estados Unidos debería ser el mejor lugar del mundo para comer. Y es el peor.” La lista de personas que conoció traza un retrato de la vida estadounidense. Hubo una mujer Navajo que esperó seis días para conocerlo y pedirle consejo para su madre obesa; otra mujer que le dio agua en el desierto; una linda mesera en Oklahoma, que lucha por criar a tres hijos en una ciudad arrasada por las drogas; y una chica en una pequeña localidad de Illinois, luchando por irse. Vaught está encantado con sus experiencias en los oscuros meandros de este inmenso país. “Este es el Estados Unidos real con sus rarezas y excentricidades. Pese a todos sus defectos, es un bello lugar.” Mientras Vaught se dirigía a su siguiente ciudad, la autopista estaban tan llena de tránsito que caminar era peligroso y hablar difícil. Pero detrás del ruido ensordecedor, estaba el sonido de las aves cantando. © The Observer Traducción de Cristina Sardoy http://www.clarin.com/diario/2006/03/21/conexiones/t-01162161.htm

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